A.T.: La teoría marxista comienza, de a poco, a tener una nueva y fuerte acogida en América Latina y diversas partes del mundo, en el contexto de nuevas crisis que se mueven en sincronía con el fiasco y la miseria a la que las políticas neoliberales condenaron a un gran sector de los pueblos. Y luego de la reciente crisis de los subprimes del 2008, junto con el pronto contagio y el tambaleo del sistema financiero internacional, se comenzaron a visibilizar nuevos centros y periferias que amenazaban con una reconfiguración económica -y, por ello, política- mundial. Es en este escenario donde se empieza a escuchar, una vez más, a ese discurso crítico-revolucionario de Marx: un discurso -para decirlo en palabras de Bolívar Echeverría- siempre parasitario, en tanto está ahí no para sobreponerse con un discurso mucho “mejor” que el dominante; al contrario, se trata de un discurso que deconstruye, que ataca desde adentro a aquel cuerpo de saber producto de la modernidad capitalista. Así, ediciones y textos que habían dejado de circular en librerías, se reimprimen en diferentes editoriales.
Es en este contexto que, junto con Juan Fernando Carpio, economista de la escuela austríaca de economía, analizaremos temas clave de la teoría marxista; y que, esperamos, sea útil para retomar este necesario debate, visto desde dos posturas profundamente opuestas, pero que hoy comienzan a esgrimir importantes argumentos entre ellas.
J.F.C.: El pensamiento marxista sigue siendo el sustrato de la mayoría de intelectuales y comentaristas incluso en la llamada “derecha” (clasificación binaria que nos propone la “izquierda” al autodenominarse así de vez en cuando). Esto no significa que hayan leído a Marx sino que las ideas son una especie de sedimentos conceptuales que se transmiten miméticamente entre seres humanos. Pero la propia doctrina marxista no es sino una fusión de tres nociones que forman la base de su edificio. Aquellas son: la teoría laboral del valor (y de la alienación como corolario) de David Ricardo (discípulo de Adam Smith), el positivismo legal francés (la doctrina de que la sociedad puede ser moldeada mediante leyes y que éstas se cumplirán sin efectos no-intencionados) y el historicismo alemán (la idea de que no existen leyes económicas sino fenómenos irrepetibles según tiempo y lugar).
Por invitación de @arduinotomasia quisiera pasar a comentar algunas de esas doctrinas cuando ya fueron integradas en el pensamiento de Marx, para los lectores de GkillCity.
Sobre la alienación
J.F.C.: Marx sostiene que el trabajo asalariado aliena (distancia, separa) al obrero (trabajador manual) de los frutos de su trabajo. Mediante el paso entre M, C y M1, el trabajador ofrece su trabajo -supuestamente siempre un commodity o bien ordinario- como mercancía que al intercambiarse por dinero y luego pasar a ser otra mercancía (el bien final) pero pierde la plusvalía en el proceso. Es decir, el capitalista (empleador) no le “entrega” el total de los frutos de su trabajo. Se queda con una parte y de ahí sale la ganancia empresarial, reza el marxismo. Sin embargo esto no es cierto ni antropológicamente ni teóricamente. Este error viene de doctrinas de Adam Smith y David Ricardo, sobre el salario como forma originaria (de la cual salen las demás en sociedad) de ingreso y sobre el costo de producción sobre el origen del valor, respectivamente. Estos errores de Adam Smith y David Ricardo llevan directamente al marxismo. Concentrémonos en la alienación (explotación) en esta breve sección pues en el tema ricardiano de marras nos enfocaremos en la siguiente.
Hubo ya un esfuerzo sagaz de Böhm-Bawerk (economista austriaco) por refutar a Marx explicando que los salarios son más bajos hoy pues son el valor descontado en el tiempo de su fruto futuro. Es decir, una farmacéutica paga 5 años de salarios sin saber si se venderá o no su producto y por ende los salarios deben tener ese descuento. Me parece un ángulo interesante pero finalmente insuficiente. Que sea por adelantado no nos dice si es explotador el contrato asalariado o no, pues como dijo alguien (hay que atribuirle esta observación a @polificcion, Carlos Andrés Vera, que de hecho permite aclarar por qué la refutación de Böhm-Bawerk hasta ahí es insuficiente.)
