Cuando entrevistas a una persona que admiras, que además tiene tu misma profesión y compartes muchos de sus gustos, la dinámica pregunta-respuesta queda corta. Es complicado elegir qué preguntar y hay un ligero temor sobre las expectativas que tendrá el personaje sobre lo que vayas a decirle.
Más o menos así me sentí cuando estaba preparando "la lista de preguntas" para Alberto Salcedo Ramos, cronista colombiano que empezó a escribir a los nueve años. Su motivación: las telenovelas que se transmitían en la televisión nacional y los cómics que le compraba su madre; en Arenales, la ciudad donde se crió, no había bibliotecas. Su primer trabajo como periodista fue en Cartagena donde estuvo seis años en el diario El Universal pero desde hace 20 años vive en Bogotá. Ahí ya no está sometido al no-horario de un periódico sino que se dedica a lo que más le gusta hacer: escribir historias sobre “la gente común”.
No solo ha escrito cinco libros de periodismo narrativo, ganado más de quince premios nacionales e internacionales y dictado talleres en diferentes países de Latinoamérica sino que es un tipo extremadamente simpático, sencillo y sincero.
Este año Alberto publicó su última recopilación de crónicas bajo el nombre "La eterna parranda" y a propósito de su extraordinario libro decidí que el periodismo narrativo sería el eje de nuestra conversación. Para mí, ese libro es de aquellos que debes releer porque te encantó determinada frase; que lees antes de dormir y te levantas feliz sin saber porqué y luego recuerdas que fueron las historias del texto; de esos que te sacan una sonrisa y te hacen desentonar con el mundo.
No más palabras, les comparto lo que Alberto compartió con Gkillcity.
– No sé si en Colombia sea parecido pero aquí somos muchos los periodistas que vivimos un poco frustrados porque en los periódicos no nos dan el espacio para poder desarrollar una crónica, un texto no acartonado que dé gusto leer. ¿Cómo hacías tú cuando trabajabas en un periódico? Tenías este problema supongo. ¿Cómo lo solucionaste?
Acabo de escribir un “Decálogo para futuros cronistas” que me encargó la revista colombiana El Malpensante. En uno de los mandamientos digo que en vez de quejarse por la falta de espacio hay que seguir el consejo de Balzac: poner el trasero en la silla, es decir, sentarse a trabajar. En otro mandamiento digo que el que deja de escribir cuando los editores le cierran las puertas, posiblemente merece que se las cierren. Mi abuelo, que no era escritor sino campesino, tenía el mejor mandamiento de todos: ‘el que quiere besar, busca la boca’. Todo empieza con el compromiso individual del periodista. Si tienes escrita una buena historia es posible que el editor incrédulo se vuelva tu cómplice.
– El periodismo narrativo en Latinoamérica está: ¿creciendo, estancado, muriendo? ¿Por qué?
A mediados de 2008 el suplemento cultural de El País de España, Babelia, nos dedicó la portada. La premisa del artículo fue que nosotros, los cronistas, somos quienes mejor estamos contando la realidad de América Latina. En nuestra región hay maestros del periodismo narrativo. Sin embargo, comparto una sabrosa diatriba que escribió Martín Caparrós en Etiqueta Negra contra la moda de los cronistas.
– Me voy a tomar la osadía de hacerte una pregunta "tipo taller" sobre tus técnicas narrativas. ¿Crees que en una crónica debe pesar más lo que el periodista presencia o percibe? Es decir, ¿crees que el grado de subjetividad puede sobreponerse sobre "lo que es"?
