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@itsabela

Estira su pierna izquierda hacia delante, la dobla y la lleva a la altura de su cabeza sin mucho esfuerzo. John, sentado en una vereda, baja la pierna a su posición inicial y repite la acción con la derecha. Lleva un corte mojo, viste una camiseta fucsia estrecha, un short azul y unos zapatos de taco negros.

Termina su estiramiento porque una voz -que surge de un micrófono- lo convoca: “John Orozco a la línea de carrera”. La línea de carrera es un cable blanco que hace las veces de inicio de la pista. La pista es una calle adoquinada del norte de Quito, justo a lado del Parque Gabriela Mistral.

John se agacha en posición de atleta, las yemas de sus dedos tocan el suelo, las rodillas están dobladas y su mirada está fija al frente. Al frente a unos XX metros hay una camioneta de Policía. La camioneta de Policía es su punto de retorno. “Recuerden, deben llegar hasta allá, tocar la patrulla y volver a la línea”, grita una mujer voluptuosa quién acaba de convocar al contrincante de John: Ángel Escobar.

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Ángel también lleva un short corto, una camiseta no tan apretada como la de John y unos tacos aguja mucho más altos que los de su competencia. Se agacha e imita la posición de John. Se miran y ríen mientras unas 30 personas que los observan los aplauden y alientan. El “en sus marcas” modifica sus posturas y el “listos” los inquieta. “¡Fuera!” grita la animadora y los dos se impulsan hacia adelante con fuerza.

Al comienzo van muy juntos pero los tacos aguja en los que se sostiene Ángel le restan velocidad. John lo sobrepasa aunque el movimiento de sus brazos no es precisamente la técnica de los corredores para aumentar velocidad; él los alza, los coloca a los costados y bromea, se ríe mientras corre o trota… se moviliza a una velocidad mayor que a la de una caminata, eso sí. Se acerca a la meta y alza los brazos de victoria.

No ha ganado. John es solo un finalista de la Carrera de Tacones. Son ocho los participantes que compiten en la primera edición de esta carrera y Efraín Soria, presidente de la Fundación Equidad que organiza el evento, confiesa que estos encuentros son necesarios para romper con las ideas preestablecidas de la sociedad ecuatoriana. Es jueves y hoy se celebra en todo el mundo el Orgullo GLBTI (Gays, Lesbianas, Bisexuales, Transexuales e Intersexuales) por eso algunos miembros de la comunidad aprovechan para divertirse y al mismo tiempo volverse ‘más visibles’.

Las carreras de tacones se realizan en otros países del mundo, como España, cuenta Efraín y reconoce que correr con tacones “es una manera de romper con lo establecido, de protestar desde la paz, desde lo lúdico”. Él también participó en la pero fue derrotado por Nicanor Benítez. “Creo que fueron los zapatos, me costaron cinco dólares”, se carcajea Efraín y baja la mirada para observar sus tacones morados de charol.

Las carreras se hacen por partes, de dos en dos y así algunos clasifican y otros dejan de participar. Efraín solo corrió una vez y perdió pero John ya ha ganado tres y es finalista junto con Javier Pasquel. Los dos participantes se pasean por los alrededores de la ‘pista’. John se toma su tiempo y mueve su cintura, se da vueltas, y baila al ritmo de una canción de Lady Gaga que no logro identificar. Quienes observan ríen y aplauden, otros también aprovechan para bailar y Ángel, quien fue derrotado al comienzo por John, agarra el micrófono y lee en su celular una descripción que parece de Wikipedia:

“El 28 de junio de 1969 en un barrio neoyorquino llamado Greenwich Village se produjeron manifestaciones espontáneas y violentas contra una redada policía en el pub Stonewall Inn. Fue el primer disturbio en Estados Unidos en el que la comunidad GLBT luchó contra un sistema que perseguía a los homosexuales como delincuentes. Por esa primera lucha hoy se celebra el Orgullo Gay”. Se levanta y se acerca a su novio, Nicanor, quien soba su pie con sus dos manos y confiesa entre risas que no comprende cómo las mujeres pueden caminar con esos zapatos. Me enseña los tacones rojos de charol que usó para correr. Uno ya no tiene taco, se rompió mientras competía.

– ¿Por qué competiste?

– “Porque creo que es importante que los demás sepan que estamos aquí”.

– ¿Por qué rojos? (mientras observo sus zapatos)

– “Porque combinan con mi short”, responde y lanza otra carcajada. “Puse todo de mí, pero se me rompió el taco, puse todo de mí, tú viste”.

Yo vi. Nicanor fue descalificado en la tercera carrera; fue semifinalista y lamenta, entre broma y verdad, no haber ganado. Lamenta más la hinchazón y ardor en sus pies pero ríe mientras observa que todos se acercan alrededor de la pista para ver la final. Él también se aproxima. La música sigue sonando, los asistentes siguen gritando, las banderas multicolor siguen ondeando.

John y Javier se alistan detrás del cable blanco. Aunque llevan tres carreras cada uno, no lucen cansados sino sonrientes.

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El “¡Fuera!” los impulsa una vez más y empiezan a correr. Están muy cerca y es difícil decidir quién lleva la delantera. Pareciera que ambos tocaron la camioneta de la Policía al mismo tiempo pero al regreso Javier disminuye su ritmo, un taco de sus zapatos cafés se despega y casi tropieza. Luego sucede lo mismo con el otro. Javier no se detiene y corre con los zapatos casi fuera. John aprovecha los tropezones de su compañero y toma ventaja. Llegan a la meta casi iguales pero la voz por el micrófono anuncia la victoria de John.

John tiene 25 años, una sonrisa contagiosa y una orientación homosexual. Recalca que está orgulloso de ser gay. Más que ser gay, en este momento le enorgullece que pasado mañana (sábado) irá al desfile por el Orgullo GLBTI con su mamá y sus hermanos. Le enorgullece que ellos comprendan su orientación y que cada vez haya más personas que también lo comprenden.

Se vuelve a sentar en la vereda, estira y dobla su pierna hacia la cabeza. Se da cuenta que uno de sus tacones se despega de la suela, pero no se lamenta por la pérdida, se ríe y dice que para él de eso se trata ser gay, ser feliz.

Isabela Ponce