A. T.: Comenzaré con Cueva, quien plantea que al abordar el concepto de enajenación, debemos preguntar si estamos o no hablando de un simple efecto objetivo y subjetivo del modo de producción capitalista sobre los agentes sociales; es decir, indagar sobre si se trata sólo de una categoría descriptiva en clave marxista o, al contrario, de una categoría constitutiva del materialismo histórico y dialéctico. ¿Por qué? Porque es común citar los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, y es conocida la popularidad de los Grundrisse en los círculos académicos, ambos textos tratados con cierto tono místico (que termina por embarrar al marxismo de una connotación especulativa) y no fundados sobre la base de un fenómeno objetivo perfectamente cognoscible, en donde si bien Marx introduce consideraciones sobre el Entfremdung, se trata de una mera descripción que puede tender a “ocultar las líneas esenciales del mecanismo estructural que los produce, desviando constantemente la reflexión de Marx hacia un «lugar» teóricamente inadecuado”. Por ello, las consideraciones sobre la enajenación han de ser aproximadas no sin antes develar la relación entre la estructura y sus manifestaciones en instancias superestructurales; esto, en tanto nos planteemos la necesidad de instrumentos de crítica efectivos, en tanto pretendamos el desmontaje del discurso establecido con miras a una posterior reconstrucción de la percepción en torno a esta categoría: mirar los textos sobre el trabajo enajenado (principalmente) a través de la lógica de la fuerza de trabajo convertida en mercancía, como apropiación de la plusvalía, del trabajo impago; es decir, entenderlo como efecto inscrito en la propia matriz económica del capitalismo, como resultado del fenómeno de cosificación mercantil-capitalista.
Esto es lo que no terminó de entender, por ejemplo, Rothbard; quien escribe que una característica “esencial” del camino hacia el ideal comunista “es la erradicación de la división del trabajo”, dado que el centro del mencionado concepto era “la «alienación» individual del producto del trabajo”, por lo que, por ejemplo –se pregunta-: “¿cómo puede un profesor enseñar si no se le permite «alienar» sus servicios educativos al proveerlos a sus alumnos?”, en donde subyace la idea de que toda forma de cooperación habría de ser igualmente erradicada. Y donde le da una lectura parcial, cercenada, de los primeros manuscritos de Marx: no lo lee como un todo, sino que toma fragmentos anteriores a las formulaciones de un Marx más “maduro”, y es desde ese lugar sobre el que levanta la crítica; por lo que lo hace sin indagar en el examen marxista del proceso de trabajo en el modo de producción capitalista, en el que se articula que en tal proceso no sólo se producen mercancías sino donde el trabajador termina transformándose en una mercancía. Y analiza el fenómeno de la alienación como un mero divague de difícil aprehensión por su carácter difuso. Así, Rothbard llega a la errada conclusión de que para Marx “cualquier diferencia individual, cualquier diversidad entre hombres, son “contradicciones” a eliminar y reemplazar por la uniformidad del hormiguero”.
Es necesario, además, señalar esa visión “positiva” de Rothbard (en la línea de Mises) respecto de estos temas, respecto del modo de producción capitalista, y que es de gran importancia hoy que se produce un fenómeno que Chomsky ha venido denunciando: el problema de cuando se interioriza efectivamente la opresión. Chomsky recuerda que a mediados del siglo XIX en Estados Unidos, “el trabajar a cambio de un salario no era algo considerado muy diferente de la esclavitud tradicional”; asunto que era de común pensar, al punto de que “fue el eslogan del Partido Republicano, la bandera bajo la cual los trabajadores del Norte fueron a combatir en la Guerra Civil: «Estamos contra la esclavitud explícita y la esclavitud asalariada; la gente libre no se alquila a otros»”. Visión que se ha ido invirtiendo con prontitud y que ha ido interiorizándose, en lugar de rechazarla con miras a la construcción de un nuevo orden social.
Sobre la teoría del valor
J.F.C.: Como dijo Ludwig von Mises "Lo que da valor a la producción no es el trabajo y los problemas incurridos, si no que el trabajo esté guiado por la razón". O en palabras de Michael Novak "El origen del capital es la mente". Son los individuos quienes dotan de valor a los bienes en tanto les son medios para alcanzar sus fines. Nadie valora diamantes o agua o panes sino que aprecia satisfacer su hambre o deseo de agradar a su prometida con un anillo. El valor, lo valida la neurociencia, es simplemente el computador prioridades con nuestro cerebro. Y tenemos prioridades en un mundo de escasez pues algún día moriremos, a fin de cuentas. El costo de producción de algo que nadie quiere, no le hace valioso. Una camiseta de Argentina autografiada por Messi “contiene” las mismas 20 horas-hombre para producirla, pero es mucho más valiosa debido a que el valor es intersubjetivo en el mercado e inicialmente subjetivo (que no es igual que caprichoso) según escasez o abundancia.
