Wacho Naranjo murió la madrugada del último jueves antes de Navidad. Cerca de las cuatro de la mañana, perdió el control del auto que conducía y se estrelló contra los árboles del parterre central de la vía a la Costa, frente a Puerto Azul. Junto a él viajaba Raúl Bonilla, quien murió de contado tras el impacto. Wacho fue rescatado por los bomberos, quienes lo llevaron a una clínica de la ciudad, a la que no llegó vivo.

En el lugar del accidente, otro grupo de bomberos luchaban por sacar de entre los fierros retorcidos del automóvil a Raúl Bonilla. Unos minutos después, los amigos de los jóvenes (que los esperaban en una casa donde cenaban) salieron a buscarlos por la falta de respuesta y la demora. Un poco antes, las aves de rapiña de En Carne Propia habían parqueado su camioneta y habían comenzado a grabar las escenas del accidente y de Raúl Bonilla muerto. Los muchachos montaron en cólera y les metieron la paliza de sus vidas a los “periodistas”. Les destruyeron unas cámaras y la policía se los llevó presos. Guardaron unas horas de cárcel.

En el programa de ese día, veintidós de diciembre, el presentador y creador de lo que alguien con mucho acierto llamó en tuiter “El Show de la Miseria”, José Delgado, estaba enojado, diciendo que lo que sus reporteros hacían era “trabajar” y reclamaba por la “agresión” sufrida. Me enteré por un tuit, porque tengo por sana costumbre no ver En Carne Propia –por eso me demoré en enterarme, por ejemplo, de Amor, Comprensión y Ternura–. No voy a decir lo que todo el mundo ya ha dicho: que es un programa infecto, dirigido por un pobre hombre dedicado al culto de sus propias limitaciones, sino que voy a reivindicar la golpiza que les metieron los amigos de Wacho y Raúl a los camarógrafos.

No es una apología de la violencia. Es un pedido público a la gente que comercia con la tragedia, la miseria, la violencia y los vicios ajenos para que sean consecuentes ¿Cómo pueden Delgado y su equipo pretender rodearse de todo aquello y permanecer impunes? Peor aún: con qué derecho reclaman que les hayan dado una paliza, cuando es lo que, seguramente, ellos harían también. La muerte de un ser querido, de un amigo, es dolorosa. Pero es mucho más doloroso sentirse utilizado para que alguien pueda contar unas pesetas al final del mes. Emmanuel Mounier, en “El Compromiso de la Acción” dijo que “persona es todo aquello que en el hombre no puede ser utilizado” y cada vez que José Delgado (o para estos propósitos cualquiera que produzca estos shows de miseria) toma una imagen de la desdicha ajena y la presenta en la televisión por dinero, está tomando lo que puede utilizar de los seres humanos, deshumanizándolos, rebajándolos simplemente a todo lo que es redituable. Lo demás –el dolor, la angustia, la agonía, la soledad y la devastación– lo desprecia, como quien pela una gallina y desecha el pellejo.

Eso es lo que hace En Carne Propia: destaza a la gente y  luego bota sus pellejos.

Siempre tienen una justificación para hacerlo.  Lo justificarán con muchos argumentos, pero todos son inválidos. A mí, sinceramente, no me interesa debatirlos. Por un sencillo motivo: es lo que quieren que hagamos. Mientras reflexionaba sobre estas cosas durante la semana, me di cuenta que mi punto de partida era erróneo: pensé que esta gente era idiota. Pensando en la idiotez de esta gente recordé a mi medio tocayo Carlo María Cipolla y su magistral Allegro Ma Non Troppo en el que valiéndose de un plano cartesiano, desarrolla su Teoría de la Estupidez. Los Estúpidos, según Cipolla son las personas que perjudican al resto y se perjudican así mismos. Los que perjudican a los demás y se benefician así mismos, en palabras de Cipolla, son los Bandidos.

