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@veropotes

Como ofrecí, voy a referirme a un comentario a mi artículo anterior que tenía que ver con la adopción y crianza de niños por individuos y parejas no tradicionales:

Decía el comentarista:

“ Me hubiese gustado leer mayor argumentación de su parte respecto al objeto de ese caso, el niño que se pretende adoptar. …En general me considero de mente abierta, pero en este caso soy contrario a la adopción y crianza de niños por parte de homosexuales porque considero que se trata de la vida de un tercero vulnerable, ajeno a la voluntad individual de quienes lo adoptan, a quien se le pretende imponer una realidad familiar diferente. Es una cuestión más de celo y protección al menor que una razón moral o religiosa.

…usted se refiere de manera egoísta únicamente a la situación de los GBLTs, pero no menciona, al menos, a la situación de los niños en cuestión. No presenta datos, estudios o información científica creíble que avalen su pedido. De conformidad con la Constitución, el Estado tiene la obligación de proteger a los niños, niñas y adolescentes (art. 44, 45, 46, 175 y 347), por lo que es necesario estar seguros que la crianza de niños por parejas homosexuales no tiene efectos negativos en  la salud mental de esos niños.

Por el momento, el contrato social en el Ecuador sobre este tema, reflejado en el art. 68 de la Constitución de la República, estipula expresamente que «la adopción corresponderá solo a parejas de distinto sexo”. Hasta el momento no han existido adopciones de niños por parte de parejas homosexuales en el Ecuador. Quienes quieran cambiar ese statu quo deben demostrar que el cambio es positivo o, por lo menos, que no es negativo ni para los niños ni para la sociedad.”

https://gkillcity.com/sites/default/files/images/imagenes/53_varias/satya.jpg

Antes que nada, voy a hacer ciertas precisiones:

el caso de Satya no es un caso de adopción, es un caso de una niña planeada por dos madres (eso en otras jurisdicciones se reconoce expresamente como diferente a la adopción y se llama “proyecto parental”. Explicaré más adelante).

 

2) si por realidad familiar diferente quiere decir “familia con papá y mamá”, señalo que la adopción por una sola persona está aceptada legalmente en el Ecuador (en el entendido, supongo, espero, que para cualquier niño pasar a formar parte de una familia monoparental es preferible a la vida en el orfelinato). Más allá de eso, la realidad muestra una gama muy amplia de familias diferentes a ese ideal.

3) la obligación de proteger a los niños se verifica en largos procesos de adopción y en largos, y, por lo que está en juego, cuidadosos procesos de remoción de niños de sus respectivas familias cuando hay mérito para esto. En ambos casos, el Estado debe sustentar, razonar sus decisiones; éstas no pueden ser arbitrarias. En debida analogía, quien afirme supuestos efectos negativos en la salud mental (o de otra naturaleza) en los niños por razón de la sexualidad de sus potenciales adoptantes deberá probarlo o al menos dar alguna explicación al respecto, ¿no? Más adelante explicaré cómo nunca se explica los peligros de la adopción por parte de homosexuales y cómo, al indagar un poco en las razones, no se encuentra más que prejuicios desmentidos por la realidad y recientes estudios;

4) En lo que estoy de acuerdo es que en el Ecuador no ha habido adopciones legales por parte de parejas homosexuales porque no es legal, pues. Y no las habrá en futuro cercano porque la prohibición es constitutional. Eso dicho, también es cierto que legalmente, esa prohibición igual que la de casarse a personas del mismo sexo está en franca contradicción con el derecho de los derechos humanos en los niveles doméstico e internacional, constituye discriminación prima facie, atenta contra los principios fundamentales de la misma constitución, y por lo tanto, son ambas prohibiciones inconstitucionales en sí mismas. Suena raro pero así es y ningún tribunal de derechos humanos podría explicar esa contradicción salvo alegando mayoritarismos cuestionables en una democracia constitucional. Pero esa discusión es para otro día.