La distribución en una economía al menos relativamente libre se da de acuerdo con el aporte más o menos intelectual al proceso productivo, recordando siempre que esté debe estar al servicio de las necesidades subjetivas de los potenciales y actuales consumidores. Sin embargo la relación de valor entre distintos bienes está sujeta a la ley de utilidad marginal. Esto genera un curioso efecto: sin hacer mayor cosa para el proceso económico, mucha gente vería mejorar su calidad de vida en una economía capitalista. Cuando digo capitalista por supuesto la precondición es una moneda sólida y de valor estable, entre otras cosas.
Cumplido ese requisito, encontramos fenómenos históricos como el ascensorista de la ciudad de Nueva York en los 1950's que mediante presionar botones todo el día en una tarea intrascendente donde las hay, podía proveer de una muy decente calidad de vida a una familia de clase media. El ejemplo apunta hacia su explicación: la misma tarea con el mismo ingreso nominal en moneda estable, ganaba en poder de compra real cada año. Esto se debe sencillamente a que el commodity utilizado como dinero se volvía relativamente escaso a la producción creciente en varias o casi todas las industrias a la vez, por sus mejoras en productividad y volumen productivo correspondiente. Evidentemente, quien participaba de tareas más productivas que un ascensorista, ganaba no sólo por la apreciación del dinero frente a los bienes producidos, si no que se generaba a sí mismo ganancia empresarial.
A.T.: La ley del valor que elabora Marx plantea que la fuente del valor es el trabajo humano invertido en el proceso productivo. Así, cuando nos fijamos en el precio de una determinada mercancía, nos damos cuenta de su valor en términos monetarios, pero esto en sí no permite responder qué es lo que da valor a las cosas; no permite contestar, por ejemplo, por qué unas cosas son más caras que otras. En ese sentido, lo que otorga valor a las mercancías es, desde la perspectiva de Marx, “la cantidad de trabajo requerida para su producción”. Lo cual no ha de confundirse con el incorrecto reproche de la teoría subjetiva del valor que sostiene que el error de Marx fue pensar que los precios son “determinados por los tiempos de trabajo invertido”; al contrario, como sostiene Astarita con mucha claridad:
Los precios de producción serán entonces los precios hacia los cuáles tienden los precios de mercado. Sin embargo, no deben considerarse puntos fijos, sino también móviles, dadas las variaciones de productividades relativas, así como los cambios que ocurren en la demanda, que dan lugar a cambios en las distribuciones de los tiempos de trabajo social.
Esto nos lleva luego, necesariamente, a preguntarnos por la cuestión del plusvalor: el trabajo impago, aquel del que se apropia el capitalista cuando el trabajador le vende su fuerza de trabajo a cambio de un salario; y que le permite al primero la acumulación de capital cuando ha iniciado el proceso productivo. Y es a esto a lo que se le llama explotación: el obrero produce más valor que el que recibe.
Porque ese subjetivismo de la escuela austríaca vería, por ejemplo, el caso de Emilio Botín –director de Banco Santander- como algo sin mayor reproche: el pago que hiciera Botín a dos altos cargos por la cantidad de 150 millones de euros: “si suponemos que un obrero medio gana al año 15.000 euros, los 150 millones de euros equivalen al trabajo de 10.000 trabajadores durante 1 año”, se plantea Francisco Umpiérrez para este caso. Pero, ¿de dónde salió esa ganancia empresarial? Desde la perspectiva marxista, no se pudo haber generado valor sin el trabajo humano invertido.
Esto se liga inevitablemente con lo anterior, y al que encuentro clave por el contexto coyuntural mencionado al inicio: si se quiere esperar –tomando en cuenta las actuales revueltas y reclamos en torno a la crisis europea- un cambio real, el análisis y perspectiva marxista es ante todo un discurso y herramienta crítica, que está ahí para ser usada como arma de revolución para superar esa “interiorización de la opresión”; de manera que se observe el caso del Banco Santander y se encuentre ahí una lógica de funcionamiento del capital perversa que debe terminar.
