cdb6nelsong1.jpg
cdb7nelsong2.jpg

@boderoff

La entrada de Terra Nostra, ubicada en el km 13 de la vía a la costa, es una calle que se extiende aproximadamente 4 kilómetros y se desvía por cada uno de los macro lotes de la urbanización. Primero pasa por los más aniñados, donde tienen el Estero Salado a la par (algo que le da un aire urdesino) en un pequeño malecón para que sus habitantes se sientan aún como en Guayaquil, cercano a la entrada para que la sociedad de alta alcurnia que todavía hace uso de autobús no se moleste friendo sus talones como están acostumbrados los de estrato social medio.

La carretera cruza por los siguientes macro lotes y vamos notando el cambio, no hay Estero Salado pero sí un bonito lago artificial; no hay malecón pero sí un pequeño parque en cada bloque.

Más adelante, como viniendo desde los primeros a los segundos, los macro lotes de estrato social bajo, no tienen tejado pero sí un bonito techo similar al zinc. Todavía están en construcción, y todas las casas tienen un tono gris en sus fachadas, algo que, por muy extraño que parezca, también me recuerda a Guayaquil.

En esta vía pasan y pasan cientos de obreros, empleadas domesticas, estudiantes universitarios, de colegios, perros, gatos, guardias, el vecino, la vecina; y es ahí también donde encontramos, en ocasiones, dinero, así como mierda de perro y de gato, animales muertos y sobre todo, caracoles.

https://gkillcity.com/sites/default/files/images/cdb6nelsong1.jpg

Los caracoles son la muestra exacta del por qué los ecuatorianos creemos que cualquier cosa nueva y que venga del extranjero –y más aun si es de algún lugar ”exótico” como África– es bueno para cualquier cosa que nos digan. Es así como hace unos años la gran acogida que recibió la baba de caracol debido a sus “propiedades curativas” invadió territorio patrio. Los nuevos migrantes se llaman Achatina fúlica.

De estos hay millones, se extienden sábanas y sábanas de caracoles por la calle de ingreso. En las mañanas, se ven cadáveres de los que salieron a arrastrarse la noche pasada. Todavía frescos son barridos sus restos hacía el asfalto. En la tarde, lo que queda de ellos es la baba, que por muy curativa que sea no puede hacer un nuevo caparazón y devolverles la vida, y ya se ven algunos que recientemente han sido aplastados. Por la noche, la hecatombe, los caracoles son fulminados por la baja, media y alta sociedad, en carros, bicicletas, motos y a pie (esta es la manera más desagradable, que luego se torna divertida).

Al principio era incómodo toparse con alguno en la planta del zapato, pero luego, debo decir que he aplastado caracoles por gusto propio, escuchar cómo suena su caparazón mientras son achatados por mi talón es algo que he disfrutado. Y así también, se tornó aburrido.

En Terra Nostra por ahora vivimos en una constante amenaza nacional, los caracoles, nada ni nadie pueden contra ellos, ya los importaron, curaron acné, borraron cicatrices y adelgazaron a tu mamá, pero eso no impide que la proliferación y criaderos de estos moluscos se extienda, que las muy exclusivas explanadas de cemento urbanizacional se vean afectadas y sus habitantes, que pagan mensualmente una alícuota para que todo se mantenga en orden, se vean amenazados por estas criaturas que no hacen más que milagros, como curarte los granos en la cara.

 

 

https://gkillcity.com/sites/default/files/images/cdb7nelsong2.jpg

Nelson Bodero