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@andreymkarpov

Luchaba con una máquina draconiana. Primero intenté parar el tablón que normalmente lo llaman burro. Las patas de metal se movían como si tuvieran vida independiente de un lado a otro. Después de minutos interminables de lucha, descubrí que en la parte de abajo han diseñado ingeniosos ganchos para que no se mueva el tablón, para quitarle la vida independiente. Luego la lucha con la plancha. Sentía que me atacaba. Echaba vapor por todos lados. He visto y sé que a las planchas se les pone agua para que planchen mejor. Fui al lavadero y le eché agua. Comenzó a salir humo y chispas por todos lados. Olía a quemado, temía que se encienden las alarmas contra incendio, porque si es una falsa alarma, los suizos te hacen pagar la multa que puede ser cercana a los 400 dólares, o sea que si sonaba la alarma, tenía que armar un incendio real para que se queme el cuarto donde habito y ahorrarme pagar la multa. La plancha sobrevivió el embate de agua y empecé a planchar mi ropa. Me asustaba cuando de momento salía vapor por uno de los orificios que parecían más bien hocico de toro. Las arrugas, por otro lado no salían de la camisa. Una se me quemó, la otra no mejoró su aspecto en general,  a la otra mientras la planchaba de un lado, le hacía unas arrugas del otro, un desastre.

 

En esas me encontraba y cuando me di cuenta, ya era demasiado tarde,  tenía que salir corriendo al aeropuerto para no quedarme del vuelo. Puse un sánduche en la mochila y salí corriendo a la estación del tren, por suerte vivo a 5 minutos corriendo y a 10 caminando. Cuando llegué al aeropuerto, ya apenas faltaban 15 minutos para que cierren el vuelo y la fila del control era inmensa. Con un francés mal hablado y acento latino, convencí al de la seguridad que me deja pasar primero. Accedió.

Ya en el vuelo, cansado y agotado me disponía a leer algo hasta quedarme dormido cuando de repente el avión tomó un aspecto extraño de bus colegial yendo de paseo de fin de año.  Era el cumpleaños de un suizo que iba a celebrarse su cumpleaños con sus amigos en Barcelona, empezaron con el cantito “Joyeux anniversair, Joyeux anniversaire…” Y se armó la chupa. Yo que, obvio,  no era de la fiesta no me aguanté las ganas, me pedí un gin tonic y me fui a festejar con ellos. Estuve un rato, me tomé otro gin y me fui a dormir mientras el piloto de easyjet le deseaba feliz cumpleaños. Así sucede en suiza, se van a celebrar con sus amigos el cumpleaños en Barcelona como quien va a un bar, como quien se va de Guayaquil a la playa.

Pam me tenía que esperar en el aeropuerto. Asumí, como toda guayaca que es, que llegaría tarde, así que no me sorprendió no verla en el aeropuerto. Esperé un rato. Un rato más. La llamé a su celular. Número no válido. Llamé al Chino. No me contestaba. Telefónica se me tragó  4 euros en el intento. Maldita telefónica.  Me senté en el punto de encuentro. No llegaba. No hay nada más horrible que esperar en un aeropuerto. Ves gente despidiéndose de sus queridos, de sus hijos, de sus padres. Lloran abuelitas, lloran niños, lloran porque llegas, lloran porque te vas, lloran por angustia, lloran por todo,  lloran demasiado.  Agarré un mapa de la ciudad y averigüé la parada de metro para irme directo. Justo ya cuando iba a aventurarme por mi propia cuenta, llegaron.

Nos fuimos con Pam y Paula a la casa. Pam tuvo el excelente detalle de tener un eightpack de cervezas de bienvenida en su casa. Nos las bebimos. Sacaron un vino de mesa. Nos lo bebimos. El chino y Sussy llegaron con más cervezas. Nos las bebimos. Salimos a por vida y la encontramos. La caminata fue por un barrio que antes quedaba en las afueras de Barcelona, pero que ahora forma parte, casi céntrica, de la ciudad. Las calles eran muy angostas, un color piedra otras veces color tierra o a veces rojizo, por las que apenas pasaba un carro o las vespas, que pasaban a cada momento. Caminamos por lo menos unas 20 cuadras, había mucha gente en la calle, los marroquíes te vendían la cerveza como si fuera agua helada en un día soleado aunque era noche y hacía un relativo frío como el de una noche en Quito. Las casas tenían ese aspecto antiguo, pero acogedor.

