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Son como treinta y solo estoy yo.

Vengo gritando desde la cuadra anterior, sumida en el suplicio, en la histeria del acecho. Son alaridos de basta, náuseas de ciudadana con un tantito de intoxicación consistorial.

Vengo desde atrás, sufriendo como la peor de las idiotas, compañera del ideal, viuda próxima. Huérfana de madre y madre de una huérfana.

Se me esfuma la cordura, no entiendo nada, grito… Maldita sea grito: “Esto es propiedad privada, desgraciados, esto es propiedad privada”. “Lárguense de aquí. No son bienvenidos, invasores insípidos. Muevan sus armatostes de aquí. Somos gente buena, sí eso, ¡somos gente buena!”

Regreso a mi cripta.

Asqueada. Retorcida. Empalagada. Ya casi adentro de la bestia. Devorada por el aborigen en su escritorio, vestidito de pavor. Con la corbatita refinada y el calcetín sin agujeros. Allí me van llevando a la catacumba del sigilo.

Ahí mismito me quieren purificar. Sacarme el diablo del cuerpo. Convertirme, infranqueable, en una supra social – über sacramentada. Y aunque intento salir corriendo de los candados continuistas, son pocas las grutas adonde puedo acudir.

Claro que es anormal, cómo se puede esperar de una chiquitina heterodoxa un cambio. Si, sí; uy qué; ridículo; no sé; es como si; pero no hubo un poco de; aunque le dijeron que; pero si ella fue; si debería hacer, por un poquito de; con el toque fiel; sería magnífico si; un cumplimento real; una receta sin sabor, la parada leal; de una mística sin corazón.

Retrocedo. Desorientada. Es una nueva tierra. Les encanta la corriente plomiza, pero… ¿Por qué les encanta? (Gaguean) No no …um no… no-nos encanta pero así nos dijeron en la escuela: “Con los colores autorizados por la misma ordenanza. Esta dice cuáles son los colores, que son los de regeneración básicamente. Los colores pasteles y una gama, que por ser contaminante visual no se permite, amarillo patito, rojo y verde perico, por ejemplo…"

¡Mierda, mierda! ¿Pero que hago con los calzones de mi ñaña amarillo patito?

¿O con la camisa de mi taita, uno que ni quien mira ese rojo carmín del cuello?

¡Madrecita! Qué el verde perico solo lo lleven la mulas que por las dependencias quieran pasar.

Y es que yo ya no quiero colores. ¿Para qué? Mejor ir de plomizo como Saco de Plomo, altruista y ejemplo de rufián; como mi profe el Narváez que me enseñó: en cuanto a gustos y colores solo imperan los letrados, mejor aún si son bien amaestrados.