Aquí me voy a concentrar en la preocupación por los niños y básicamente mi punto es que ésa no es una preocupación honesta sino una extensión más del prejuicio y el heterosexismo normativo. En mi artículo anterior no me referí al tema legal (más que con respecto a lo de la libertad de expresión que se discutió a partir del artículo de Macías), porque mi intención es más discutir las aseveraciones infundadas que se hacen respecto a GLBTs (que son precisamente la base para la desconfianza con la que nos miran respecto a nuestra presencia en la vida de menores de edad, no sólo como padres y madres, hasta como profesores. Si supieran no más de cuántos excelentes profesores y profesoras nos habríamos perdido si no fuera porque ell@s decidieron ocultar su sexualidad -irrelevante a la cátedra por cierto- para poder ejercer su vocación de profes. Así de fuerte y negativo es el prejuicio). Aquí sí haré algunas precisiones legales.

Jurídicamente, la pretensión de las madres de Satya no es una adopción sino el reconocimiento de un proyecto parental. En una adopción, terceros extraños a los niños pasan un proceso en el que alguna agencia, usualmente estatal o autorizada por el estado, investiga al o a los potenciales adoptantes y decide si autorizar o no la adopción, en el mejor interés del menor. Que sea la vía por la cual el derecho en algunos lugares use para extender la relación parental a niños de parejas homosexuales de p/madres biológicas no significa que la figura sea la única posible ni la más ajustada a la realidad. Precisamente en atención a los reclamos por igual dignidad y consideración hechos por parejas homosexuales y, sobre todo, ante la cada vez más variante composición de las familias- varias provincias de Canadá, incluida Québec que opera bajo un régimen civilista similar al nuestro, reconocen los llamados “proyectos parentales”. (ver Código Civil de Québec). En éstos, una pareja indistintamente de que sus miembros sean de igual o distinto sexo, acuerdan tener hijos con “material genético” de un tercero a la pareja (sea por vía de inseminación artificial o acto sexual). Creo que hay otras legislaciones fuera de Canadá que también lo reconocen así, pero no tengo el dato a la mano ahora.

En Ontario hubo un caso (Rutherford v. Ontario (Deputy Registrar General) muy similar al de Satya, en el que una pareja de mujeres no podía inscribir a sus hijos como hijos comunes porque el formulario del registro sólo se refería a un padre y una madre. Como alternativa, les habrían sugerido que iniciaran un proceso de adopción que seguramente les aprobarían (considerando que eran una familia establecida y que la adopción por parte de homosexuales es legal ahí). Poer las madres se negaron alegando que eso era una indignidad (un premio consuelo) y llevaron el caso a la corte. La corte provincial reconoció que había discriminación -pues en el caso de parejas heterosexuales la inscripción se hacía sin mayor lío- ordenó al parlamento provincial actualizar las leyes, reglamentos y formularios correspondientes y le dio el plazo de un año para hacerlo.

El caso de las madres de Satya es un caso de éstos, con la diferencia que aquí la ley les niega el camino consuelo de la adopción. Ahora, al mismo tiempo que la constitución discriminó de la forma más burda en cuanto a matrimonio y adopción, expresamente reconoció a las familias alternativas y en el caso de las parejas homosexuales las equiparó en todo lo demás, incluida la presunción de filiación. Y espero que convengamos que en un régimen garantista de derechos, las discriminaciones ya de por si cuestionables no se pueden extender más allá de lo expreso.

Ahora, eso aparte, queda pendiente aquello del interés por el menor. Ese interés es muy legítimo, sin duda. Lo que yo cuestiono es que muchas veces disfraza el prejuicio y lo poco que la gente parece reflexionar al respecto. Con el mismo respeto con el que no dudo que el comentarista se dirige a mí, yo lo invito a que él y el público en general se cuestionen, cuando dicen que “es necesario estar seguros que la crianza de niños por parejas homosexuales no tiene efectos negativos en la salud mental de esos niños” si acaso no hay en esa duda algún prejuicio escondido. Y un buen ejercicio para eso es preguntarse al menos: 1) ¿qué motiva esas dudas con respecto a las parejas homosexuales en particular?, 2) ¿a cuáles posibles efectos negativos concretos se refiere su duda?

