El 3 de Marzo cerca de las 4:00 a.m un guardia municipal encuentra a Daniel Zamudio inconsciente y con graves heridas en el Parque San Borja. El joven chileno fue brutalmente golpeado por un grupo de neo-nazis debido a su tendencia homosexual. Daniel asistía usualmente a discotecas orientadas al público LGBT y más de una vez mencionó haber sido severamente acosado. El suceso comienza a esparcirse entre los medios de noticia como pólvora, y llega a la capital ecuatoriana a horrorizar a sus habitantes. Como pasa en los pueblos más diminutos, el tema de “la homosexualidad” se pone de moda por un tiempo. Nace entre la ciudadanía un efímero impulso de desplegar un discurso pro-LGBT pero como todas las modas, este se desvanece con la llegada de una nueva temporada. Sin embargo, todos parecen estar de acuerdo en que un comportamiento tan anormal (el del grupo neo-nazis, claro) debe ser condenado con la pena máxima que la ley otorgue. Todos esperan que Zamudio se recupere pronto y salga vivo del coma al que fue inducido. Algunos inclusive piden por la salud de Daniel en sus plegarias diarias.
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Mientras tanto..
El Estadio Olímpico Atahualpa da la bienvenida a miles de hinchas futboleros que acuden para alentar a su equipo. El partido es Liga versus Deportivo Quito, los dos equipos de fútbol más importantes de la ciudad. En los graderíos se vive una verdadera fiesta. El consumo de cervezas y los cánticos de las barras son capaces de entusiasmar los ánimos más apagados: “El que no salta es maricón, el que no salta es maricón” gritan los miles de asistentes. Es quien haya ido al estadio para mirar el encuentro deportivo desde su banca y no se atreva a alentar al equipo de sus amores saltando de arriba abajo para salpicar sudor y testosterona de seguro tiene una tendencia sexual dudosa.
El mayor desplante que se puede dar entre estos dos grandes del fútbol no es en la cancha sino en la batalla de los modismos lingüísticos en donde la interrogante más importante es ¿“Quién es el marido de quién”? La divergencia no está en si pierden un partido o no, porque esto es parte del deporte y por lo tanto no sorprende ni defrauda. El verdadero desprestigio del equipo estaría si uno de los dos muestra comportamientos débiles, afeminados, homosexuales y por lo tanto reprochables.
LIGAY vs Deportivo MECO. Se reafirma que la superioridad está directamente vinculado a una relación en donde el ganador es siempre el hombre heterosexual. La única persona que puede ser homosexual en este popular deporte nacional es el árbitro. Cuando este sale a la cancha, todos le silban, le pifean y gritan “!Arbitro homosexual!”. Solo este ser abominable, corrupto, comprado, y asqueroso puede tener una tendencia de este tipo. Miles de agujas se clavan en el subconsciente de la fanaticada. El dolor y la vergüenza de aquel hincha con tendencia homosexual que sigue asistiendo a los encuentros futbolísticos por la pasión al deporte, refrena sus lágrimas, se niega a sí mismo y vuelve a su casa otra vez con el autoestima saboteada.
En la esfera política y social sucede algo similar. El antagonismo y protagonismo de sus actores está basado ampliamente en qué tan masculino o, en su defecto, afeminado es. En la Política por ejemplo, parecería preferible estar vinculado al mismo caso de la Narcovalija (40 Kilos de cocaína encontrados en la valija Diplomática ecuatoriana) donde se desenvuelven los meros machos y los que tienen harto sexo con féminas, que vincularse al “Circulo Rosa”. Acuñado por Fabricio Correa, el “Circulo Rosa” se refiere a un grupo de funcionarios que según él han creado conflictos dentro de la casa presidencial. Sin embargo el término también da cabida a la interpretación de que puede ser un círculo al que le falta fuerza testicular y en donde seguro se establecen relaciones homosexuales entre sus integrantes. Tal es así, que ahora a todo político que se cuestione su virilidad se lo cataloga como miembro del “círculo rosa”. La humillación hacia aquél que se siente atraído y ama a alguien de su mismo sexo es expuesta y difundida a toda voz por los personajes políticos más populares del país ¿Con que confianza puede un homosexual aventurarse en el campo político? Con la misma confianza con la que puede asistir a un simple partido de fútbol.
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La noche fría cae sobre Quito a las 7:00pm. Justo a la misma hora en que un jueves del pasado mes de Marzo un famoso orador cristiano proveniente de Colombia y todos sus feligreses se dieron cita en una de las iglesias más concurridas: La Iglesia de Fátima. El orador –un señor que bordeaba los 50 años, de contextura gruesa, con tono de voz cálido y acento barranquillero– llegó a dar una conferencia sobre “vida y género” en representación del grupo católico “Lazos de amor Mariano”. La charla es realizada dentro de la iglesia, donde se ha incorporado una pantalla para mostrar un video que trata sobre el tema que él más domina: género. La música de fondo es Carmina Burana de Carl Orff. El Predicador pregunta eufóricamente a la audiencia: “¿Los homosexuales dan vida?” y los asistentes extasiados y gritando con el tono propio de un festejo responden: “Noooooooooo”. El video muestra a mujeres con apariencia de hombres realizando vandalismo y a hombres con el pelo teñido y usando vestimentas de mujer sosteniendo carteles con imágenes de Satán. Es así como la capilla que supuestamente fue construida para hablar sobre amor, de repente se convierte en la trinchera donde se proclama guerra directa a todo el que es diferente. Todos los asistentes salen de la conferencia religiosa, listos para enfrentar a tanto “depravado” que hay en la ciudad. A organizar un retiro espiritual para que se curen. Está claro que la moral también es un arsenal.
Tras veinticinco días de agonía Daniel Zamudio fallece en la Posta Central, el principal hospital de urgencias de la capital chilena. El desenlace de esta trágica noticia llega una vez más a escandalizar los oídos quiteños. En la fila del banco, en los restaurantes, en las reuniones familiares, en las redes sociales, afuera de misa, todos reprochan lo ocurrido y juzgan con voz palpitante a todo aquél que violenta en contra de los derechos de un homosexual. Comentarios desesperanzados se escuchan como eco. Dotados de una iluminación casi divina, los capitalinos vociferan a sus largas y anchas que “aunque el homosexual no es normal” hay que respetarlos. Todos concuerdan que la causa por la cual Daniel Zamudio fue agredido es atroz. Por suerte y para tranquilidad de todos, Chile queda bien lejos de aquí.
Andrea Costales