Analizar con rigor un período histórico a la par de cómo se presentan los hechos que lo configuran siempre ha sido una empresa altamente difícil de realizar. Para el caso de Guayaquil, cuya trama política es muy compleja, quizás la mejor manera de comprender su intrincada dinámica es separar cada nudo problemático en unidades de análisis simples.

Sin embargo, existen temas que están presentes a lo largo de la línea de tiempo que surca la totalidad de una etapa o período histórico. Es el caso del período que comprende la permanencia del Partido Socialcristiano en el poder municipal hace 19 años en Guayaquil.

Hay una línea constante en el discurso político durante ese período: el de la filosofía económica sustentada por la clase dirigente o élite local.

Si se hace un corte al discurso de Nebot en el último tiempo, se ve cómo éste se ha volcado cada vez más en enfatizar las bondades de lo que él mismo llama “Modelo de Desarrollo”.

Visto lo anterior, es posible aseverar que ese concepto es en sí mismo una unidad de análisis que se desprende del discurso macro que domina la línea de tiempo antes descrita.

Hoy en día es evidente que Nebot usa el concepto de la Autonomía contra la permeación de las lógicas de planificación centralizada- que de forma tibia en años pasados y que de manera decidida en el presente- el gobierno central busca aplicar al manejo de la cosa pública.

Asimismo, las autoridades municipales utilizan como un escudo protector el discurso del “Modelo de gestión o de desarrollo de la alcaldía de Guayaquil” cada vez que se cierran en sus posiciones antagónicas y beligerantes hacia aquellos actores políticos e institucionales que osen cuestionar sus políticas públicas, sus posturas ideológicas o sus concepciones sobre el progreso.

El objetivo de este artículo no es recrear un conflicto en el marco de la dialéctica gobierno centralista-gobierno autónomo; sino más bien desde un enfoque sencillo basado más en la teoría abstracta que en el análisis coyuntural.

De esta manera, será posible dar cuenta de ciertas características que posee el líder socialcristiano que hablan de la astucia con que desempeña el manejo del municipio (basado en mecanismos tácticos, útiles únicamente para mantener latentes las pugnas) que le permiten perpetuarse en el ejercicio de su poder omnímodo.

Nebot no es un líder orgánico, sino un líder funcional.

No es el líder que representa a un pueblo, sino a una élite que, a su vez, ha cooptado vía mecanismos clientelares a una porción de dicho pueblo; vale decir, electorado. Este electorado debe ser entendido como un agregado tan heterogéneo y diverso como heterogénea y diversa es la naturaleza de los intereses de los grupos de poder guayaquileños[1]

Esto determina que la naturaleza del “modelo de desarrollo”, que a todas luces es funcional al esquema, lo que el sociólogo urbano Jordi Borja llama “Ciudad Negocio”[2], se convirtió en una idea similar a la de Autonomía; idea que ha sido apadrinada por la oligarquía y el patriciado desde la llegada del socialcristianismo al poder.

El sistema de creencias y valores construido por oligarcas y patricios que posiciona la noción de falso desarrollismo -que alimenta y da sentido a sus intereses- es un correlato construido a lo largo de décadas, incluido en otro concepto tan antiguo como afecto a su ideología: el civismo guayaquileño.

Que en Guayaquil exista un alcalde que es la viva representación de todo lo que simboliza la derecha, es también fruto del proceso histórico de acumulación capitalista; producto de la conformación y evolución del modelo agroexportador. Este modelo, empero, ha sufrido transformaciones producto de la naturaleza dinámica de las relaciones económicas internacionales. No obstante, sigue presente la cualidad estática de la superestructura socio-económica que maneja los hilos de la ciudad desde el control del poder político.

Volviendo al tema del “Modelo de Desarrollo” que defiende Nebot, se debería utilizar sus mismas declaraciones para crear contradicciones en su discurso:

“Guayaquileños y ecuatorianos, busquemos en libertad y con fórmulas ecuatorianas, el crecimiento económico, el pleno empleo, el aumento de la capacidad compradora de nuestros salarios y el bienestar colectivo. Otros están derrotando a la pobreza con un capitalismo ético o con un socialismo de mercado. ¿Por qué nosotros no?