Estas dudas estuvieron presentes en las discusiones constitucionales, por cierto. Y valga decir que a pesar de nunca ser explícitas con respecto a las razones de fondo, suelen dar lugar a propuestas sorprendentemente violentas. No sé si saben, por ejemplo, que en Montecristi se planteó no sólo restringir la adopción sino además la crianza de niños por parte de homosexuales (ver acta 077, página 145 y siguientes). ¿Saben cuál habría sido la consecuencia de que esto último se incluyera en la Constitución? Que el Estado le arrebate sus hijos a los homosexuales por el sólo hecho de su homosexualidad o que en un juicio de custodia de hijos la parte homosexual automáticamente la pierda. Eso ya habría sido el colmo de la violencia, la discriminación, el prejuicio y el odio y hasta allí no llegaron (espero que hayan sido lo suficientemente reflexivos sobre las consecuencias al respecto y no simplemente un elemento de negociación).

En todo caso, escarbando un poco aparece el fondo de las preocupaciones. Una de éstas es que los niños se vean diferentes, que se les “imponga una realidad familiar diferente”. Supongo que por diferente se refieren al ideal de “mamá, papá y nené” y ya por ahí, la realidad que tanto parece preocupar es bien diferente de cómo se la pretende hacer pasar. Para empezar, ese ideal no es la realidad para tantos niños en la práctica criados por mamás que hacen de mamáypapá; papás en las mismas (los menos de los casos, vamos a ser sinceros); abuelas; ex parejas de padres o madres biológicas, y un largo etcétera. Si vamos a hablar de realidades familiares diferentes en la práctica los casos son numerosísimos y de lo más variados. He aquí, otra razón por cierto, por la que este debate iniciado por “las inglesas” ha sido más un favor que una desgracia en esta sociedad tan pacata como voluntariamente ciega ante la realidad. Que lo digan si no tantas personas que se han visto reflejadas en la discusión sobre familias alternativas sin ser necesariamente familias GLBTIs.

Ya con respecto a Satya, ¿cuál es SU realidad, es decir, la que debería importarle a quien alega su mejor interés? SU REALIDAD es que nació en un familia de lesbianas y eso, salvo que hubiera pasado la pretendida prohibición de crianza que indiqué arriba, será su realidad de por vida. Y ciertamente, es la de Zach Wahls (hijo criado por dos mamás), la de Ella Robinson (cuyo padre, Gene Robinson, es el primer obispo abiertamente homosexual de la Iglesia Episcopal en EEUU), la de la niña Lakme y la de los hijos de Chandler Burr, colombianos estos; la de Juliana (hija de dos mamás) y la hija de Karicia (transexual ella), en Ecuador. Si lo pensamos un poco, la violencia, la imposición, está precisamente en no reconocer esas realidades diferentes. Está en ignorar lo que esos mismos chicos dicen de sus respectivas experiencias, al menos en los casos de Wahls, Robinson, y Burr.

Yo encuentro inaceptable decirle a alguien “no deberías tener hijos o no puedes adoptarlos porque la mayoría tenemos prejuicios al respecto”. Y en este sentido, me refiero a cualquier familia alternativa, no sólo a las de parejas o personas de sexualidad fuera de la norma heterosexual. Si se fijan, esta expresión de “preocupación” por el niño usualmente omite el corolario “y esos prejuicios que tenemos han contribuido a crear un ambiente hostil para ese niño, así que eres egoísta si a sabiendas lo expones”. Es el estigma y la carga ya conocidos por las madres solteras (los padres solteros no usualmente, ellos son vistos como héroes), por las parejas de convivientes no casados, por las parejas divorciadas; y sus proles. Y vale, cierto es que uno debería pensarse esto del estigma social porque es bien real, pero, por favor, el cuestionamiento no debería ser al que tiene hijos ni al Estado que permite adopciones/crianza en esas circunstancias. El cuestionamiento debería hacerse al que mantiene esos prejuicios y los reproduce, pues.

