(Comentarios críticos y peregrinos a dos numeritos de la encíclica En la esperanza fuimos salvados de Benedicto XVI)
En su Encíclica «En la esperanza fuimos salvados» el Papa Benedicto XVI deja escapar una reflexión interesante sobre un imaginario cristiano siempre en boga: el tema del Juicio Final. Digo siempre en boga porque en el fondo, al discutir política o religiosamente al menos, parecemos hablar con la convicción de que alguien está errado a muerte sobre el tema discutido y que nosotros, los representantes de la super verdad estamos en la correcto (seculares o no). Ejemplos recientes de estos puntos de vista pueden creo que ser vistos en las palabras del Padre Paulino, o la defensa del Dr. Macías Carminiagni a éste (o en el campo político…aún). Bueno y malo últimos y definitivos y un terrible peligro acechando (¿con el fin total?).
Pero regresemos. En los números 46 y 47
Benedicto XVI plantea una reflexión sobre el clásico imaginario cristiano del Juicio final. Esta vez el Papa no utilizará la imagen de Cristo y los bandos de justos y pecadores a izquierda a derecha del juez. Se mantendrán, sin embargo las imágenes, de Cristo como juez y la palabra «fuego». Para la reflexión dice partir de “algunos teólogos contemporáneos”.
Si bien el Papa mantendrá y tomará de ellos la imagen del fuego, ahora hablará de pasar «como a través del fuego». Parece no decir mucho, pero pasar a través del fuego no es lo mismo que quedarse por siempre ardiendo en el fuego. Dejo este espacio para reflexión más personal. Personalmente creo que es muy hondo. Algunos me dirán, bah, qué tontería, ahora no me quemaré por siempre pero igual me quemo si hago algo diferente al «plan de Dios» (en el clásico «eres libre, pero…» en versión matizada). Pero a mí me parece ver que la última (o primera) piedra de la Iglesia, comienza a decir cosas grandes*.
Benedicto XVI planteará la imagen del juicio y del fuego como el encuentro con la mirada de Cristo. Su mirada se presenta como el fuego purificador que nos muestra quiénes somos realmente (es un imaginario discutible por supuesto). De esta manera resolverá un problema cristiano grande: justicia y misericordia. Eso trata de responder a la pregunta: si sigo los mandamientos de Dios por concederme una mejor vida y la aspiración a una vida futura y para esto paso muchas tribulaciones e incomprensiones, bien por mi pero, ¿qué pasa con quien hizo todo lo contrario? Y no nos quedemos en el purismo moral** (no juré, no maté, etc.): ¿qué pasa con quien le quitó la vida a algún ser querido?, ¿a mucha gente?, ¿pasa de “gratis”? En tal mirada, de acuerdo a la imagen que plantea el Papa, la persona sabrá que teniéndolo todo optó por degradarse y dañar (resumo mucho, mejor vean sus palabras), y, sin embargo, se encontrará amada y esperada. Conocer su degradación ante los ojos del amor sería su “fuego”.
A la vez el Papa dice que en esa mirada se cumple la palabra Misericordia porque en esa misma mirada y reconocimiento se da una purificación: saber que a pesar de toda la mugre de la que me haya querido cubrir, soy recibido y amado como el más amado de los hijos. Lo grande es que parece decir que todos seremos bienvenidos. El Padre del Hijo Pródigo parece asomarse como lo que siempre entendimos y todo el mundo se enredó en explicar en nuestra infancia (¿y aun?).
Para que esto se entienda mejor, entre seculares, debo recordar que, a diferencia de lo que parecemos haber aprendido, estos son Imaginarios cristianos que tratan de explicar aquella esperanza; a la vez, CREO YO tratan de resaltar qué tipo de vida ha comprendido el mensaje cristiano (para quien esté buscando). Antes que una imagen literal los entiendo como un modo de comprender, expresar y aproximarse a una experiencia y modo de vivir (¿cuál es el problema?, ¿quién me persigue?). ¿Qué tan presente tenemos esto los cristianos? o entre seculares, ¿qué tanto sigue pesando esta imagen antigua del fuego eterno que creemos haber abandonado? Me parece contradictorio que nada que salga de la boca de Benedicto o de la Iglesia pueda ser bueno, como si fuera “the devil” (Kathy Bates, the Waterboy) al revés. Vaya apertura y criticidad. Igual que un cristiano perseguidor de brujas con un cartel de “secular” encima y una consigna diferente. El comportamiento, igual.