Mientras dábamos con el bar que buscábamos, comprábamos cervezas a los marroquíes o hindúes y le preguntábamos a la gente donde quedaba el bar. Todos con gestos muy amigueros nos explicaban cómo llegar entre ese laberinto de calles diminutas en el barrio Grácia. Cuando llegamos al Gato Negro, ya eran más de las 2 y media de la mañana y faltaba poco para que cierren. Una lástima era el bar más divertido y barato de esa zona. La cerveza a penas costaba un euro. Pedimos una ronda y nos fuimos a otro bar, El Coleccionista. Estaba mucho más prendido. Cuando salimos luego de varias rondas de cervezas, nos hicimos amigos de un mexicano, un brasileño y un par de rumanas. Nos pusimos a hablar de Ciroan, que aparentemente se pronuncia Chorán en rumano, salvo que yo haya estado hablando de uno y ellas de otro. Emprendimos el regreso de las mismas 20 cuadras, pero borrachos. Una pareja de españoles vieron a Pam y decidieron tomarse una foto con ella. Luego la chica se quería tomar una foto conmigo. Me quitó la chaqueta, se la puso ella, y nos tomamos la foto. Seguimos caminando. Más adelante se nos acercó otro español. Era una buena alma de dios que había trabajado probablemente hasta ese momento, tenía cara de agotado y lucía cansado físicamente. Su traje era el de un obrero de tren. Nos preguntó si conocíamos algún bar abierto. Le dijimos que habían algunos en el camino. Nos comentó que solo quería tomar una cerveza, así que le compartí de la mía. Pam y Paula me recriminaron que por qué compartía mi cerveza con ese pordiosero, a mí me pareció, en mi borrachera, que era un buen tipo que solo quería tomarse un trago. ¿Por qué negárselo?

A la mañana siguiente, nos fuimos al parque Güel  a ver las obras de Gaudí. El parque lo compró el Sr. Güel  para hacer una ciudad jardín. Le dijo a Gaudí que haga lo que le dé la gana en ese sitio y a Gaudí le dio la gana de hacer obras espectaculares. Su arquitectura basada en la naturaleza realmente la hace única. El parque queda en una loma, ya casi en las afueras de Barcelona, con lo que además de atravesar túneles de piedra ves la ciudad desde arriba. Después de un par de horas de paseo y de entrar a la casa-museo, nos fuimos a ver las obras de Miró, pero antes paramos por unos sánduches de chorizo catalán y de pata de mula negra, obviamente acompañados de vinos.  Cuando vimos la hora ya era demasiado tarde para Miró, así que nos fuimos directo a caminar por la famosa calle Ramblas.

Con la noche llegó la lluvia, así que decidimos refugiarnos en la famosísima Champagnería. Es un lugar muy pequeño, tal vez como la bodega del medio en La Habana pero llena, repleta de gente, locales y turistas. Entras luego de unos veinte minutos, si es que logras entrar y ves porquería por todo lado. El piso sucio, lodoso, servilletas y papeles por tirados por donde vayas y además súper incómodo. Pero una vez adentro, el lugar te parece espectacular ¿Cómo no va a estar llena de gente si una copa de Cava (realmente champagne, pero ahora por temas de propiedad intelectual Champagne solo produce Francia en la región de Champagne, entonces no se puede llamar Champagne. Vaya derechos…) te vale 1 euro y las tapas algo así como dos o tres euros? Mientras estuvimos ahí, no pararon de llegar copas y tapas. Llegaba una copa, se vaciaba y se pedía otra. Estuvimos aproximadamente 5 botellas y muchas tapas. La cuenta 36 euros. Es un lugar perfecto.