Así, quienes estén honestamente preocupados por esos niños, deberían hacer un esfuerzo conciente por procesar sus preconceptos y actuar contra ellos, ¿no les parece? Y aunque pueda ser difícil hacerlo a cierta edad, sí podrían evitar trasmitirlos a sus propias crías (parafraseando al gran rubén blades me refiero a esos papis y mamis que le enseñan al hijo de cinco años a evitar niños con m/papás extraños. A esas instituciones educativas que rechazan niños de parejas no tradicionales). A fin de cuentas, el prejuicio, el celo anti glbti -igual que las sexualidades diversas- parece que tiene tanto de natural como de cultural. Y a fin de cuentas también, parece que los propios hijos pueden contribuir a educar a los padres en la tolerancia (ahí está Barack Obama diciendo que su opinión sobre la p/maternidad gay ha cambiado a partir de ver que sus hijas no tienen ningún problema con las familias alternativas de muchos de sus compañeritos de banca).

En cuanto a los padres o madres de esos niños, lo que deben hacer y muchos hacen es tener bien presente la realidad de que vivimos en sociedades “no preparadas” y entonces toca preparar/fortalecer a los niños contra eso. Yo no soy madre, pero estoy conciente de que si mi pareja y yo decidiéramos criar uno, nos estaríamos enfrentando los tres o las tres a un mundo prejuiciado y cruel. Y como toda madre primeriza buscaría gente experimentada que me aconseje. ¿Qué no haría, por ejemplo? No me escondería, sobre todo no le escondería al niño que somos pareja y que las dos somos sus madres. No usaría el silencio ni los subterfugios de “ella es tu tía” o variante afín; eso sí ha causado confusiones y vergüenza en los niños (conozco los casos).

Ahora, antes de que salten a decir “ ahí está, ni ellos mismos se consideran normales” déjenme recordarles que hasta 1997 la homosexualidad era crimen en este país. A eso, valientes, súmenle que pese a la despenalización y a que desde 1975 la homosexualidad no es más considerada una patología, los prejuicios son grandes y la presión por “normalizarse” igual. El resultado es mucha gente con hijos frutos de relaciones que se intentaron para complacer a la familia, a la sociedad pese a lo que se sentía. Entonces, como señalan Stacey y Biblarz (2001) muchos estudios que hablan sobre los efectos negativos de la homosexualidad de los padres en los hijos suelen referirse a efectos de divorcios, posterior emparejamiento (con alguien del mismo sexo), el secretismo del clóset, el proceso de salida del clóset, o las consecuencias del estigma social. Un caso tremendamente doloroso de esto último es el de la señora Dawn Stefanowicz.

Convengamos al menos que estos efectos no los sentirían Satya ni los niños adoptados por parejas glbtis ya constituidas. En este sentido, la normalización (legal, social) de las relaciones glbtis desincentivaría estas opciones y en consecuencia los potenciales efectos indicados aquí en hijos nacidos en esas circunstancias. Si el real mejor interés en niños -de carne y hueso, nacidos en realidades que aunque distintas no tienen porqué ser necesariamente perniciosas ni lo son- orientara leyes, políticas y costumbres, entonces la normalización de esas realidades debería ser no sólo deseable sino un imperativo social. Esa normalización resultaría en efectos legales (hijos sin categorías diferenciadoras odiosas, derechos de herencia automática, derechos de alimentos, educación y provisión de los necesarios de la vida, etc.) pero sobre todo, les daría a esas personas y a esos niños la muy importante sensación de igual dignidad y valor. Eso puede no significar mucho cuando se lo tiene por defecto, pero pesa cuando no se lo tiene, cuando expresamente no se lo puede tener. Que digan si no es así, todas las personas que tuvieron que calarse esa odiosa distinción de “hijo natural” o “ilegítimo” que hasta hace treinta años regía en el Ecuador. Y pesa con mayor carga en los niños, precisamente en quienes dicen estar tan preocupados los que se oponen al reconocimiento legal de las familias alternativas.