El estado y el mercado tienen un papel distinto e irremplazable. El premio nobel de economía Joseph Stiglitz lo resumió así: “no soy tan tonto para creer que el estado va a resolver los problemas del mercado, ni tan ingenuo para pensar que el mercado va a resolver los problemas sociales”. Ya es hora de que nosotros dejemos de ser tontos o ingenuos. Tomemos la extraña resolución de ser razonables y emprendamos unidos el camino al progreso. ¡Los pobres lo exigen!”[3]

La cita evidencia que Nebot ha posicionado equivalentes y válidos a un “capitalismo ético y a un socialismo de mercado” como modelos de economía solidaria y equitativa para derrotar la pobreza.

Basta citar, a guisa de ejemplo que no resiste ninguna subjetividad, el acoso y persecución constante e implacable que el alcalde realiza contra los vendedores autónomos -los "informales"-. Si esa postura es reflejo de un socialismo de mercado en lo micro, es posible imaginar los abusos a los que los ciudadanos se verían expuestos en caso que esa represión sea aplicada a nivel macro.

De esto se extrae una primera conclusión, acerca de por dónde se debe conducir una estrategia para implementar un ideario liberal reformista[4] que contraste al marcadamente liberal mercantilista de la sociedad guayaquileña.

La estrategia en mención debe comportar un modelo que sea inclusivo y con rostro humano. Se debe empezar a mencionar dispositivos modernos de participación política en el manejo de la economía, tales como: Presupuestos Participativos[5] y Economía Popular y Solidaria para que sirvan de modelos alternativos para ser ensayados por quienes ocupen en un futuro la alcaldía de Guayaquil. De esta manera se contrastaría y dejaría sin asidero la visión de la política económica que tiene Nebot.

No obstante, en la ciudad existe un orden social dependiente de la ilusión del cemento que ha construido un imaginario muy arraigado en su conjunto, en el que se asocian pasos a desnivel y adoquines al aumento de la autoestima y el orgullo de ser guayaquileño o vivir en Guayaquil. Ecuación perversa, sin duda, que puede y debe ser revertida en aras de la reedificación de la tan devaluada noción de ciudadanía; noción que pugna por recobrar su real sentido, hoy alejada de lo que su esencia supone.

Con base a lo expuesto, y tomando en consideración que sólo a partir de la captación del “poder político secuestrado” por la élite es factible intentar el proceso de cambio que tanto reclama Guayaquil, cierro el presente ensayo con un par de preguntas abiertas a la vez que planteo un desafío:

¿Es posible lograr ese anhelado cambio solo y a partir de la renovación de la actual superestructura? y ¿Existen en el presente las condiciones para reemplazarla por otra, conformada por una nueva clase política coherente con las  necesidades y desafíos que su gestión impone?

[1] Prueba de ello son las ciudadelas populares satélite o invasiones, en las cuales ejerce su control a través de la delegación de los caciques locales que reproducen el poder verAnclatical y autoritario de la misma manera a como la ejerce el alcalde. Estos caciques son en esencia operadores políticos que velan por la adhesión del voto cautivo en los segmentos sociales controlados.

 

[2] https://www.revistateina.org/Teina4/dossierjordiborja.htm

 

[3] Discurso de Jaime Nebot, de la sesión solemne del 9 de octubre de 2007

 

[4] Nota del Autor: El concepto “Liberal Reformista” empleado en el presente artículo, es tomado de la acepción propuesta por los teóricos de la Democracia Participativa proveniente de la tradición anglosajona, especialmente la norteamericana, equivalente a Welfare State o Estado de Bienestar.

 

[5] Cabe recordarle a los funcionarios municipales la existencia del artículo 64, de la Ley Orgánica de Participación Ciudadana, en la cual se contemplan las diferentes instancias de participación ciudadana a nivel local, mediante: a) La elaboración de planes y políticas locales y sectoriales entre los gobiernos y la ciudadanía; b) Mejorar la calidad de la inversión pública y definir la agenda de desarrollo c) elaborar presupuestos participativos de los GAD´s c) fortalecer la democracia con mecanismos permanentes de transparencia, rendición de cuentas y control social y promover la formación ciudadana e impulsar procesos de comunicación.