Buena parte de lo que sé sobre puesta en escena, posición y movimientos de cámara, fotografía, dirección de actores, sonido y montaje lo aprendí en la escuela de cine. El resto se aprende filmando y viendo películas para estudiar sus secretos, como quien observa con detalle los trucos de un mago para descifrar la ingeniería que esconde un acto de magia. Hasta hace algunos años, pensaba que el cine se trataba solamente de eso: la construcción de un truco cuyo valor se refleja en el encanto – o desencanto – que genera en la audiencia. Convencido de que un buen documental o una buena película bastaban para que tengan una audiencia mundial, fui al European Film Market del festival de Berlín en 2008. Tenía, literalmente, un par de guiones y una película documental en mi mochila. Mi plan era tan ingenuo como sencillo: hablar con una productora o distribuidora de alcance mundial y venderle mis trabajos. Obviamente fracasé. Apenas entré al Film Market, comprendí que lo aprendido sobre cine hasta ese momento era apenas una fracción de lo que necesitaba.
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El European Film Market se parece más a Wall Street que a una exhibición de arte. Y esa es la dinámica de cualquier mercado de cine que se considere importante en cualquier parte del mundo. La gente que se mueve en esos terrenos hace negocios todo el tiempo y mueve millones, muchísimos millones. No en vano la industria del entretenimiento (que incluye videojuegos y salas de cine) es la décima más rentable del mundo, superada solo por las industrias de la droga, prostitución, armamento, banca, pornografía, petróleo, farmacéuticas, alcohol y apuestas (gran lista, ¿eh?). Si deseas acudir al European Film Market para reunirte con un ejecutivo de Fortissimo Films (productora y distribuidora de gigantes asiáticos como Park Chan Wook o Won Kar Wai y que en esa ocasión anunciaba una película sobre Bob Marley dirigida por Scorsese) deberás hacer una cita con seis meses de anticipación y una vez ahí, con suerte tendrás entre 5 y 10 minutos para convencerlo de que tu proyecto vale la pena entrar en su larga lista de proyectos en consideración. Para persuadir a un productor ejecutivo en esos terrenos, necesitas mucho más que una buena historia bajo el brazo. Necesitarás tener claro qué socios estratégicos tendrás en tu película, qué fuentes de financiamiento y sobre todo, una frase que detesto: “conocer tu mercado”. Es decir, a quién le va a interesar ver tu película, cómo distribuirla de manera eficaz y cómo hacer dinero con eso. Yo tenía un par de guiones y Dvd en mi mochila y no había agendado una cita con nadie. Entonces opté por observar y aprender todo lo que hasta ese momento nadie me había enseñado en la escuela de cine.
Básicamente un mercado de cine está lleno de stands de productoras y distribuidoras que venden sus películas a otros mercados y a la vez evalúan proyectos que más tarde se convertirán en películas. El festival de Berlín es el más importante de Europa, junto con el de Cannes. Ambos festivales cuentan con mercados donde confluyen los verdaderos protagonistas de la industria: productores ejecutivos, agentes y grandes corporaciones. Para una película, ganar un premio o recibir buena crítica en esos festivales, prácticamente garantiza un deal importante para su distribución en salas de cine, DVD y otros medios alternativos. Es allí donde las papas queman. Es allí donde cualquier película debería estar si su aspiración es llegar a mercados internacionales. Si una película no ha sido comprada por un distribuidor, normalmente son las comisiones de cine de cada país quienes representan películas locales y les buscan un mercado. Así, pude ver stands de Brasil, Argentina, Colombia, Venezuela, Perú, Panamá, República Dominicana, Chile o Costa Rica. No había un stand de Ecuador. Tampoco había algún paisano productor, levantando proyectos. Yo era el único ecuatoriano parado en el corazón del mercado de cine europeo. Y apenas comprendía lo que allí pasaba. Desde entonces, han pasado cuatro años y esencialmente la situación, más allá de algunos esfuerzos aislados, es la misma: como país, no estamos peleando un espacio en la industria de cine mundial.
En Berlín apendí algo que debería ser una lección de primer año para cualquier estudiante de cine (no importa su especialidad): una película no termina cuando está lista para el público. En realidad, es ahí cuando comienza. Su estrategia de distribución debe estar clara incluso antes de empezar a filmar, porque de nada sirve invertir tanto dinero y energía solo para que algunos cinéfilos vean la película en festivales y tenga una distribución local. En Ecuador, la mayoría de películas de ficción han llegado a salas de cine, con distintas suertes. Pero aún siendo un éxto de taquilla local, el retorno del dinero es escaso. Sin una proyección internacional, la mayoría de películas ecuatorianas dependerá siempre de subsidios y nuestro cine nunca entrará en el mapa mundial. Analicemos el caso de Pescador, la última película de Sebastián Cordero.
