Señoras y señores el canibalismo ya es socialmente aceptado. Ya puede usted comerse a quien le dé la gana, que nunca más será visto como un freak, un psicópata o un enfermo asqueroso. Los caníbales han llegado para quedarse. Ayer vi uno, estaba desnudo frente a la casa de mi amiga en la Yoni, era de noche y hacía un calor terrible. Estoy segura que el hombre nos vio apetitosas, pero por suerte, cuando bajó de su auto con su pudor al aire nosotras ya estábamos a buen resguardo, simplemente lo miramos por el retrovisor. No voy a describir lo que hizo.
La invasión de los caníbales en el último mes ha sido comparada con algo así como el holocausto zombi (no faltaron atrevidos que aseguraron que el caníbal de Miami era un zombi). De repente, los medios se llenaron de historias de estas vívidas comelonas. Dicen que el tipo que se comió la cara del mendigo frente a la policía gruñó y mostró los dientes como un perro cuando los oficiales le ordenaron detenerse. Hubo que matarle, dicen. Luego, empiezan a aparecer las supuestas causas: una droga ¡legal! que se llama popularmente “sales de baño” es la causante de las innombrables ganas de pegarte carne humana. Lo macabro de todo esto es que es una droga que no es droga y que se vendía -¿o se vende?- legalmente en ¡gasolineras! Gracias. Dicen los entendidos que el primer síntoma debido a que la temperatura del cuerpo sube es quitarse toda la ropa…
Pero más allá de sales de baño y otros demonios, los caníbales no tienen la culpa de serlo, no. No hay que satanizarlos, la mayoría de ellos son víctimas de una psicosis social que deriva en unas irrefrenable necesidad de comerte al otro. Así de simple. ¿Cómo no vas a querer comerte a alguien en el primer mundo? (la mayoría de casos provienen de esos lares). Con toda esa insatisfacción, con ese “obtener nada” sustancial del entorno, la última escalera del consumo obsceno es tragarte al prójimo, por supuesto. Si los psiquiatras dicen que el canibalismo es una exacerbada necesidad de controlar al otro, de tener poder sobre alguien más y que obedece a impulsos sexuales, pues sí, yo concuerdo con eso, pero añado que la antropofagia tiene que ver también con el síndrome de querer engullirlo todo, producto de ese apetito extremo que surge en las sociedades de consumo (quizás no solo en las de consumo sino en aquellas globalizadas), esa pulsión maligna de quererlo todo para sí mismo. Es como querer llegar al punto máximo -o más bien traspasar los límites- de la voracidad materialista: los objetos inanimados ya no nos satisfacen, lo orgánico pero sin conciencia es aburrido, entonces ¿qué nos queda? Pues tragarnos un ser humano, aunque sea un pedazo de su nalga, tal como lo hizo el célebre caníbal de Canadá (apodado románticamente por los medios como “pornocaníbal”) que hace poquito se comió a un chino y subió el video a Youtube.
Tal vez me digan que el canibalismo ha existido desde siempre, que culturas de siglos atrás lo practicaban y que en algún lugar de África de cuyo nombre no quiero acordarme todavía está vigente. Pero el caníbal contemporáneo ciertamente es otra cosa. Es casi una metáfora de los nuevos tiempos y se lo puede analizar desde varios rincones de la cultura de masas. Uno, la voracidad extrema y el querer recibir cada vez más sin dar nada (la muerte viene a ser el culmen de todo, no hace falta reciprocidad si matas al prójimo y encima más te lo meriendas). Dos, la deshumanización, y no como pérdida de la esencia moral y ética, sino como ese ceder o dar paso a una realidad menos concreta y material, es decir, a esa esfera virtual en la que la realidad y la ficción terminan siendo la misma cosa. De ahí que el video del pornocaníbal subido al Youtube llega a ser real únicamente en ese plano virtual en el que se diluyen los hechos fehacientes, pues el filtro de verlo todo a través de una pantalla hace que nos alejemos de la realidad y que lo asumamos como ficción, pues inconscientemente lo desmateralizamos. La ser humano entonces perdería su valor concreto, y sería solo eso, carne.
Ahora, por otro lado está toda esa apologética de los medios hacia el fascinante -porque morbosamente lo es- mundo de los caníbales. Estos nuevos superhombres de los mass media y sobre todo de los medios por Internet, no les deben nada a sus coidearios de la ficción. Han llegado a tener más despliegue mediático que ellos, y con esa validación empiezan a formar parte de esa aristocracia monstruosa de zombis y vampiros, que últimamente ha sido resucitada desde las experiencias híbridas más descabelladas (léase la última película en la que Abraham Lincoln es un caza vampiros ¡WTF!).
Luego de toda esta perorata antropofágica en la que aún quedan algunos cabos sueltos, termino recordando, no sé por qué, la frase que ayudó a los sobrevivientes del avión que cayó en los Andes en los 70, el célebre equipo de rugby uruguayo: “es el cuerpo de cristo”… Amén.
Rocío Carpio