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Los ídolos nacen, no se hacen. Los antecedentes fortifican las relaciones, pero los ídolos muestran sus colores y ante el choque de miradas, se da el amor a primera vista, luego pasa de generación en generación. Yo soy un chonero auquista que hasta el día de hoy pago mi entrada por ver a MI equipo, aunque podría entrar gratis por ser ex presidente, pero eso es Aucas: un amor incondicional, que aunque estés lejos, hace que siempre quieras aportar a tu institución, porque es tu casa, tu pasión, tu compromiso.

Aucas siempre tuvo garra y si bien la historia nos habla de plantillas sin grandes nombres, los jugadores al ponerse la camiseta sentían esa fuerza y daban todo por salir adelante, aunque suene trillado. Los colores del Aucas se pegan a uno, como si fuera la piel y es imposible no sentir ese amor y percibir el carácter que contagia a cada jugador.

Los auquistas recordamos todo el tiempo a guerreros que nos dieron lustre, como Gonzalo Pozo y César Garnica. Tuvimos un equipo cinco veces campeón de Pichincha, un Aucas imbatible, que se quedó en el corazón del pueblo.

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El nombre del equipo vino gracias a los indígenas orientales. Un cirujano holandés de apellido Hulswit, que trabajaba para la petrolera Shell, muy aficionado al fútbol, tuvo la idea de armar el equipo y lo bautizó así, por las tribus que conoció en su estancia en la selva ecuatoriana. Los colores de nuestra bandera, amarillo y rojo, son tomados de la bandera de Pichincha. Coincidencialmente son los mismos de la bandera de mi ciudad, Chone.

Sociedad Deportiva Aucas tiene algo único dentro de la mayoría de equipos: un auquista nunca va solo al estadio. Para cada partido del ídolo, nosotros los hinchas, llevamos a la esposa, a la hija, al hijo, al suegro, a la suegra, al cuñado y al primo. Un aficionado siempre lleva de tres a ocho personas más, eso es lo que hace un ídolo en su gente. Aucas es un equipo familiar y el mayor patrimonio que tiene Aucas es su hinchada.

¿Cómo un mono chonero llega a ser hincha del Ídolo de la ciudad? Me preguntan muchos. Respondo, ¡fácil, es sencillísimo amar a Aucas! Yo salí de Chone para estudiar en Quito cuando era pequeño. En mi primer año de colegio fui al Estadio Olímpico a ver un partido de fútbol. En cartel: Aucas vs. Politécnico (ex España). Aucas iba perdiendo dos a cero hasta el primer tiempo; al final del encuentro, dio la vuelta al marcador y ganó 4 a 2. ¡Este es mi equipo! pensé. En ese tiempo yo me hice bastante amigo con Diego del Castillo, hijo de Jaime del Castillo, presidente de Aucas. Años más tarde fue él quien me pidió que me haga cargo del equipo, que estaba atravesando por una situación insoportable.

De hincha a presidente

Mi época como presidente de Aucas fue grata y de mucho trabajo. Cuando yo llegué al Aucas, estaba matemáticamente descendido. Asumí la presidencia en un momento de crisis tanto económica, como institucional. Luego, lo que hice fue reunir a los dos partidos de dirigentes y formar un solo equipo. Recuerdo que Pancho Moreno me decía que me había hecho cargo “¡de un muerto que ya estaba en el ataúd!”.  Busqué a un sinnúmero de amigos y comenzamos a trabajar para armar el equipo del próximo año. Lamentablemente no pudimos ascender, la segunda categoría es muy difícil y competitiva, aún en esa época.

Nuestro proceso previo al ascenso fue de dos temporadas. Al año siguiente volvimos a armar al equipo y contratamos a Ernesto Guerra, con quien nunca firmamos contrato: todo fue de palabra. Antes la palabra valía más que cualquier papel y los objetivos eran claros: el proceso y la casa. Ascendimos a la A.

