Reacciones virulentas. Amenazas de bajarse al Presidente (del poder). Hashtags e histeria colectiva virtual. El anuncio de la restricción de importaciones de los teléfonos celulares sacó el «serial killer» de miles de twitteros… admito que me dio un poco de miedo, pero como mi movida es lo verde, creo que es momento de opinar y dar algunos datos interesantes sobre la basura electrónica, además de la enfermedad del hiper consumismo de tecnología. Y no, no defiendo la reforma del COMEX, por el contrario, no apoyo ningún tipo de prohibición, pero sí coincido en que es momento de parar la mano con la generación de basura electrónica.
Primero, veamos algunas cifras. Según el INEC, hay 14.3 millones de ecuatorianos. Todo posi. Luego vemos los datos que nos da la Superintendencia de Telecomunicaciones y resulta que hay 16 millones de celulares. ¿Leyeron bien? 16 millones, o sea, hay más teléfonos que personas.
Y claro, el siguiente paso es preguntarse ¿qué pasará con esos millones de celulares?, porque no es que se van a la basura y ya. El promedio de uso de un teléfono celular es de 2 años y luego se lo vende o se lo desecha. ¿Qué impacto tiene un celular común y corriente en el ambiente?
Para degradarse por completo, los componentes del celular pueden tardar más de 100 años, según el Convenio de Basilea sobre residuos peligrosos. Los celulares se componen de: la tarjeta de circuitos, la pantalla de cristal líquido, el teclado, la antena, el parlante, la carcasa y el micrófono; como accesorios se tiene: la batería y el cargador de batería.
Y aquí viene lo interesante: entre el 60 y 85% de un equipo celular se puede reciclar. De no hacerlo, hay sustancias tóxicas como el antimonio, arsénico, berilio, cadmio, cobre, plomo, níquel, zinc, que de no ser tratadas apropiadamente puede pasar a las plantas, animales y ríos. Estos compuestos tóxicos se podrían introducir en la cadena alimenticia de los humanos y podrían causar cáncer, desórdenes reproductivos, neurológicos y del desarrollo, y pueden comprometer el sistema inmunológico de los niños y contaminar el aire si se incineran o se desechan en grandes cantidades en botaderos o rellenos sanitarios.
El plomo y el bario se filtran en las orillas de los ríos y el carbón de los cartuchos de tinta deteriora el agua, que se vuelve no potable, incluso después de hervirla.
Conozco de campañas de reciclaje de celulares emprendidas por Claro y Movistar. En el primer caso, sé que los recolectan y luego los envían a México donde hay una planta que se encarga de “deshuesar” el teléfono y darle una disposición final adecuada a las partes no reciclables. El negocio es redondo pues las partes reciclables se reutilizan en paneles solares e incluso nuevos equipos electrónicos.
Finalizo aclarando que no estoy segura de que el COMEX tenga fines ecológicos, creo que la cosa va más orientada en términos de la balanza comercial. Pero quienes estamos preocupados por cumplir las 3 R (reducir, reciclar y reutilizar) debemos ver desde otra perspectiva este tipo de medidas. Despegarnos de nuestros celulares y ver el hermoso mundo que hay detrás de estos aparatos. Hermoso mundo que se está destruyendo y que nosotros, debemos empezar a cuidar.
La basura electrónica, un dolor de cabeza contemporáneo