Fumo mucho. Demasiado. Fumo para frotar el tiempo y a veces oigo la radio, y oigo pasar la vida como quien pone la radio
Leopoldo María Panero
Violencia
Tener las agallas de escribir de un tirón,
de escribir con violencia,
sin pestañear,
arqueando la espalda y
juntando toscamente los hombros
¡como si las alas gigantescas
de un demonio!
[gris y aterrador,
amenazasen con brotar para
envolverme
amenazasen con desplegarse para
convertirme
en un capullo enorme
de un gris iridiscente
que late que palpita
[brusco
que golpea
una y otra vez,
una y otra vez.
Peregrino
Existe una calle en la ciudad
con una acera alfombrada por hojas amarillas y verdes,
con grandes árboles que se levantan colosos,
[invencibles.
Caminé por ahí tropezando con gruesas y fuertes raíces
que habían hecho estallar el pavimento
[en mil pedazos.
Existe una calle en la ciudad
donde crispan mis manos muertas
por un vértigo de abismo que me
estremece
como el grito sordo y grosero
de un infante.
35
El otro día,
hace dos meses,
[cumpliré con la misión que me propuse ayer
cuando soñaba con el atardecer de mañana:
dibujarte una red sobre puntos derramados y esparcidos
por el golpe
[de tanto silencio.
Y sólo entonces,
sólo entonces lo que diga hoy estará
imbuido de un presente que no podrás sostener,
aunque quepa
[perfectamente blanco
sobre la mota gris que oculta el meñique
de tu mano derecha.
Azul
El ventilador de techo sonaba
como el motor de un LADA viejo.
Había soñado con un despertar letárgico,
con un cielo lúgubre y soberbio,
con un vacío espeso que me
atacaba
como un puñete clavado
[en la garganta.
Había soñado con borrascas de relámpagos
[azules
que me en-volvían inmune.
Desperté bocabajo;
¡y bocabajo escuché la lluvia altanera y
el tronar del cielo!;
bocabajo me recosté sobre la permanencia
de un muro enjalbegado.
Bocabajo,
nocturnamente bocabajo sobre el azul inmune,
abracé mi estómago con ambas manos.
Reír
Una señora canta y yo río
viendo las patas de un gato moverse
como el aletear de un pájaro que juega.
Un carro pita y yo río
mientras un perro le ladra
a un niño que
observa las piedrecitas de colores que cuelgan
del llavero de su madre.
Una bicicleta cae de lado y yo río
en esta negra mañana de sol
ardiendo de frío.
Venganza
Lancé una última
mirada hacia el cielo,
hacia las piedras y
hacia los relojes que me habían funcionado
como anclas cómplices.
Como enclaves desde donde
dibujé y desdibujé proyectos sempiternos
[de esperanza.
Vaciar el mañana
travistiendo el hoy.
Pasear mi cuerpo
enfermo de vida
por las calles de la ciudad.
A punto de estallar,
[encarnaré la metamorfosis
que convierte al susurro en grito;
y lo recibirán
como el puñal que
sonríe tibio por la espalda.
Cantaré y bailaré alrededor de la fogata
[encendida con los relojes del tiempo.
Caminaré
con pies de barro
por las calles de la ciudad,
revestido de memoria
y enfermo de vida y de tiempo.
Y esa será mi venganza,
que hablará indescifrable
como mirando hacia el cielo por última vez.
Cántico
Moverse en el murmullo pálido
de las sábanas blancas,
en la fugacidad de
una sonrisa cortada,
en la fragilidad del verbo
impronunciable,
en el balbuceo de palabras
afelpadas.
Viaje
Sus enormes pies se posan
sobre mi
tórax que se mueve apenas,
que languidece como un animal
que lucha exhausto
hasta el último aliento.
En el espejo de los horrores
mis ojos se niegan a mirarme,
como si fuesen a descubrirse
en el niño que se sienta en la plaza y que espera
como espera el viejo que mira sus manos
como tú contemplas el agua,
porque considera la lluvia,
el silencio de lluvia.
Puedo verme
[anamórfico
desde el reflejo capturado en el vidrio
del bus en el que viajo.