Comentarios breves sobre la crisis actual
J.F.C.: Debido a que el valor es subjetivo, sabemos que se valora los bienes de producción (insumos, máquinas, energía, fondos ahorrados) sólo en la medida en que sirven para producir precisamente bienes de consumo. Es decir, y aquí sí Böhm-Bawerk acierta largamente, que existe una imputación de valor en los procesos productivos. La tasa de interés intermedia entre procesos (es el precio del ahorro, por ende de la deuda) de corto y largo plazo. Así se coordina en el tiempo una economía: a través de proyectos que buscan maximizar aciertos y minimizar errores. No maximizar ganancias ni “satisfacción” como dicen los economistas neoclásicos, volviendo de la Economía una disciplina robotizante, pro-mezquindad y simplemente risible. Maximizar aciertos. El error de un entrepreneur es la oportunidad de otro en el mercado y las fallas tienden a compensarse entre sí: si un productor de pantalones hace muchos, tendrá que liquidar a precios bajos sus inventarios. Si hace pocos tampoco es buen negocio. Si esto es así -y por afán de lucro y orgullo de los empresarios, por nada más-, ¿qué puede causar una fractura tan grande como la recesión actual? La intervención -sea privada, que es muy difícil por el funcionamiento de clearing houses o estatal- en el mercado de capitales. Si se falsea la tasa de interés, se tomarán créditos como si la sociedad se hubiese vuelto largoplacista y estuviesen disponibles unos fondos prestables abundantes (abundancia baja el precio del bien, en este caso el ahorro). Habrá un boom no ya insostenible sino falso, y vendrán las quiebras y saneamiento tarde o temprano. En las doctrinas de Marx las crisis son el fruto de tensiones entre clases sociales que pujan por la plusvalía hasta estallar. Pero eso no es una teoría detallada, sino un alegato incompleto. Al igual que nunca dijo cómo iba a funcionar una economía socialista sino sólo como destruir (vía impuestos progresivos y centralización del crédito, como diría ahora un keynesiano cualquiera) la capitalista. Debe quedar claro que sin una teoría del valor subjetivo y entre etapas productivas, es imposible para el marxismo explicar por qué una crisis hoy y no hace 15 años y hace 30 sí pero no hace 45. Una idea de “fuerzas” difusas no explica, sólo declara. Punto para Böhm-Bawerk.
A modo de consideraciones finales: en computación existe el término GiGo, que significa “Garbage in, Gargabe out”. Siendo Marx no sólo brillante sino un apriorista (no un empirista y ni un antirracionalista como muchos de sus pretendidos herederos), debe quedar claro que sus razonamientos son equivocados pues sus bases son equivocadas. Pero las bases no son propiamente marxistas y adolecían ya de defectos antes de ser fusionadas en su doctrina. Al entenderlas, podemos rescatar cualesquier otra idea valiosa o interesante de Marx (si las hubiere) separando, como en todo pensador, la paja del grano. Al mismo tiempo, creo que es hora de leer mucho más a Eugen Böhm-Bawerk y otros austriacos que a diferencia de los superficiales neoclásicos (economistas matemáticos), sí pudieron sostener un debate de altura con el marxismo a lo largo de varias generaciones pues también ponen los fenómenos propiamente humanos en el centro del análisis.
A.T.: Mencionaba en otra edición el carácter multidimensional de la actual crisis del sistema capitalista (alimentaria, financiera, energética), que ha llevado a enormes protestas de masas alrededor del mundo pocas veces vistas en la historia moderna. Una lectura marxista permite indagar en las contradicciones inherentes del proceso de acumulación de capital que lleva a estos movimientos cíclicos, así como permite comprender el actual fetiche de los mercados financieros, el fetiche del dólar (un papel sin valor alguno; o, como planteaba Marx: “mientras que el oro circula por tener valor, el papel moneda tiene valor porque circula”, que nos obliga a replantearnos el significante riqueza); y que muestran, también (y en especial), la necesidad de una ruptura epistemológica tanto al nivel más visible del tipo de políticas adoptadas por los gobiernos, así como del trabajo que se realiza desde la academia.
Y es ante esta situación particular, de una crisis –de nuevo- no coyuntural sino estructural, que deben comenzar a plantearse estos temas desde la sociedad civil con miras a develar el funcionamiento del capital. A este respecto, por ejemplo, y dado que en Europa están asfixiados por el problema de una deuda que recae sobre los presupuestos públicos, se ve la necesidad de comenzar a movilizar a la sociedad para que lleven a cabo iniciativas como las auditorías integrales de la deuda; que más allá de si se consigue o no eliminar el pago de tramos ilegítimos y odiosos, permite conocer de manera empírica lo que se ha denominado «el sistema de la deuda»: un sistema que utiliza al endeudamiento público como herramienta para desviar fondos que alimenten al sector financiero; sistema que, por ello, debe ser desmantelado pero que necesita de la participación colectiva.
Una participación activa que permita conocer un sistema que opera desde el orden económico hasta el jurídico, y por ende manifestándose en el orden político, en donde este tipo de casos (como el de endeudamiento) es utilizado, en última instancia, como herramienta de dominación.
En conjunto, apropiarse de este discurso crítico-revolucionario marxista, recordando ese aforismo zizekiano de que “el momento de transformación subjetiva ocurre en el momento de la declaración, no en el momento del acto”, esto es: primero se toma posición, se declara la explotación, para luego pasar al acto y a la búsqueda de incidencia sobre las estructuras. Cuestión necesaria dada la coyuntura y el malestar que ha movilizado a cientos de miles a las calles.