La garúa amenaza con crecer. Algunos alzan su mirada como pidiendo que la enorme nube se disipe. Pero no les importa mojarse e intentan animar a los curiosos que caminan cerca de la Plaza Gabriela Mistral, al norte de Quito.
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El volumen de la música impide conversar con normalidad y las banderas multicolores que ondean no pasan desapercibidas, pero tampoco queda claro qué sucede. Los carteles con la frase “¡Basta ya!”, junto a las imágenes de los pies de un cadáver o las de un colegial siendo acosado por sus compañeros, dan pistas de qué los convoca.
Enseguida, con un tono de animador de TV (de esos que modulan la voz para que hasta un mortuorio luzca alegre), un joven toma el micrófono y exclama “Cinco, cuatro, tres, dos, uno, besooo” y sostiene la O como si se tratara de un gol de la selección.
Ocho parejas, tres de lesbianas y cinco de gays, juntan sus labios y cuerpos y se besan. Algunos son apasionados y duraderos -el animador los invita a seguir- y otros son más tímidos y cariñosos.
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Termina de besar a su compañera y le acaricia el rostro sin desprender su mirada de ella. De pelo y camiseta azules, María Belén, de 18 años, confiesa que manifestarse públicamente es necesario para romper el esquema de la sociedad y mostrarle al resto que ellas están aquí. Entre risas añade que el beso público es para atraer a los heterosexuales, “les encanta ver un beso homosexual, les causa curiosidad y es una forma de convocarlos”.
La chica que la abraza por la cintura es su novia, quien escucha y observa mientras María Belén cuenta que hace dos meses que mantienen una relación y les parece absurdo ocultarlo.
Transcurren cinco minutos y el joven con el micrófono incentiva de nuevo a quienes lo vemos y escuchamos. “A la cuenta de tres, un beso que se escuche al otro lado del mundooooo”. La cuenta regresiva culmina y las parejas vuelven a ser el blanco de los 10 fotógrafos que intentan obtener la mejor toma.
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Ya no hay rastro de garúa. Las parejas ahora se besan bajo un sol de las 16:30 que ilumina, con cierto romanticismo, la Plaza.
Con los rayos de sol que achinan sus ojos y una sonrisa permanente Efraín Soria cuenta sobre la organización de esta convocatoria: “Pensábamos hacer un solo beso a las 16:30 pero desde las 16:00 que llegamos lo estamos repitiendo cada 10 o 15 minutos”. De estatura pequeña y tez canela, Efraín Soria, activista y presidente de la Fundación Ecuatoriana Equidad, confiesa que le hubiera gustado que venga más gente hoy; entre periodistas, curiosos, desubicados, activistas y ciudadanos que apoyan la causa no superamos los 50. Creo que la gente todavía tiene miedo de salir, agrega, pero la voz del micrófono lo interrumpe y Efraín hace caso al llamado. Besa a su novio que lo acompaña y coloca el brazo sobre sus hombros. Separan sus labios y sonríen en silencio.
Pero no todos los que se besan son pareja. Juan Pablo y Francisco son quizás los “besadores” que más llaman la atención. La duración de sus besos y caricias atraen a la mayoría. “Somos amigos”, se ríe tímidamente Francisco sin dejar de acariciar la espalda de Juan Pablo. “Pero creemos que es importante apoyar la causa de esta manera”.
La causa es el Día Mundial en Contra de la Homofobia, que se conmemoró el jueves 17 de mayo. La efeméride recuerda el día, hace 22 años, en que la Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud se eliminó a la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales.
Postales con “Basta ya” y pulseras de “Levántate, dile NO a la homofobia” son repartidas mientras las banderas ondean, los presentes bailan, los fotógrafos buscan nuevos ángulos y Lady Gaga suena. En el ínterin, entre beso y beso, las parejas danzan. La electrónica, JLo, Beyonce y Britney animan sus movimientos y brincos en respuesta a “¡El que no salta es homofóbico!”.
“Un grito por el amor lésbico, por el amor gay, por el amor bi, por el amor trans, por el amor hétero”. Un “wuuuu” de los presentes termina cada una de las celebraciones del amor. “El amor no discrimina y un beso es para manifestar nuestro cariño y afecto”, continúa entusiasta el animador.
Son las 17:00 y como ya lo había anunciado el encargado del micrófono, la fiesta se acaba. “Pero tranquilos, pueden seguir besándose si quieren”.
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Isabela Ponce Ycaza