Si bien no son públicas las cifras oficiales, los que estamos involucrados en el mundo del cine sabemos que Pescador costó aproximadamente $ 800.000. No es la película más cara ni la más barata que se ha producido en nuestro país, pero para el mercado local, la cifra es promedio. De acuerdo a Fernando Vallejo, distribuidor del film, Pescador tuvo entre 15 000 y 17 000 espectadores en su primer fin de semana (al momento de escribir este artículo, estaban por confirmarse las cifras de Cinemark, por lo que la cantidad es aproximada). Vallejo proyecta la primera semana de Pescador en unos 25 000 espectadores. La cifra es buena, pero no ideal. Un éxito de taquilla para una película local sería lograr unos 35 000 espectadores por semana. La proyección que realizó Vallejo para Pescador es de 118 000 espectadores antes de salir de cartelera. De alcanzarse esa cifra, los productores de la película recaudarían algo más de $200 000, casi el 47% del total de la taquilla: apenas el 25% del costo de la película, que se proyecta en 23 pantallas a nivel nacional.
Por tratarse de una coproducción con Colombia, es probable que Pescador también tenga una distribución en ese país. Habría que analizar el número de pantallas y espectadores que logra, como para determinar si sumando las taquillas, Pescador logra recuperar los costos de inversión. Es allí donde entran los subsidios y de alguna manera facilitan la realización de una película para el productor. Sin embargo, lo que debe pasar con Pescador para que se convierta en algo rentable es muy sencillo: debe lograr distribución internacional. Pescador cuenta con una ventaja: Sebastián Cordero es ya un director internacional. Su nombre, su marca, tienen valor. Y ese valor abre mercados. ¿Pero qué ocurre con otras películas?
El caso de “A tus Espaldas”, del director Tito Jara, es interesante. “A tus espaldas” fue un hit mientras estuvo en cartelera. Logró más de 110 000 espectadores en pocas semanas y seguía llenando salas cuando fue retirada de pantalla debido al estreno nacional de “Piratas del Caribe”. Es decir, ni siquiera ser un éxito de taquilla la libró de ser menospreciada por las salas de cine locales. Pescador tiene un problema similar: en 4 semanas se estrena “The Avengers” y puede que Cordero y Blanquito queden a su suerte, al margen de si el público les da o no preferencia. Si bien el público no le dio la espalda, “A tus espaldas” no recuperó el monto de inversión.
Esas son las circunstancias con que se exhibe el cine nacional: competimos con los grandes títulos de Hollywood y nuestra presencia como país es prácticamente nula en los mercados internacionales más importantes. En ese sentido, habría que preguntarse si lo mejor que puede hacer el Estado por el cine es subsidiarlo. Si bien los subsidios son importantes para empezar a mover una producción, también son una clara señal de que no pensamos en términos de industria. Una industria no necesitaría subsidios estatales, porque sería capaz de vender sus productos a un mercado con un importante margen de rentabilidad. Incluso el Estado, como ocurre en otros países, podría ser el representante de varias películas y ganar dinero con su distribución, en lugar de perder dinero produciendo. Y es que el reto es tan claro como complejo: las películas requieren espectadores para existir, no subsidios para sobrevivir.
Si algún día queremos hacer del cine una industria, el primer paso es cambiar el chip que tenemos en la cabeza: las películas no son obras de arte a subsidiar. Las películas (arte o no) son productos que tienen un mercado local y mundial… y es necesario conquistar esos mercados. Un solo fin de semana en el mercado asiático, con pocas pantallas, podría significar la taquilla de Ecuador de seis meses. ¿Qué hacemos poniendo toda energía aquí? ¿Por qué no tenemos 20 productores vendiendo nuestros proyectos en el European Film Market como tienen otros países de Latinoamérica? Puede que tome años o décadas llegar a consolidar una industria. Pero ese es el único camino a recorrer si queremos un cine diverso que se dirija a un público diverso y cuya realización dependa únicamente de la preferencia de las audiencias y no de subsidios estatales.
Puede que sea una tarea titánica, pero es hora de empezar: hay que salir a vender nuestras películas en los grandes mercados internacionales.
Carlos Andrés Vera