No voy a mentir. Antes de esta noche solo había escuchado un par de veces a Bjorn Borg; pero aquí estoy, rodeada de personas que, a diferencia mía, se saben las letras de todas sus canciones. Llego tarde, pero llego al fin. La noche es fría a esta hora y en esta época en Quito pero entro al bar La Juliana y siento el calor de las 100 personas que saltan.
“¿A quién le gusta el rock and roll?”, grita Toño Cepeda, el bajista de esta banda de Indie-garage-rock, quien recibe eufóricos gritos en respuesta. “No se casen por la Iglesia cabrones, ni por el Estado se casen”, continúa con su ronca y potente voz. La contestación del público es la misma, voces, chillidos y alaridos que denotan aceptación.
En el centro del escenario está ella, de strapless negra y pelo suelto rubio, desbordando actitud. Es la vocalista, Sofía Abedrabbo, que brinca, mueve su cabeza de acuerdo al ritmo de la batería y se acerca a cada uno de los cuatro miembros del grupo que la rodean. Su actitud es sexy y ruda a la vez, coquetea con Sebastián Game, el guitarrista, quien lleva un sombrero de marinero. Sofía se aleja para acercarse más al público quien le responde con la seña de rock-and-roll con las manos.
De repente los saltos de la masa se intensifican. La música es más pesada y los más fanáticos comienzan a empujarse. El mosh se extiende por toda una canción, tres minutos en los que algunas mujeres prefieren quedarse al margen y otra eligen golpear a quien las empuje.
Es rock, sin duda, pero no me atrevo a calificarlo como un "tipo de". Durante el show cambian de pesado, a indie y hasta "suave" con una canción que, cuenta Sofía, es una versión distinta a la original. Aunque es un ritmo más lento, la batería marca el estilo de su música. Me cuesta escuchar todas las letras, quizás por el bajo y batería muy altos o tal vez por la bulla que me rodea. Lo que alcanzo a oír en sus palabras es simple pero atrevido. "Esta canción es para todas las mujeres que muestran las tetas en televisión", grita Toño. "Tetas!" Y empieza otra canción.
Inconscientemente soy una más. Ese movimiento involuntario de cabeza que te permite sentir la música se apodera de mí. También salto y por momentos pienso que quisiera conocer la canción para que el momento sea completo. La emoción de quienes me rodean es evidente, algunos mueven sus brazos como quien toca la batería y otros brincan solos sin importar quién los observe.
Entre canción y canción Toño les recuerda a sus fans que “apoyen la causa” que el concierto es gratis pero que si tienen chance compren el DVD y las camisetas. Continúa otra, todos corean “todo se destruye”, yo también lo hago, al fin una frase que se repite y me permite ser parte de la masa que ha vibrado durante una hora y media.
Son las 12 ya y aunque he sido más observadora que espectadora del show, me voy del bar queriendo escuchar más a esta banda que me regaló minutos de esa sensación indescriptible de los buenos espectáculos en vivo.