Pero para no quedarme ahí. Creo que en textos como éste comienza a surgir a nivel institucional en la Iglesia un problema que se va definiendo en nuestros tiempos y que muchos en este sitio hemos comenzado a explorar de una u otra manera: El problema de la valoración moral propia y colectiva (s). Detrás de las reacciones del P. Paulino o el Dr. Macías C veo una reacción. Un modo de valoración de la vida se ha encontrado con posturas que parecen removerlo (¿nuevos modos de valoración en ciernes?). Si bien su reacción es molesta para muchos, expresa algo importante: un modelo de vida buena. La pregunta que nos toca ahora es cuál es el actual y si somos capaces de dialogar o decir gracias a los antiguos y encontrar alguna cosa que rescatar en ellos.
Sin embargo, creo que hay pocos ojos en esto. Parece preferirse repetir el grito antiguo y copiar el proceder pero con cartel nuevo. En todo caso, más que censurar, deseo mover la atención hacia allá, el problema de la valoración moral. Los exabruptos para mí, tales como los de Paulino y Macías C. son modos de expresar que algo importante pretende ser tocado. ¿Qué vamos a poner en su lugar?
Si somos modernos y liberales hablaremos de la igualdad y dignidad de todo individuo y su capacidad de auto determinarse. Pero ¿realmente nos creemos esto?, ¿realmente procedemos como tales? o ¿hemos heredado las luchas de otros y aun no tenemos claro lo que nosotros queremos construir? No me convencen los gritos de “sí a todo”. Creo que la emoción es la vanguardia de las ideas pero luego hay que dejar bajar la espuma y ver con qué nos quedamos. Eso se llama apropiarse de lo que creemos pensar y aventurarse a ver si nuestras ideas no tienen más componentes que merecen ser decantados, separados y escogidos. Esto para el caso de adopción reciente. Creo que hay preguntas para católicos y seculares más allá de organizarse a hacer una defensa en pro o en contra. Eso está muy bien, pero ganada o perdida una batalla, ¿qué hacemos para aclarar nuestras ideas en torno a una situación como ésta y cómo expresamos con otros nuestro punto de vista? O ¿nos basta con ganar o perder la batalla? Y así hasta que por presión se logre una u otra cosa.
Pienso que la atención a los modos de valoración moral nos puede ayudar a bajar un poco la espuma y mirar que de una u otra manera todos estamos buscando lo mejor. Si aprendemos a mirar y rastrear lo que deseamos más tal vez seamos capaces de dialogar mejor.
Creo que este texto de Benedicto, o al menos estos números, pueden ser una invitación a pensar. Tal vez aun nos mantenemos en una noción de posibles errores eternos (“adopción por parte de homosexuales”) y posibles verdades salvadoras definitivas (“es obvio que cada uno puede hacer lo que quiera”). Si el tan vapuleado Benedicto XVI ha podido decir (o insinuar) algo como esto, la bienvenida de todos, ¿no nos tocará a nosotros aprender a mirar mejor las maneras en que hablamos y procedemos y construimos lo que deseamos? La comprensión cristiana “oficial” parece moverse***, ¿nosotros, cristianos o seculares, seguimos parados en lo anterior?
Después de todo, seguimos estando los mismos sobre la misma ciudad y alguna cosa tendremos que hacer si queremos salir adelante y hacer cosas mejores o al menos diferentes.
https://gkillcity.com/sites/default/files/images/imagenes/54_varias/2.jpg
* 1. Creo en la pluralidad de instituciones y en las diferentes velocidades de éstas como algo que puede resultar enriquecedor.
2. Sobre la segura polémica de citar palabras del Papa como positivas. Creo que una persona realmente liberal o simplemente “racional”, como se pretende llamar ahora lo “correcto”, puede dejar de ver demonios en otras personas e instituciones y tomar lo bueno que aquellas guardan (y ser crítico, etc.).
** Atosigante en nuestra tierra y ciego a otros problemas de justicia social que también tendrían que ver con el evangelio.
*** En torno a este tema sin últimas palabras. Al inicio el Papa nos recuerda que nosotros CREEMOS y no tenemos una certeza de la otra vida. En todo caso, sólo quería hacer esta precisión para quienes creen hablar con Certeza sobre lo que es Creencia y convicción que, en el mejor de los casos, deseamos adoptar y nos enriquece como seres humanos abiertos a Dios y lo que su Hijo nos quiso mostrar.
Fernando Insua