En todo caso, este prejuicio que nunca explica las razones concretas de oposición a adopción/crianza por parte de personas homosexuales, viene siendo desvirtuada cada vez más en distintas cortes. A propósito del caso de la jueza Atala Riffo (que Xavier Flores ya comentó aquí en gkillcity), este artículo recoge la discusión sobre el supuesto daño a los niños criados por parejas homosexuales y señala varios estudios que en distintos lugares arrojan resultados contrarios al prejuicio. (Ver aquí.) El caso más reciente es el decidido por la Corte Constitucional de Colombia que cuestionó la reversión de la adopción de dos niños por parte del periodista Chandler Burr cuando se enteró de la homosexualidad de éste. (Ver aquí.) Tanto en el caso Attala como en el caso Burr, el fundamento principal es que la orientación sexual no puede ser considerada per se como un peligro para la crianza de hijos propios o adoptados.

¿Estoy diciendo que cualquier pareja GLBTI está calificada automáticamente para adoptar? No. Yo estoy de acuerdo con que los procesos de adopción se lleven a cabo con la mayor acuciosidad para estar lo más seguros posibles de que es en el mejor interés del niño. No conozco los detalles, pero entiendo que se indaga en la persona y circunstancias de quien/es quiere/n adoptar. Yo he dicho y lo sigo sosteniendo que mi pareja y yo llenaríamos los requisitos objetivos de un proceso de adopción: somos estables financiera y emocionalmente, somos buenas ciudadanas (en el sentido más tradicional de la palabra); somos ambas profesionales consolidadas; podríamos brindarle a cualquier niño un ambiente de crianza intelectualmente estimulante y moralmente sólido. Vaya, discúlpenme si sueno arrogante pero de largo creo que ella y yo podríamos brindar un mejor ambiente familiar a un niño que muchísimas parejas naturales y adoptivas que conozco. Y no, nadie tiene porqué creerme. Puedo estar inventando aquí un personaje y una pareja diametralmente opuestos a lo que estoy diciendo. El problema es que por ley ni siquiera podamos someternos a la prueba porque de plano, sin ninguna explicación, se nos impide entrar al proceso. Eso se llama discriminación y eso priva a tantos niños del objetivo primordial de la adopción: permitirle a éstos un entorno mínimo que el orfelinato no le puede dar. Tanto es éste el objetivo, insisto, que al menos en el Ecuador, hay adopción individual (sin necesidad de estar en pareja. Otro ejemplo de familia “diferente”, por cierto).

Otra de las preocupaciones, igualmente degradante por cierto, es la posibilidad de que la adopción o crianza por parte de parejas homosexuales sea una escuela de adoctrinamiento y fábrica de más homosexuales. Si se fijan, aquí hay un serio error de hecho y otro de valor.

Primero, eso de que hijo de homosexual salga homosexualito tendría que ser probado y aunque dudo que haya un estudio en el Ecuador al respecto, se puede escudriñar la realidad pues. Sí, yo conozco al menos un caso en que la hija de una lesbiana es lesbiana también (no le echen la culpa al entorno eso sí, porque ella fue criada en ambiente heterosexual; la hija de mi amiga, en cambio, es heterosexual, pese a que ella sí vivió con la madre y su pareja). Pero, son muchos, probablemente los más, los casos de mujeres y hombres, con hijos e hijas que saben de la orientación de sus progenitores, que les conocen sus parejas, que han vivido o viven con ellas, y que no por eso se han “vuelto” homosexuales. Lo que sí parece ser, según indican Stacey y Biblarz, es que los hijos de parejas de lesbianas son menos ajustados a los cánones de género, los hijos resultan no tan agresivos y las hijas bastante más asertivas, que las crías de parejas heterosexuales. Y si no recuerdo mal creo que hasta más abiertos a experimentar en sexualidades diversas. Lo que los estudios -donde se han hecho- no demuestran es la “fatídica” correlación.

