Fuentecita mágica, danos de beber: uno, dos y tres… así reza el mago/payaso de cada fiesta infantil de la que tengo memoria desde mi infancia hasta la de mi hija, y así parecen rezar las intenciones del alcalde del resto de Guayaquil –mío no es-.

¿Y qué es lo que nos quiere dar de beber? El mismo discurso -ya más gastado que nariz de cocainómano- de que nuestra ciudad es, sino envidia, por lo menos, digna de imitación a nivel mundial.

En su momento, cuando se inauguraron los malecones llegamos a estar al nivel de Miami, más que nada por las palmeras que para ese efecto importamos. Luego con la inauguración de los túneles empezamos a opacar a los existentes en Nueva York, pues nuestra ciudad es la más pujante y desarrollada de la “historia del universo mundial” –que diría Torrente-.

Pero hoy estamos a la altura de ciudades como Barcelona y Las Vegas gracias a esta fuente, acorde a lo que dijo el Mostacho en la inauguración de la misma (acá). Lo único que nos asemeja a la ciudad de Barcelona en España, es que el equipo de fútbol más popular acá, se llama como el de allá. Y con Las Vegas, sólo nos asemeja el que la gente sigue apostando porque ese equipo vuelva a salir campeón algún día.

Ubicada entre el puente 5 de junio y el puente conocido como El Velero, esta fuente constituye un espectáculo de luces y chorros de agua de hasta 40 metros de altura y desagradables imágenes holográficas proyectadas sobre estos chorros –el día de la inauguración lo proyectaron a Nebot hablando-, que bailarán al ritmo de la ciudad y su estero. Esto último preocupó desde un principio a los habitantes del sector y más de uno se manifestó inconforme ante la decisión de hacer una fuente para que dé un espectáculo visual utilizando como materia prima el agua putrefacta del estero; algunos se preguntaban si agitar aguas hediondas y salpicarlas para todos lados podría traer consecuencias negativas para la salud de los habitantes de la ciudadela ferroviaria –aledaña a la fuente- o como mínimo si los malos olores o pedos del estero no iban a incrementarse debido a la agitación de las aguas.

Pero nuestro siempre justo y democrático municipio decidió que hacer consulta previa o discutir el proyecto son mariconadas reservadas para gobiernos de izquierda. Así que la fuente se hizo nomás.

Y pese a que con frecuencia se le quejan al gobierno central de falta de recursos, esta fuentecita ornamental costó ni más ni menos 3’800.000 dólares de los estados unidos de Norteamérica -que son los que aún valen algo- (acá) –ojo con la estupidez en la línea final del artículo enlazado, donde celebran que una obra construida con dineros públicos conceda acceso gratuito a los ciudadanos, como si el que sea de otra manera fuera algo correcto y esperado.

Yo no tendría problemas con una inversión de este monto; es verdad que aún hay problemas de alcantarillado en gran parte de la ciudad y que estos sin duda son más urgentes que una “atracción turística” –como la ha justificado el municipio- pero también es cierto que la atracción turística genera otros valores en torno a la ciudad. Es decir que sí nos produce, a quienes habitamos la urbe, un sentimiento de gusto y pertenencia. Esto sucedió con el Malecón 2000; más allá del costo de su ejecución y de si era o no prioridad, los beneficios intangibles que trajo a la psiquis de la ciudad son innegables desde mi perspectiva.

Que la fuente exista no es algo a lo que me opongo del todo, pero si me opongo a los elementos que sirvieron de juicio para determinar el lugar y he aquí el porqué:

La fuente se hizo ahí porque el Malecón del Salado –que es el que hizo el gato porque el otro lo hizo el león- carece de visitantes como en el pasado y muchos de sus negocios están cerrando o con muy poca afluencia de público; entonces se quiere incrementar la afluencia de turistas al mismo para que de esta forma aumente el consumo en los locales y por ende así se garantice que no existan más de estos vacíos.

Todo esto suena muy bien y muy coherente. Donde no hay coherencia es en una inversión pública para favorecer a una fundación.

La fundación Malecón 2000 administra también en Malecón del Salado, sus locales comerciales y parqueaderos. Estos rinden ingresos mensuales que el Municipio no ve pues son directamente para la fundación para que realice auto gestión. Autogestión que se limita a pagarse jugosos sueldos porque contrario a realizar estrategias para captar más visitantes como cualquier centro comercial “privado”, aquí se usa la inversión pública -$3’800.000- para generar visitantes y réditos económicos.

Entonces toda la ciudadanía está financiando la incapacidad de los administradores de captar visitantes y les hemos construido una fuente para que así la gente vaya y por añadidura consuma, eliminando la necesidad de que los administradores cumplan con su función -la cual no pude limitarse únicamente a mantener limpio el lugar y salvaguardarlo de visitantes y chusma indeseable como la mayoría de quienes conformamos la ciudad-. La función de los administradores es también hacer rentable el lugar.

Pero bueno supongamos que es solo una coincidencia que haya sido hecha ahí y que no tiene nada que ver con la falta de visitantes a este Malecón, la que, más que seguro se da por los precios (más altos que los chorros de la fuente) del parqueadero, los que alcanzan $1,20 por cada hora o fracción, es decir que si te quedaste por 61 minutos pagas $2,40; y esto solo durante el día porque en la noche los precios suben a $2,00 por cada hora o fracción lo que da por los mismos 61 minutos un total de $4,00. Por cierto que no se hacen responsables de nada de lo que pase en el vehículo.

Pago para estar en un espacio público y el dinero es solo para la fundación, no para mi ciudad, fundación que no invierte en infraestructura porque eso paga el municipio con el dinero de todos quienes pagamos impuestos; es decir que la fundación me saca plata por todos lados –no olvidar que también cobra el alquiler de los locales comerciales-. Y el municipio les creó el malecón. O sea, nosotros como ciudad les pusimos la infraestructura para que trabajen y generen dinero a cambio de que ellos mantengan la obra como está; cualquier gasto en incrementar infraestructura no saldrá del dinero que la obra produjo sino que también será inversión de la ciudad. Sin duda la ciudad es el más pelotudo de los socios, invierte plata que nadie le devuelve bajo la figura de obra pública y así solo los socios se benefician bajo la ilusión del beneficio público; no me extraña que muchos quieran hacer negocio con ella –la ciudad, su municipalidad-, es ganar y ganar para el socio y perder y perder para la urbe –no necesariamente para sus administradores- mientras a los habitantes nos siguen haciendo comer cemento en forma de estructuras múltiples.

P.D.- Deseo también por este medio solicitarle al municipio que me ponga un negocio de venta de sánduches de chancho –puede ser una carretilla- en las calles 18 y Portete; yo lo administro y lo mantengo limpio a nombre de la Fundación Paramitambién. Y con lo que gane de la venta de sánduches –de los que el municipio también deberá proveer los ingredientes- me pagaré un sueldo jugoso como el chancho: ¡venga compre!

¡Podremos decir que es un atractivo turístico! Para eso haremos la carretilla en forma de carreta de los años 1800.

Si me va mal en el negocio porque no vienen muchos visitantes; no voy a cambiar mi oferta ni mejorarla, ¡no! Mejor que el municipio contrate un nuevo monumento en la línea del mono, el papagayo y la iguana y me ponga al frente el monumento al sapo de la 18 y así seguro aumenta la afluencia de potenciales compradores de ojo de chancho o de sánduches. El municipio deberá financiarme también un cartel que rece: “Apoyarse en la carreta de sánduches de chancho tiene un costo de $1,20 por hora o fracción”.