Despachada la champagnería, fuimos al departamento del chino. Llego Vale, otra amiga guayaca que no veía hace muchísimos años y luego una francesa, Eva. Alguien sacó un par de cavas más. Las despachamos, llegó otro vino, chao. Salió de la refrigeradora un eightpack de chelas. Glu, glu, glu. Cuando ya parecía que no había más, Sussy sacó una botella de aguardientico paisa. En la conversación de la noche, me enteré de que la navidad en Barcelona se celebra de forma distinta. En Barcelona tienen al tío Cagat que es su especie de Papa Noel local. El tío Cagat es un tronco, que no da los regalos, los caga. Los niños le dan de comer mucho mucho y para el 24 de diciembre los niños golpean a l tío Cagat. Le dan de a palazos como quien rompe una piñata hasta que el tronco, Tío Cagat, caga los regalos. Los niños gritan de alegría por sus regalos navideños y los padres son felices viendo a los niños recogiendo los regalos recientemente cagados.  La verdad, es que cuando me contaron esta historia y con todo el alcohol que tenía encima, se me ocurrió que más bien podía ser un episodio de Southpark o de adult swim, pero luego caí en razón de que en el mundo cada cual tiene su creencia, su rito. Unos hacen cagar regalos a punta de palazos a un tronco, Tío Cagat. Otros le rezan a un niño que sostienen, es el niño Dios, le hacen una especie de réplica del lugar donde nació y ponen los regalos cerca de él, porque disque recibió regalos de tres reyes magos, o magos reyes. Otros, que el espíritu de Jesús resucitado entra en el hogar esa noche, otros le mandan una carta a Papa Noel, que el gordo Papa Noel entra a la casa esa noche por la chimenea. Lo único más o menos heterogéneo es el Papa Noel de Coca Cola. El símbolo del consumismo y capitalismo en el supuesto día de la paz y del amor.

Se terminó la estantería de alcohol de la casa y nos fuimos a bailar a un bar muy catalán que no sé por qué esa noche hubo música latina. Salsa y Merengue. Estábamos tan borrachos que enseguida nos hicimos amigos de medio bar. Pam cogió a cargo a un español y empezó a ensenarle bailar salsa. El típico uno dos, tres cuatro. El pobre españolete que no daba pie con bola, trataba de seguirle los pasos. A mí me tocó la más difícil, porque Vale parece que tenía mucha práctica y terminamos dando vueltas como rombo en la pista de baile. El chino con Sussy. Todos nos miraban, no sé si es que querían bailar también o simplemente disfrutaban del espectáculo borrachoso que dábamos.  Mientras esto pasaba, Pao se caía de las escaleras del bar, que quedaba en un nivel subterráneo. Plaf, al piso. Se levantó muerta de risa y dolor. De repente, “Que viva el santo”, “Que viva” y empezaron a cantarle cumpleaños feliz a un tipo en el bar. Terminado el canto, no faltó el grito de “linda, linda, linda la fiestita” hecho por los guayacos, se alzó el volumen de la música y lo que era un bar más o menos tranquilo, terminó siendo una pista de baile latino. La cerveza nunca faltó. Pam Salió del bar y se fue a uno en frente, se tomó una copa con un veterano y regresó. Tampoco sé en qué momento salimos, pero de repente vi a Pam y a Pao en un taxi llamándome para irme con ellas. El taxista era un armenio. Empezamos a hablar en ruso. Yo tenía una chela en la mano, se la brindé. Tomó un trago. Íbamos cantando en el taxi, loquísimos. Paramos en un minimarket. Más vino. Como ya no había presupuesto, compramos vino de 2 euros. Muy bueno. Algo tomamos en el taxi, algo en la casa.

Nos despertamos y fuimos a Figueres con la resaca retumbando en la cabeza aun. Figueres queda como a dos horas de Barcelona, es donde vivió Dalí y queda el actual museo. Entrar al museo de Dalí fue simplemente alucinante. Entrar a otro mundo, al surrealismo puro. Mientras estuve en el museo, no paraba de sonar High Hopes de Pink Floyd en mi cabeza . Dicen que Dalí le regaló un condón usado con su propia esperma a su padre diciéndole “toma, ya no te debo nada” en respuesta a que el padre lo desheredó porque Dalí en una ocasión había escrito en un cuadro del sagrado corazón  “En ocasiones, escupo en el retrato de mi madre para entretenerme”. Luego también se atribuyó la frase: “El surrealismo soy yo” cuando los surrealistas lo expulsaron de su grupo.

