Estimado Paulino:
Quienes conformamos GkillCity.com ejercemos nuestro derecho de manifestarle nuestras impresiones sobre la carta pública que usted expresamente le dirige a Karla Pesántez, periodista de revista Vistazo, por la publicación del artículo “Familias diversas” en la edición del 4 de mayo de 2012.
A la periodista Karla Pesántez, Paulino, usted la acusa de “ubicarse en el espacio destinado a un periodismo deshonesto”. La razón para semejante acusación es porque usted sostiene que en el artículo de la periodista la selección de los hechos y de los testimonios y opiniones son favorables a la “ideología
de género”. La acusa por ello de “informar a medias” con el “clandestino propósito” de “deformar las mentes” y de presentarse como “moralizador del país”. Dato curioso: el artículo de Pesántez presenta una serie de hechos culturales, estudios, cifras y estadística, así como opiniones de un especialista en derechos humanos, del presidente del observatorio GLBTI, de una abogada, de un padre de familia, de tres psicólogos clínicos (dos de ellos contrarios a la “ideología de género”) y del arzobispo de Guayaquil, Antonio Arregui. En ningún momento moraliza: presenta, con todos estos antecedentes, las evidencias de un cambio cultural del concepto de familia en sociedades liberales (representado en productos culturales de consumo masivo y en modificaciones legislativas) al tiempo de presentar también la opinión de la máxima autoridad de la iglesia católica en el Ecuador y una visión crítica de los modelos “homoparentales” de familia. Parece lo adecuado (al menos en una revista no eclesiástica) para que cada lector tenga los suficientes elementos para formarse su propio juicio.
Pero según usted, Paulino, esa redacción no es la adecuada, ni periodística ni moralmente, para una revista “culta” que está “en todos los hogares”. Porque las acusaciones que usted realiza contra la periodista Karla Pesántez no se detienen solamente en el plano del buen o mal periodismo, sino que las convierte usted en motivo para una acusación moral. Usted acusa a Pesántez de participar en una “jugada destructiva” del concepto de familia, de difundir “el mal y la mentira”, de degradar “la libertad en libertinaje” y de degenerarse en “periodismo corrompido y corruptor”, para convertirse en “cómplice y encubridor de la corrupción de toda una masa humana, incluyendo a los niños, adolescentes y los jóvenes”. Por escribir el artículo “Familias diversas”, usted la encasilla: “Vergonzosamente, usted se ubica dentro del corrupto movimiento de género”.
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Ahora, ese es su verdadero enemigo, Paulino: la “ideología de género”, a la que usted le endosa, en repetidas ocasiones, los calificativos de perversa, manipuladora, corruptora, deshonesta, maquiavélica, atea e inhumana. Una ideología de género, sobre la que según cuenta usted Paulino, “todo el mundo sabe” que tiene “como estrategia la manipulación del lenguaje y la Prensa, para así corromper hábilmente las conciencias”, en razón de lo cual, si una publicación difunde información sobre la “ideología de género”, dicha publicación “se ubica dentro de la corriente de esa perversa ideología esencialmente manipuladora”.
Por eso tiene usted, Paulino, esta singular idea en materia de libertad de información, según la cual la difusión de información periodística sobre la perversión que es la “ideología de género” sólo puede hacerla un “periodismo inepto y sin un mínimo de categoría profesional” que no está al tanto de dicha perversidad, o un “periodismo maquiavélico” que está al tanto de dicha perversidad, pero “que no se detiene ante ningún medio para conseguir la corrupción de los lectores”. Su conclusión, Paulino, es que de lo perverso (o de lo que la iglesia católica considera como perverso, mejor dicho) no debemos hablar: el que agite el avispero (el que presente información que pueda poner en duda los dogmas de fe) solo puede ser un inepto o un malvado. Lo que los miembros de la iglesia católica digan que es bueno, eso es lo bueno.
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¿Y qué es lo bueno? Según cuenta usted, Paulino, “la familia como naturalmente la ideó Dios”. Porque en esa familia, los niños y los adolescentes captan “el sentido de Dios, el valor de la religión, la necesidad del matrimonio” así como “el rol del varón y de la mujer, establecido por Dios y la naturaleza”. Esa familia necesita el matrimonio, según dice usted Paulino, porque “unirse en matrimonio y formar una familia es de Ley Natural”. Según usted, el matrimonio “como institución natural, existe antes de Cristo y fuera de la Iglesia. La familia, igual”.
