No hay duda de que es simplemente fantástico. ¿Te imaginas? Hacer y deshacer, andar cuando quiero y parar si lo deseo. Mantener una postura señorial ante todo y todos porque, al final de cuentas, yo decido. Vociferar, ultrajar, inducir al miedo. Sentir que todo está bajo control, y si no lo está, no importa. Mirar sobre el hombro, la ceja, el intelecto de otro ser, quien, irremediablemente, tendrá que calarse lo que yo haga.
La regalada gana es un don y tiene poco de “presente”. Nadie te la obsequia o remata. Es un arte que lo dominan pocos. Seres escogidos, con la capacidad innata de destruir sus vidas y la de los demás si es necesario con tal de satisfacer su necesidad básica: ser el mismo. Y ese SER puede llegar a los extremos de la bondad o de la idiotez. Y la mata da de todo.
Hitler fue uno de ellos. Llegó al poder a Alemania y se cansó de hacer lo que le placía. Convenció a millones de personas de sentirse superiores por ser más pálidos que el resto. Incitó una guerra sin cuartel y sin sentido contra Raimundo y todo el mundo. Hizo del nazismo una religión y del judaísmo una maldición. Mató, mutiló, coronó. Amó solo a unos cuantos y tan solo lo suficiente. Decidió hasta cuando acabar con su vida, y pese a todo lo lúgubre que se lee este párrafo, el mundo sigue hablando de él. Se convirtió en el ejemplo máximo a no seguir. Es su único legado.
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En Ecuador, en cambio, la “regalada gana” se conoció como concepto gracias a nuestro criollo representante (porque hasta el bigotito lucía) quien a fuerza de su extremada locura y soltura, convirtió esta frase en un ícono de la cultura política nacional. Abdalá fue en su incapacidad estadista y grandilocuencia con las masas genio y figura. Nadie como él para hacer lo que le dio la gana con un pueblo que confió en su lengua, para luego, nuevamente en un acto de confianza y ensimismamiento absoluto, vaciar las arcas estatales con gran desparpajo. Comió guata, cuy con las manos, cantó con los Iracundos, fue presidente de Barcelona y bailaba en la tarima. ¿Ídolo?. No para mí. Falló en algo crucial para quien se jacta de hacer lo que quiere: asumirlo y punto. Este señor nunca se sacó la máscara, sigue vociferándose mártir, impoluto, víctima. Y así no se puede elevar a los altares.
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Pero también existen contados humanos que hicieron de la regalada gana una oda a la vida. Jesús (Jebús para los amigos y director de esta página) se dio ese lujo: Predicó su verdad, amasó seguidores, pudo tener las amantes que quisiera pero decidió ser fiel… a su misión. Pudo haberse salvado pero tenía que morir como rockstar: joven, solo e incomprendido. Ahora es ídolo de multitudes y su leyenda va de generación en generación. Muchos hacen el bien en su nombre, otros, no tanto. Pero, ¿se imaginan que hubiera sido de él si se quedaba de carpintero?
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Grandes hombres y mujeres dejaron huellas en su paso fugaz por la vida gracias a no temer a sus instintos. Marcaron la diferencia al no soslayarse a regímenes, leyes, tratados y normas de conducta moral. Jesús no hubiera sido Jesús si hubiera sido católico. Los principios de la “regalada gana” es no tener principios, y si existen, construirlos en el camino. Eso sí, son rutas inconexas y únicas. Cada quien forma su destino y estará en libertad de “crear” una vida propia o tan solo “recrear” lo que todo el mundo hace.
Claro que habrá quienes se perfilen en decir que la “regalada gana” es un asunto amoral que puede llevar al humano a niveles de inconsciencia terrible. (el célebre Paulino Toral, habló de esto hace años, aquí ). ¿Y saben qué? A lo mejor hasta tienen razón. Pero que maravilloso sería miles de humanos siendo y haciendo ellos mismos sin tapujos al contrario de la mecanización incesante de sentimientos, imaginación y libertad a la que la estamos sometidos actualmente.
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Entiéndase. No es erróneo querer hacer lo que realmente queremos ser. Más, el riesgo a que eso entorpezca nuestra evolución hacia un humano más racional es real. Pero mientras hombres y mujeres sigan atados de manos y pies ante una sociedad que se determina por sistemas caducos, normas obsoletas y existencias sin sentido, el edificar desde la honestidad del pensamiento será la única alternativa para humanizar la humanidad.
Por eso, talvez, “la regalada gana” es una consecuencia de la coherencia que deben tener, nuestros actos, acciones y pensamientos. Si no se está dispuesto a ser íntegro, es muy difícil componer una vida que suene a sinfonía. No es preciso humanos perfectos, sino congruentes. Habrá quienes, aplicando ese concepto, tendrán las ganas de vivir a costas de los demás, pero así también quienes disfrutarán del servicio y apoyo mutuo. Y al contrario de lo que dicta la norma cultural de este mundo, creo que la mayoría somos de voluntad buena, de esencia justa, de amor a gran escala.
Lo creo y sostengo porque me da la regalada gana…
Link de hipervínculo a nota de Paulino
https://www.desdemitrinchera.com/2009/05/18/yo-amo-por-eso-hago-lo-que-me-da-la-regalada-gana/
Foto Bucaram : Diario de América
Ángel Largo Méndez