Salí del cine de ver “Con mi corazón en Yambo” y tardé horas en poder asimilar todo lo que había visto y escuchado. Ni bien terminé de leer los créditos y abandoné la sala, me convencí de que María Fernanda Restrepo es una de las mujeres más valientes que conozco. Sentí que debía contactarla, que debía compartir algo más con ella, que no debía ser solo una espectadora de su documental. Tardé una semana y más en agendar una entrevista, que prefiero calificar como conversación.

La pregunta puede sonar un poco obvia pero la hago con mucha sinceridad, no como una muletilla. ¿Cómo estás? Me imagino que se removieron muchos sentimientos en la grabación, edición y ahora en el lanzamiento del documental. ¿Cómo te sientes ahora?

Esto es como una… Estoy exhausta sinceramente. No he podido ni siquiera asimilar el gusto de ver que la gente está acudiendo de manera masiva a las funciones, de poder conversar con la gente más allá del caso. No he podido conversar de la película en sí, de cómo fue hecha, de cómo se trató, de cómo fue la investigación, de cómo fue la búsqueda. Porque claro, este caso es tan público y a través del pronunciamiento del Presidente se ha armado todo un show mediático alrededor que no he podido ni siquiera parar. Ni siquiera el día del estreno tuve paz para asimilar y abrazar a la gente, y estar con ellos y esto ha sido como una bajada en bicicleta. Así me siento.

Me imagino que son sentimientos muy fuertes pero dentro de toda esta etapa, ¿has tenido tiempo de estar con la familia, de buscar momentos de tranquilidad, momentos que te den felicidad?

Claro, totalmente, en especial luego de esta semana que fue tan dura. Por un lado la felicidad, no quiero dejar de resaltar la felicidad de saber que la gente está acudiendo de esta manera, que está abriendo su corazón y activando su mente, que está dándose cuenta de algo que es tan obvio como el poder de la memoria. No solo para mantenernos vivos sino para construirnos como mejor país, para mejorar como personas, para no olvidar, para reclamar por nuestros propios derechos y nuestras propias causas y que la gente salga con esos brillos, con ese ímpetu, con esas ganas de hacer algo. Simplemente con las ganas de no olvidar, eso es súper satisfactorio, eso me da felicidad.

También me hizo feliz darme cuenta que la película también la ven los niños. Ayer estuve en un conversatorio en una universidad y había una niña de diez años que había ido, con gripe, pero fue con la mamá, se me acercó y me dijo: “No podía dejar de venir a verte, yo tengo diez años y quiero que sepas que no voy a olvidar esto porque sería como olvidar a mis hermanos”. Entonces son cosas hermosas, encuentros hermosos que se han dado y que me ayudan como a tomar fuerzas, a activarme, a no amilanarme a no echarme para atrás sino seguir pa' lante.

¿Y la familia?

Estuve el fin de semana por lo menos un día y medio lejos de todo con, mi familia, y estamos muy contentos porque nos damos cuenta que de Santiago y Andrés no se han olvidado, porque están más vivos que nunca en la conciencia y en la gente que ha visto la película y muchas otras personas que han comentado entre ellos sobre el caso.

Has dedicado tantos años a esta causa por eso me queda la duda, ¿elegiste la carrera de periodismo por el caso?

Realmente fue una cuestión coincidencial. Yo en realidad hubiera querido ser bailarina, toda mi vida, pero por el accidente de tránsito que tuve con mi madre ya no pude seguir con ese sueño hacia delante entonces seguimos con el periodismo. Tal vez impulsada, inspirada en mi tía Martha Cecilia que lo dejó todo en Colombia para venir a cuidar a mis dos hermanos… entonces creo que ahí sí hay una afinidad, una admiración, pero no fue por el caso que estudié periodismo. Soy una persona súper hiperactiva, me encanta inventarme historias, hacer historias, escribirlas o simplemente contarlas en una reunión. Yo cuento episodios de mi vida muy graciosos y todo el mundo se engancha, como que hay una facilidad en ese sentido de hacer historias, de estar rodando imágenes porque es cheverísimo, estar en contacto permanente con la gente me encanta, y eso es lo mío.

Cuéntame un poco de la realización del documental.

Hubo de todo. Por ejemplo los momentos que surgían sin planear, que no estaban establecidos en el guión. Como el video del cumpleaños de León, el comercial de la policía de los años 80. Esas escenitas que le dan como… algo más al relato. Y de ahí el proceso de edición que fue bastante duro, con Iván Mora que es un compañero guayaco, creativo, chévere trabajar al lado de él. No fue un trabajo diario porque nos íbamos a volver locos, ¿no? Trabajamos tres o cuatro días a la semana. Teníamos que apartarnos siempre del material porque nos envolvíamos en él, porque nos dolía, porque era incapaz de hilar una imagen con otra sin pasar por esos sentimientos y por esa confusión, porque hay taaaanto material, taaanto se ha hablado de este caso, tantas versiones, tantas aristas, tantos personajes que yo decía: ¿Qué escojo? ¿Qué dejo? ¿Qué pongo? ¿Cómo lo armo para que la gente lo entienda? ¿Para que la gente se interese o se conmueva?

¿Cómo fue ese proceso de investigación?

Fue un proceso arduo de 4 años desde la concepción del guión, retomarlo, retocarlo, toda la investigación que tuve que realizar en cuanto a recopilación de archivo. Por suerte a mí me encanta eso de revisar archivos, indagar cosas antiguas. Vivo colgada de épocas anteriores. Fue un trabajo completamente minucioso, pero yo solamente tenía ganas de seguir descubriendo cosas. También me tocó hacer de todo: desde directora hasta aguatera y pegacarteles. No tuve el arsenal de equipo al lado mío pero sí he tenido a personas muy valiosas. De todas formas fue un trabajo bastante dedicado.