Recapitulemos, Paulino. Usted le dirige una carta pública a una periodista y la acusa de hacer mal periodismo y de contribuir a la corrupción de niños y adolescentes. Eso, porque difunde información sobre la “ideología de género”, que es perversa, manipuladora, corruptora, deshonesta, maquiavélica, atea e inhumana y que la difunden ineptos o malvados, que desconocen “la Ley Natural” y “el rol del varón y de la mujer establecido por Dios y la naturaleza”. En todo su escrito, Paulino, a pesar de tantas acusaciones y descalificaciones, no presenta usted mayores argumentos para sostener sus dichos. Para criticar la redacción del artículo de Pesántez incurre en una falacia ad ignorantiam (“¿Por qué, si no, cuenta lo positivo de las llamadas “familias alternativas”, y se calla los traumas psicológicos y los descarríos morales que ellas generan? ¿Por qué no cuenta también lo positivo de las familias naturales?”) y el resto son afirmaciones de dogmas de fe: que dios ideó esto y estableció estos roles, que tal es “la Ley Natural” y otros enunciados similares que no se sostienen en evidencia ninguna, solo en la fe. Dos citas de autoridad sin ninguna relevancia para el contenido de la doctrina cristiana y dos ejemplos ficticios que, por sí mismos, no prueban nada.
Su carta pública a la periodista Karla Pesántez, Paulino, es maniquea: de su contenido se desprende que por un lado están los buenos que defienden a la familia “como naturalmente la ideó Dios” y por el otro los malos que atacan dicha idea de familia desde la “ideología de género”. Karla Pesántez y todo periodista que difunda dicha ideología es malo también, o cuando menos, inepto.
Su carta pública, Paulino, es también discriminatoria e infundada. Es discriminatoria de conformidad con las leyes civiles e infundada de conformidad con la evidencia científica. Su carta pública niega la existencia de familias distintas al modelo tradicional y sostiene que el propósito de quienes defienden la ideología de género es “lograr la corrupción de los niños y adolescentes” por difundir la idea de familia homoparental. De manera reciente, la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso Atala Riffo y niñas vs. Chile declaró que “(…) ninguna norma, decisión o práctica de derecho interno, sea por parte de autoridades estatales o por particulares, pueden disminuir o restringir, de modo alguno, los derechos de una persona a partir de su orientación sexual” y que “la presunta falta de un consenso al interior de algunos países sobre el respeto pleno por los derechos de las minorías sexuales no puede ser considerado como un argumento válido para negarles o restringirles sus derechos humanos o para perpetuar y reproducir la discriminación histórica y estructural que estas minorías han sufrido”.
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Ahora bien, Paulino, demás está decir que la Corte Interamericana de Derechos Humanos es un organismo a cuya jurisdicción está sometido el Estado ecuatoriano y que, además, goza de justa credibilidad en el país, tomando en cuenta los últimos sucesos de carácter nacional en los cuales tanto la Corte, como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos han sido invocados como referentes y regentes vinculantes del sistema de derechos humanos regional.
Fundados en el criterio de la Corte, su carta es discriminatoria. Tal vez pretenda usted descalificarla acusándola de militar en la ideología de género, argumento que desde ya le anticipamos es un envenenamiento del pozo, que es otro tipo de falacia.
Por otra parte, la evidencia científica demuestra que los casos de corrupción de menores que usted menciona no tienen ningún asidero. Por el contrario, los niños criados por parejas lesbianas presentan un desarrollo psicológico normal.
Aún sin el estudio, que lo hace la Academia de Pediatras de los Estados Unidos, y que aporta evidencia verificable –y no someras opiniones desde el punto de vista personal-, ese es un argumento bastante infundado. Analice usted, Paulino, el caso contrario: las mayores atrocidades de la historia las cometieron hijos de familias “tradicionales”. Hasta aquéllos que asesinaron a Jesucristo, hombre y dios para los cristianos. No por eso sería válido afirmar que el problema radique en la constitución de la familia heteroparental.
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Tampoco es cierto que la institución del matrimonio no ha sufrido reformulaciones. Basta un vistazo a la historia. Por ejemplo, no hace muchas décadas, en el Ecuador la mujer casada era civilmente incapaz. Ni qué decir de anacrónicas disposiciones que prohibían el matrimonio de un blanco con un negro, o aquéllas en que el matrimonio convertía a la mujer en propiedad del esposo.
Todos esos cambios que nadie, ni siquiera usted, Paulino, se atrevería a señalar como contraproducentes, desafiaron alguna vez la institución matrimonial y la obligaron a estar al tanto de la progresía de derechos que ha permitido que en la actualidad se viva un ambiente de mayor respeto a la autonomía de las personas y las decisiones que ellas toman sobre sí mismas y sus cuerpos. Hay retrocesos, hay muchas deficiencias, pero en líneas generales el creciente respeto al ejercicio de ciertas libertades usualmente vetadas de la autonomía personal es la tendencia.
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Éste, a pesar de lo que usted pueda pregonar, es un mundo mejor.
Por eso la admonición que usted hace a la periodista Karla Pesántez, desde su púlpito no sólo es infundada, discriminatoria y anacrónica, sino, además, autoritaria. Sí, autoritaria porque deviene de la falsa noción de que un prelado pueda verter comentarios carentes de fundamentos científico y legales en actitud persecutoria en contra de una periodista cuya falta únicamente ha sido limitarse a expresar lo que a usted, Paulino, le parece peor.
Y pensar que alguna vez los perseguidos fueron los cristianos.
Atentamente,
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