Fue entrar a un lugar onírico. Hasta el día de hoy, cuando me acuesto, me vienen ciertas imágenes de las obras de Dalí a la cabeza. Todo era posible en ese mundo, un mundo donde todo se iba transformando poco a poco. Finalmente llegamos a la joyería Dalí. Joyas diseñadas por él. La que más me llamó la atención fue un corazón de felpa, lleno de diamantes y piedras preciosas que se abría cuando latía formando una especie de boca que te atrapaba, te comía.

Cuando salimos estaba lloviendo a cántaros. Corrimos al tren. Ya en el tren, después de hora y media de viaje, llegando a Barcelona se detuvo. Nadie sabía lo que pasaba, hasta que claro, deducción lógica, un tipo se suicidó en las rieles y el sistema estaba paralizado. Estuvo así como media hora. Cuando llegamos a Barcelona ya eran casi las 10 de la noche. Me topé con @Gigi_orellana. Nos tomamos unas cervezas en una plazoleta vacía, parecía que estaba para nosotros. Me contó que está en la parte organizativa del festival de cine Cinecuanon de cine ecuatoriano en Barcelona. Le conté que en Suiza también había un festival de cine latinoamericano donde están pasando “Con el corazón en el Yambo” y “Prometeo Deportado”. También que en París tuve la oportunidad de ir al festival de Cine Ecuatoriano que hubo. Que el cine ecuatoriano está despuntando y presentándose en distintos lugares del mundo.

Me contó que leía mis crónicas a través de www.gkillcity.com, que esta página la lee mucha más gente de la que parece y que hay mucha gente del extranjero que la está siguiendo.  Hablamos de política, nos comimos unas papas bravas a lo catalán y cerró el bar.

Al día siguiente muy en la mañana nos fuimos con Pam a ver el Sagrado Corazón. Después del Taj Mahal, lo más impresionante que he visto en cuanto a arquitectura. El Taj Mahal es alucinante, de mármol blanco y con piedras preciosas incrustadas por todos lados.  Dicen que para construir el Taj Mahal se demoraron un poco más de 20 años, que murieron unas 20.000 personas en su construcción, que le cortaron las manos a los arquitectos que la diseñaron, que los cegaron, que además se lo diseñó de tal manera que si hubiese un terremoto, las columnas inclinadas caigan fuera de la parte central y no afecte la obra en su totalidad.

La Sagrada Familia está en constante construcción, es una maravilla arquitectónica ante los ojos de cualquier transeúnte que circule por Barcelona. Se inició su construcción en 1.882, Gaudí murió atropellado por un tram en 1926. Así es la vida, o la muerte. En cambio al emperador Shaa Jahan, lo encarceló su hijo, luego de matar sus hermanos mayores, encerró al padre y lo declaró loco. Murió desolado en prisión con la vista al Taj Mahal, que era la tumba de su segunda  esposa  Mumtaz Mahal, quien murió dando a luz a su décima cuarta hija. Gaudí en cambio hizo una iglesia, para que todos le recen a Jesús o a la que dicen que fue la virgen María, madre de Jesús. Cada loco con su tema.

Dicen que Jesús resucitó y que después del él, todos los que en él creen y que se comporten según lo que creen que él dijo, resucitarán también. Pobres Homero, Ovidio, Platón, Sócrates, Aristóteles, Epicuro, Diógenes, Heráclito y una lista interminable que yacen en el infierno según Dante, que en el mejor poema de todos los tiempos, inclusive superando al De Rerum Natura, los condenó a las llamas eternas solo por el pecado de haber nacido antes que Jesús y ser sabios. Ellos no resucitarán, quedarán en el limbo o irían al purgatorio, aunque como el Papa ya eliminó por decreto el purgatorio, quién sabe entonces a donde irán. Lo más probable es que murieron y ciao pescao, como el resto de animales, seres humanos que somos.

Fuera de ese mundo de columnas infinitas y mientras reflexionado esto que te comparto, nos fuimos a caminar por el barrio gótico de Barcelona. Dimos con callecitas peatonales que apenas separan una casa de otra, fuimos por mercados, por iglesias, por terracitas, descubriendo en cada esquina algo nuevo. Un dragoncito, una pileta, un grabado, etc. Caminamos y caminamos hasta dar con el mar Mediterráneo, donde terminamos la jornada tomando cervezas y comiendo paella frente al mar de Serrat.

 

Andrey Maldonado