Entonces llegaron los hombres y los nombres: Berrueta, Contreras, Caballero, Pérez, el “Zapatón Klinger”, que fue incluso seleccionado nacional, José Federico Minda, que estaba prestado a Emelec. Recuerdo a Fabián Falcón, a quien llamábamos “Cayambe”, un gran marcador de punta. Luna, a quien trajimos de El Nacional. Con ese equipo comenzamos a trabajar en un proyecto a largo plazo y quedamos en sexto puesto del campeonato. A mí no me interesaba subir como espuma, sino mantenernos y buscar infraestructura para el equipo. En el segundo año nos mantuvimos en la serie A y finalizamos en el mismo lugar. Después de eso yo me retiré de la dirigencia.

El Estadio del Aucas. La Caldera del Sur.

Los pobres debemos tener primero la casa para poder vivir, esa era mi idea. Aucas siempre fue un equipo de pueblo. Como yo era concejal de Quito y formaba parte de la Comisión de Expropiaciones, tuve la oportunidad de conseguir el terreno de 42.000 metros. Conseguí del presidente León Febres Cordero un aporte de 200 millones de sucres, que tiempo después tuvo su debida auditoría y la pasó sin problemas. Manejé ese dinero hasta que tuvimos en las manos los primeros 120 millones, la siguiente dirigencia siguió con el resto del proyecto.

Conseguí el terreno de la cancha alterna, que queda junto al estadio y después la calle que separa la calle que separaba al estadio de esa cancha. Finalmente también obtuvimos el terreno de la sede del equipo. Todo esto dio al patrimonio de Aucas un capital muy respetable, que no se lo debe a nadie, pues todo se lo obtuvo mediante las donaciones a perpetuidad que nos hizo el Municipio de Quito. Todo esto de acuerdo a derecho, pues la ley permitía hacer adjudicaciones a cualquier equipo que no tenga fines de lucro, tanto en comodato, como en donación. En ese entonces conseguimos también el terreno para el estadio de Liga, pero aquí quiero resaltar algo: se dio cuando Rodrigo Paz ya no era alcalde, pues muchos lo acusan de utilizar su alcaldía para regalarse terrenos, lo cual es totalmente falso, pues él fue tan delicado que todos esos trámites los realizó sin tener ningún puesto político en la alcaldía. El alcalde cuando Liga obtuvo su terreno, también de acuerdo a la ley, fue Jamil Mahuad. Los dos ídolos de la capital, Aucas y Liga, pudieron construir sus estadios, gracias a estos acuerdos legales entre el municipio y su ciudadanía.

Me queda la satisfacción de gritar a los cuatro vientos que jamás utilicé a Aucas como plataforma política. Cuando yo asumí la presidencia de Aucas -lo digo en mayúsculas- YO YA ERA CONCEJAL DE LA CIUDAD DE QUITO. En mi segunda concejalía yo ya no era presidente de la institución hace dos años.

Las historias…

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¿Anécdotas? Buenas y malas, pero la mayoría buenas. Algunas para llorar, como por ejemplo el día que tomé la decisión de retirarme muchos dijeron: ¿cuánto se habrá llevado? Años después vieron las gradas del estadio y quisieron ponerle de nombre Jaime Bowen, obviamente no lo permití. Sin embargo, lo negativo no me lo tomé a pecho, eso le pasa a cualquier ecuatoriano que está en la vitrina: o es ladrón o es Dios. Si de personajes enormes, honestos y con probidad notoria como Don Rodrigo Paz han dicho que robó plata para Liga, ¿por qué no iban a hablar de mí? Yo río y cuando el río toma su cause, los insultos se olvidan…

Hoy la hinchada reconoce que lo que hicimos, porque no fui solo yo, fue extraordinario. Me criticaron la ubicación que le di al estadio, pero yo conocía del crecimiento urbano y de la ubicación mayoritaria de nuestra hinchada. Para bien del equipo, el tiempo me dio la razón. Nuestro estadio ocupa el centro del centro sur de Quito, que hoy es un lugar estratégico para nuestros seguidores. Los detractores fueron pocos, la aceptación de la gente y sobre todo el cariño era impresionante. Tanto que dura hasta el día de hoy. En ocasiones llego a una oficina pública y en seguida escucho “El Gringo Bowen” y la gente me saluda y me ayuda. Es un privilegio que muy pocas personas tienen, ir por cualquier parte y que las personas te saluden con afecto y digan “usted nos dio un estadio”.