Te debe haber costado dejar escenas al momento de editar, ¿verdad?

Claro, cada vez que se cortaba algo era como si me cortaban un brazo. El primer corto de este documental fue de cinco horas, luego el segundo fue de tres horas y media y tenía forma pero todavía las escenas no pegaban unas con otras, no se entendía bien. Era como un rompecabezas que no acababa de calzar.

¿Y qué hacías durante ese proceso además de investigar, grabar, editar?

Bailaba tres horas a la semana. Necesitaba, necesito ese contacto con la tierra para no volverme loca, jaja.

¿Cuándo fue que decidiste que querías hacer el documental?

Surgió como hace siete años, la idea como tal de querer indagar más sobre la historia, de enfrentar ese dolor, enfrentarme a ese pasado que siempre ha vivido entre nosotros. Han pasado 23 años pero sigue súper latente. Quería saber más detalles de la historia, conocer la cuestión más investigativa, quién tuvo que ver con qué. Yo no la entendía muy bien porque no la viví muy de cerca con mis padres. Empecé a indagar qué recuerdos tenía yo en la memoria y no tenía casi nada. No tengo momentos, no tengo recuerdo, la memoria es tan cruel que no tengo el tono de sus voces, entonces ahí te preguntas porqué la memoria te permite recordar solo ciertas cosas. Quise buscar más, recordar más.

Para , el documental tiene varias escenas fuertes, en especial aquella en el 2008 en la que estás en un cuarto con todos los policías y empiezas a interrogarlos. ¿De dónde sacaste tanta valentía y de dónde la sigues sacando?

De la enseñanza de dos padres que lo han hecho todo, que lo hicieron todo y dijeron por nuestros niños hasta la vida, no vamos a dejar esto en manos de Dios. Movidos por ese infinito amor, lo único que nos mueve es el amor, nunca hemos sido movidos por el miedo. Fuimos amenazados, constantemente perseguidos, amenazas de muerte por teléfono, gente que llegaba a nuestra casa a preguntar a cuánto la vendíamos, personas que nos gritaban que nos vayamos del país. De todo, pero no sentimos miedo.

¿Nunca tuviste miedo?

No, el miedo lo deben sentir aquellos que mataron, silenciaron, ellos son los que deben sentir miedo y vergüenza, no yo. No hay miedo por una cosa fundamental, este caso es tan público, hay tanta población que nos ha acogido como amigos, como hermanos, como hijos, son nuestro verdadero escudo el rato que nos hagan algo, es una protección.

Ahora, en este momento, que hay tantos sectores involucrados en el caso, que como dijiste al inicio sabías que se removerían muchas cosas. ¿Qué es lo que esperas?

Con o sin documental siempre he esperado, igual que mi padre, saber hasta el último segundo de lo que ocurrió con Santiago y Andrés. Ver la verdad absoluta de lo que sucedió para estar tranquilos, para saber cómo fue, qué sucedió, cómo los cogieron, porqué hicieron lo que hicieron, porqué a dos niños, hasta dónde llegaron, quiénes más estuvieron involucrados, quién los capturó en la salida de la carretera, quién ordenó tirar las latas a esa quebrada, hay muchas cosas… hay muchas cosas que quiero saber. Pero también quisiera que la gente valore el valor de la memoria. En muchos momentos del país que han sido muy fuertes, no solo el tema de mis hermanos sino por ejemplo el feriado bancario, las crisis políticas. El ejercicio necesario de no olvidar, de recordar para aprender de él.

Sé que has tenido momentos muy duros, pero como me dijiste antes siempre buscas un espacio para la felicidad. ¿Qué te hace feliz?

Todos los días encuentro una motivación nueva para ser feliz. Bailar, me encanta bailar, bailo de todo. Mi padre me hace feliz. El cariño infinito que recibo de mis amigos, que día a día han hecho que no sea una persona que me lamento por las esquinas sino con risa con humor, y de echar pa' lante. Yo no vivo alrededor de esto todo el tiempo, hablando de esto todo el tiempo, yo tengo una vida también que seguir y qué hacer y no. Estar viva es una felicidad, de plano.

¿Cuál es la pregunta que nadie te ha hecho y hubieras querido que te hagan?

Cómo era mi mamá. Nadie ha hablado de ella hasta el momento, no me lo han preguntado.

¿Y cómo era?

Ella era la base de todo, era una mujer llena de viveza, de coraje, muy inteligente, enérgica, con una energía imparable. Antes de que desaparezcan mis hermanos tenía tan buen humor que creo que ahí me nace el no poder parar de reírme de verdad.  Luego de desaparecer mis hermanos fue un cambio absoluto, abrupto, y su vida empezó a girar alrededor de eso, la consumía. La espera fue muy fuerte y la desesperanza la llenaba pero al mismo momento fue una mujer increíble. No sé de dónde sacó fuerza para pararse de ese sillón, indagar cientos de cartas, tocar cientos de puertas, hablar con políticos, enfrentar a los policías. Todos le huían cuando ella llegaba. Ese coraje, esa dignidad, es un valor admirable.

Ese valor que María Fernanda admira de su madre es un valor que ha heredado de ella, un valor que la mantuvo en pie y la sigue manteniendo en esta lucha que, asegura ella, no va a abandonarla hasta conseguir lo que un día sus padres se propusieron.