Cuándo leí “¡Tenga cuidado mashi Rafael!” de Nancy Bravo mi reacción fue de burla, como la de muchos otros en las redes sociales. Pero me temo que mi burla estuvo mal dirigida. Hay cosas reprochables del artículo “¡Tenga cuidado mashi Rafael!”, pero no son precisamente las que han causado sobresalto y morbo. En cierta forma, la burla generalizada al artículo revela algo de nosotros, nuestra tendencia a pensar en esquemas, de no poder separar certeza y probablidad, conocimiento e ideología.

Para la mayoría de personas, lo reprochable del artículo de Nancy Bravo es su tesis central: creer que los americanos puedan tener y usar un arma que permita inducir cáncer a los presidentes lationamericanos de tendencia izquierdista. Se dice que esto es una teoría de la conspiración, una locura. Si es una locura evidente, mi pregunta es, ¿podemos explicar, de forma racional, exáctamente por qué es tan loco todo esto?

Algunos dicen que el problema es que Nancy Bravo no presenta pruebas. ¿Por qué habría de hacerlo? Todos y cada uno de nosotros creemos en miles de cosas sin tener pruebas directas de ello. Por ejemplo, yo creo que Estados Unidos puso un hombre en la luna. Esto es algo que yo no puedo probar, y sin embargo, decirlo, no causaría conmoción alguna. Ciertamente, nuestro entorno hace ciertas creencias más aceptables que otras.

Esto nos obliga a reflexionar sobre las condiciones para la razonabilidad de las creencias. ¿Es arbitrario que yo crea en que Estados Unidos puso un hombre en la luna? En mi opinión, no. Sencillamente es algo en lo que creo porque tiene coherencia con muchas otras cosas en las que creo, algunas de ellas comprobadas por experiencias personales. Por ejemplo, creo que las personas tienden a decir la verdad, creo que en general, conspiraciones giganstescas -estilo fabricar un alunizaje falso- son imposibles, creo que revelaciones dañinas para Estados Unidos han ocurrido respecto de mentiras muy sutiles, y que por lo tanto, sería improbable que una mentira tan burda permanezca escondida. Creo que para los gobiernos es imposible controlarlo todo y esto último lo he experimentado varias veces.

Ahora, el asunto de los presidentes, ¿es realmente incoherente? Yo creo que sí, pero sólo marginalmente. Consideremos que la coincidencia de cáncer en líderes lationamericanos es (al menos a primera vista) interesante, que los servicios secretos sí llevan a cabo asesinatos, que estos asesinatos sí se han realizado por medios extraordinariamente imaginativos, que Estados Unidos sí ha tenido un interés en mantener gobiernos amigos en la región en el pasado, y que no ha dudado en usar la violencia para hacerlo, que por razones de opinión pública esta violencia casi siempre se ha llevado a cabo a través de medios ocultos o intermediarios, que los socialismos del Siglo XXI dependen del líder carismático, por lo que hay mucho que ganar en eliminar a este líder, en contraste con otros antagonistas que son más descentralizados. ¿Que hace a la opiníon de Nancy incoherente? Que esta nueva arma no haya sido usada para eliminar a enemigos mayores, en una época en que américa latina (afortunadamente) ha dejado de ser el centro de atención del país del Norte, que no hayan daños colaterales en el personal que rodea al presidente y que la supuesta arma sea tan poco efectiva.

En fin, la hipótesis de Nancy Bravo no me parece descabellada, solo marginalmente incoherente. Es decir, me parece digna de discusión, no de ser tirada al lado como delirante. Pero si cerramos la mente de forma inmediata a este tipo de hipótesis, es posible que los delirantes seamos nosotros, los que creemos (por ejemplo) que todas las potencias occidentales son esencialmente bondadosas, ignorando la evidencia de las corrientes neorrealistas de las relaciones internacionales, que enseñan que así como la empresa es maximizadora de ingresos, los estados son maximizadores de seguridad y poderío, sin que ninguna consideración ética les sirva de freno.

Esto no quiere decir que el artículo de Nancy Bravo no sea reprochable. Lo es por su certeza. Así como nuestra burla del artículo “¡Tenga cuidado mashi Rafael!” demuestra ceguera e ideología, la autora hace lo mismo, en signo contrario. Esto queda claro desde el inicio del aríticulo, dónde habla de “el satélite-espía más grande del orbe, el NROL-32 made in USA, que rastreará hasta el más pequeño movimiento de los habitantes de la Tierra y cuyo propósito es captar, procesar e interpretar las comunicaciones de aquellas naciones consideradas por los norteamericanos como sus enemigos. Y parece ser que de tal modo nos catalogan tanto a usted como a los ecuatorianos que lo apoyamos, mashi Rafael. Con este proyecto secreto de Washington, no habrá entonces para el Gobierno de Estados Unidos nada desconocido sobre la faz del mundo.” ¿Realmente eso es posible? Insisto, el sentido común demuestra la incapacidad de los Estados de controlarlo todo y ¿sí es tan secreto ese satélite, por qué estamos enterados de su existencia?

Lo mismo puede decirse del maniqueismo abierto del artículo. Por un lado está mashi Rafael, nuestro gran amigo. Por otro lado, el imperio del mal. Esto me parece preocupante. Ni Estados Unidos ni el Ecuador son otra cosa que Estados, que hacen bien y hacen mal, cada uno en proporción a su poder y a su tamaño.