Esta gente, la gente que lleva comida a su casa comprada con mierda, sangre, semen y lágrimas, no son estúpidos según la definición de Cipolla, porque ellos perjudican al resto para beneficiarse ellos.  Ahora, esto es algo que ellos mismos deberían entender de entrada: están lucrando del dolor y la miseria, ¿no es lógico suponer que alguien va a reaccionar? ¿No es lógico que alguien quiera molerlos a patadas por andar grabando cómo meten a un muchacho de veinte años en una funda forense? ¿No le parece a Delgado que si él decide utilizar al ser humano, despojándolo de su cualidad de persona, es probable que a alguien no le guste?

Parece sencillo entender que si uno reduce al otro a la mínima expresión y le muestra al mundo sus miserias solo para lucrar de ese relato, esa persona a la que se ha desnaturalizado y se ha bestializado reaccione violentamente, que es como reaccionan las bestias. Pero resulta que no es tan sencillo, porque en el camino de la reflexión entendí que la paliza era lo más humano de todo lo que había pasado.

Por eso es aún menos entendible la sorpresa y la indignación de Delgado.

Algunas de las preguntas que propongo en este breve comentario son las que creo deben hacer y cuyas respuestas servirán para dilucidar, de una vez por todas, el asunto de la tevé nacional. Entrar en discusiones sobre si el programa debe permanecer al aire, si debe estar en tal o cual horario, si es moral, ético, si se debe prohibir ese tipo de show miserables es fatuo y, además, inocuo. Pedirle al gobierno, o al Estado que haga algo significa no sólo violar un principio liberal elemental, sino que significa trasladar la discusión, la crítica y la responsabilidad que tenemos como receptores de la basura. Es hora que dejemos de esperar que el Estado nos dé las soluciones de las cosas y salir a buscarlas nosotros mismos.

Por eso no voy a proponer que se elimine, se prohíba o se encarcele a la gente que produce esta basura. Porque mientras discutamos eso, el ejercicio crítico estará encaminado hacia donde ellos se sienten cómodos, que son las excusas para que exista, se emita y se lucre de bodrios espantosos como En Carne Propia.

No. Lo que hay que hacer es desmenuzar esos bodrios, abrirles el vientre para desentrañarlos y ver qué nos estamos jugando cada vez que uno de ellos se airea.

En su artículo “TC vs. Teleamazonas: periodismo a pedido” publicado en Diario El Universo el diecinueve de septiembre de 2004, Roberto Aguilar afirma: “Los canales son negocios privados, es cierto, pero la información es un bien público y uno muy valioso en estos tiempos (hay quienes dicen que es el más valioso de todos). Cada vez que un grupo económico cualquiera se sirve de un canal de TV para jugar con la información en provecho propio, los ciudadanos estamos siendo víctimas de un atropello, una violación de nuestros derechos y de una despojo”.

Las palabras de Aguilar son precisas, y a pesar de que se refieren a la pelea entre medios y grupos de poder, son perfectamente aplicables para el tema de En Carne Propia. Cada capítulo del programa es un atropello, una violación y un despojo que sufren quienes protagonizan las historias que Delgado cubre en su ejercicio “periodístico”.

Eso no es periodismo. Eso es pornomiseria, pura y dura; una sodomía masoquista de las tragedias particulares.

Por eso reivindico el puñete que les clavaron y las cámaras que les destrozaron.

¿Quieren pisar los límites de la humanidad? Lidien con lo que acecha en esas fronteras oscuras.

En el camino de documentar la tragedia y servirse de ella, de lidiar con la escoria y la putrefacción a través de la deshumanización pornográfica de los protagonistas de sus historias, estos productores de pornomiseria se han convertido ellos también en bestias.

Por eso deben entender que la golpiza y la destrucción de las cámaras es la acción más llena de humanidad en todo esto y agradézcansela a esos muchachos, pues es la manifestación de aquello que Mounier dice que existe en todos los seres humanos y que él llama una “pasión indomable” que se “eleva y cruje al viento cada vez que olfatea la amenaza de la servidumbre y prefiere defender más que su vida, la dignidad de su vida”.