Pero, -y ésta es mi crítica más dura al miedo a la dizque fábrica arcoiris- ¿qué tal si sí hubiera la correlación? Si fuera el caso de que los hijos de homosexuales resultaren homosexuales porque eso son sus padres, la pregunta de fondo es ¿y? ¿Cuál es el problema? Sobre todo, ¿para quién es el problema? El problema, si lo piensan, es para las mismas personas que no pueden lidiar con la homosexualidad, pues. Yo no tendría problemas con la sexualidad de un hijo, sea que resulte heterosexual, homosexual, bisexual, trans, etc. ¿Ud sí? Si sí, espero que esté conciente de eso y reflexione si su preocupación por el niño es realmente por él o por ud y sus creencias/valores/prejuicios. Espero que bajo esa lógica se dé cuenta también que si van a seguir naciendo niños glbtis en el mundo -como va a seguir sucediendo quiéranlo o no, con leyes a favor o en contra- quizás sea preferible que nazcan de padres que por su experiencia de vida estén mejor equipados para prepararlos a enfrentar un mundo de fobias. Fobias que agreden, hieren, denigran, desgracian vidas y hasta matan. Ahora, por suerte, no se necesita ser glbti para entender esto. Uno de los artículos más hermosos que nos ha regalado gkillcity es el de la mamá del niño rosado, allá en los inicios de este proyecto.

Así que, yo insisto, quienes tienen problemas con Satya y sus mamás son las personas que no aceptan familias distintas de la formada por “papá, mamá y el nene”. Si ud no puede superar eso, entonces, admítalo, el problema es SUYO. Y si le causa mucho trauma, busque ayuda.

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A quienes están interesados en estudios científicos sobre p/maternidad alternativa, les recomiendo los siguientes artículos, algunos tienen acceso público en internet, otros no pero dejo las referencias completas. De lo que he revisado, ningún estudio avala, con datos, el supuesto perjuicio a los niños por el sólo hecho de la sexualidad de sus padres. Las críticas más fundadas tienen que ver con el universo de las muestras, que con el tiempo se va ampliando. Hay una tendencia -interesante para mí- en investigar la construcción de roles y las familias como entidades sociológicas. En cuanto a la situación legal, vale anotar que los mayores avances contra la discriminación se dan vía acciones legales y los mayores retrocesos, vía acciones parlamentarias o consultas populares. Y eso dice mucho: en las cortes se discuten y contraponen argumentos; en los parlamentos y en las urnas, cuentan más los votos que los argumentos. Pero bueno, ahí vamos. De a poco, la gente se va educando.

Asociación de Psicología de los EEUU, “Estudio Gay and Lesbian Parenting” (Sobre padres/madres gays y lesbianas”), 2010

Nanette Gartrell y Henny Boss, “US National Longitudinal Lesbian Family Study: Psychological Adjustment of 17-Year-Old Adolescents” (Estudio sobre la Familia Lesbiana en EEUU: adaptación psicológica de adolescentes de 17 años), en Pediatrics, revista oficial de la Asociación de Pediatría de los EEUU, 2010

Rachel H. Farr, Stephen Forssell, Charlotte Patterson, “Parenting and Child Development in Adoptive Families: Does Parental Sexual Orientation Matter?” (2010) 14 Applied Developmental Science 164

Gregory M. Herek, “Legal Recognition of Same Sex Relationships in the United States. A Social Science Perspective” (2006) 61 American Psychologist 607

Michael J. Rosenfeld, “Non-Traditional Families and Childhood Progress Through School” (2010) 47 Demography 755

Timothy Biblarz and Evren Savci, “Lesbian, Gay, Bisexual and Transgender Families”. (2010) 72 Journal of Marriage and Family 480

Artículo de periódico: “Gay couple leaps “walls” to adopt son” Edmonton Journal, Febrero 19, 2007

Verónica Potes