Te respondería de esta manera radical: quien no esté dispuesto a ser subjetivo, que no se acerque a la crónica. La subjetividad es el sello distintivo del género, y está relacionada, básicamente, con los dos elementos más importantes que tiene un cronista: la mirada y la voz. La mirada es lo que le permite al cronista pararse en un ángulo distinto para ver la realidad de una manera diferente a como la ven los demás, y la voz es la capacidad de decir las cosas en una forma original, propia, que resulta fácilmente reconocible para el lector. Cuando tú encuentras la frase: “le cruzaba la cara una cicatriz rencorosa” sabes que esa voz inconfundible es de Borges. Cuando tú lees la crónica que hizo Juan Villoro sobre su vivencia en el terremoto de Chile, encuentras que él utiliza un detalle aparentemente banal como los pijamas para enriquecer la historia. Un detalle que solo vio él, nadie más. Eso se llama tener mirada. Ahora bien: la mirada y la voz son para enriquecer los relatos, no para reemplazar la información.
– Muchos creen que el periodismo narrativo, porque toma muchos recursos literarios, se inclina demasiado a la ficción. ¿Dónde crees que está esa línea entre realidad y ficción? ¿En qué momento es permitido cruzarla en el periodismo?
En Tierrabomba, una isla de pescadores cercana a Cartagena, amaneció en cierta ocasión un barco lleno de cocaína que al parecer unos narcotraficantes abandonaron en la playa. ¿Sabes qué pasó con el cargamento? Como los pescadores no sabían qué diablos era ese polvo blanco, lo utilizaron para demarcar la cancha de fútbol. En Barranquilla dos novios que entraron a tener sexo en un motel de paso fueron mordidos por una serpiente. Lo insólito es que el motel se llama ‘El paraíso’. Te doy un tercer ejemplo: el presidente colombiano más obsesionado con el tema de la seguridad ha sido Álvaro Uribe Vélez. Uribe acorraló a la guerrilla, convirtió la seguridad en un asunto político, hablaba de ella de día y de noche. ¿Y sabes qué le pasó a Uribe en un consejo comunal en Bucaramanga? Le robaron la billetera. Al presidente más obsesionado con la seguridad y más escoltado de nuestra historia, le robaron la billetera. Mientras haya temas insólitos, o conmovedores, o que permitan mostrar a fondo los grandes conflictos del ser humano, no hay que inventar nada. Lo literario es el tratamiento de la historia. La materia prima es la realidad.
– ¿Qué opinas del periodismo gonzo? (Del que practicaba Hunter S. Thompson)
No me gusta.
– Tú eres tuitero, veo que te gusta escribir frases de otros autores y de vez en cuando algo tuyo. ¿Qué crees del Twitter? ¿Consideras que el periodismo se está reduciendo a 140 caracteres? ¿O son dinámicas de información diferentes?
A mí me interesan las redes sociales como posibilidad de compartir sugerencias, informaciones, ramalazos de opinión, enlaces. Pero me deprimiría que el periodismo se redujera a los 140 caracteres de Twitter.
– Al comienzo dudé en formularte esta pregunta porque la han gastado tanto últimamente que creo que ha perdido fuerza, pero ahí va: ¿Qué opinas de los regímenes actuales latinoamericanos sobre su postura frente a la libertad de expresión? ¿Es solo parte de una estrategia política o realmente "pasa algo ahí" que nos amenaza a los periodistas?
En los últimos años ha vuelto a ciertos países de América Latina la fiebre del caudillismo. Es algo peligroso. Desconfío de esos líderes mesiánicos que se creen más importantes que las instituciones y que sus naciones. Es lógico que a ellos les disguste la prensa. A todos les ha dado por hacer unos aburridísimos consejos comunales utilizando sus propias televisoras estatales como cajas de resonancia. Quieren un público dócil, de rebaño, que simplemente les oiga hacer promesas pero no les plantee preguntas incómodas. Creo que la mayor amenaza para el periodismo no viene de ellos sino de los periódicos acomodados que les hacen el juego por simple conveniencia.
– ¿Crees que en los años 70's y 80's la represión a la libertad de expresión era menor o mayor que ahora?
Creo que en los 70 fue durísima la situación para los periodistas. Ahora es más difícil amordazar a la prensa porque, de todos modos, a través de internet las noticias se vuelven una bola de nieve en cuestión de segundos.