Otra de las anécdotas memorables fue el día que pusimos la primera piedra en el terreno del estadio. Nadie se imaginaba la visita que tendríamos: León Febres Cordero. Cómo podía creerse que un equipo que había estado en la segunda categoría conseguiría dinero del presidente para construir su estadio y que además éste estaría presente en la modesta ceremonia de inauguración en ese lugar lleno de tierra. Lo que yo puedo decir hasta ahora es que me valí de amigos, familiares y conocidos para llegar hasta el primer mandatario y conseguir esa donación que tanto nos hacía falta. Cuando uno tiene ganas y fe en un proyecto los caminos se abren y cuando uno tiene amor la caminata se hace más ligera. A pesar de aquello tuvimos un episodio digno de recordar, que fue cuando Febres Cordero declaró a los medios que había entregado los 200 millones de sucres y yo no había recibido un centavo del dinero todavía. A la mañana siguiente tuve a 30 periodistas frente a mi escritorio preguntándome qué había hecho con tanta plata. El presidente había sido engañado por sus colaboradores en esa afirmación. No declaré nada, decidí guardar silencio y sacar cita con Febres Cordero. Conseguí que me atienda y le expliqué que el único cheque que me había dado, de veinte millones, no podía ser cobrado porque no estaba firmado correctamente y que fuera de eso no había recibido un solo centavo más. En ese momento conocí el carácter de León, quien perdió la cabeza. Llamó a su ministro de finanzas y de un carajazo, que seguro se escuchó en Taiwán, pidió una explicación, hizo que me entreguen el cheque firmado. En seguida me preguntó: “Jaime, ¿por qué no declaró todo esto a la prensa?”, yo le respondí: “Porque usted tiene diez millones de problemas, yo tengo uno. No me voy a poner a pelear con usted después de la gentileza de donar dinero para Aucas”. En ese momento, el impetuoso León me pidió disculpas por el inconveniente y me regaló dos cajetillas de Marlboro Rojo, donde cada cigarrillo tenía inscrito su nombre.

Hay una última historia que recuerdo con una mezcla de alegría y terror. Un día caminaba por la avenida Amazonas de Quito. Eran las 6 pm y yo veía que alguien me seguía, eran dos asaltantes. En la vereda de enfrente estaba el jefe de los ladrones observando la operación. Estuvieron a punto de robarme cuando escuchamos el grito categórico de este jefe: “A ese man no lo toques, es el gringo Bowen, mi presidente de Aucas. El que nos dio el estadio, el único que nos ha dejado algo para el equipo”, saludé, agradecí y me alejé.

Sociedad Deportiva Aucas ha marcado gran parte de mi vida. Mis hijos eran mascotas del equipo cuando eran niños y mi nieta será auquista. La experiencia personal a lado de mi equipo fue maravillosa. Llego al estadio y la gente me saluda con afecto. Yo siempre estoy y estaré dispuesto a aportar con algo a Sociedad Deportiva Aucas. En estos días me reuniré con Ramiro Gordon para colaborar y asesorar a la institución. El hecho de que uno no sea presidente no quiere decir que uno no deba colaborar. Todo lo contrario, por Aucas uno da todo. Me digo a mi mismo y les digo a los hinchas: la única forma de sacar adelante al equipo es apoyándolo, sin insultar a los jugadores, pues muchas veces desconocemos las circunstancias que atraviesan. Hay que ir al estadio y vigilar que no se den manejos “alegres” de los recursos del plantel. Por mi parte, yo seguiré dando todo lo que pueda pues Sociedad Deportiva Aucas es el equipo de mis amores y una de las grandes pasiones de mi vida.