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Un grupo de más de 15 boyscouts se sientan desprevenidos en el parque de Urdesa. Es una tarde de sábado cualquiera en la que visten sus uniformes de pañuelito verde en el cuello, conversan, se ven frescos, vulnerables… ignoran que de entre las plantas pronto saldrán muchos, varios, decenas de zombies hambrientos, que los perseguirán sin descanso hasta devorarlos y transformarlos en un “comecerebro” más.

-“Corte. Gracias a todos”, grita por megáfono un chico delgado y larguirucho que tiene la cabeza vendada, las mejillas ensangrentadas, la ropa rota y parte de su dentadura expuesta. Es Ricardo Alcívar, uno de los organizadores de la tercera caminata zombie que se realizó el pasado sábado en Guayaquil y que en esta edición convocó cerca de 90 muertos vivientes que recorrieron varias cuadras de la Av. Víctor Emilio Estrada, hasta El Manantial, donde en lugar de llegar a pedir cervezas, solo gemían pidiendo sesos.

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Esta escena fue el punto de partida de la caminata que contó con hombres quemados, tenebrosas alumnas de colegio, entre otros personajes del más allá que se involucraron mucho en su papel arrastrándose y quejándose por más de 8 cuadras.

Arturo García y Carlos Javier Reyes -también mentalizadores del evento- se encontraban delante del cortejo. Uno representaba a un tétrico médico y el otro a un siniestro hombre de negocios que cargaba un maletín lleno de papeles que se desbordaban por los costados.

Esa imagen era opuesta a la de los dos jóvenes formales que me recibieron en una pequeña sala de reuniones varios días atrás, para conversar sobre los detalles del Zombie Walk y sus motivaciones.

“La primera vez se nos ocurrió hacerlo en Octubre del 2009, porque pensábamos en crear una fotonovela, así que nos maquillamos y convocamos personas a través del Facebook. Fueron 19 amigos”, recuerda Arturo, un redactor creativo de 30 años, fanático del género del terror así como Carlos Javier Reyes, a quien lo une una amistad de 15 años y con quien comparte su afición por los relatos de horror, cómics y series de televisión que giran en torno a esta temática.

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“La finalidad es simplemente divertirse”, dice Carlos Javier, y agrega: “Algunas personas creen que esto tiene algún fin social o político. ¡Para nada! Por eso lo llamamos  “caminata” y no “marcha”. Es una reunión pública de gente que se disfraza”, explica muy formal, con énfasis.

Pero antes de que el grupo de muertos vivientes salga del parque de Urdesa, algunos aún afinaban sus disfraces, se colocaban más sangre falsa o profundizaban más sus ojeras. Para ayudar a los neozombies estaba Allison Romo, maquilladora profesional, que con pincel y pintura blanca transformaba rostros rosaditos y saludables, en pálidas pieles con venas resaltadas y uno que otro balazo en la frente.

Otros en cambio estaban más que preparados, como Melissa Schwarmann, que ya había participado en las anteriores ediciones del Zombie Walk y que este año fue vestida de chica nazi.

Para María José Noboa, amiga de Melissa, esto es un asunto de emociones. Ella considera que la forma que cada uno escoge para representar a su personaje, refleja lo que se vive en cierto momento. Al menos, así es para ella. “El primer año vine acá como mujer soltera, al siguiente como novia y este año soy una viuda negra”, dice entre risas, mientras sostiene un marchito ramo de flores… negras, por supuesto.

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Guillermo Buchelli de 36 años se enfocó en mejorar el disfraz que trajo el año pasado. “Esta vez, aunque me tomé menos tiempo en arreglarme, utilicé varias técnicas y secretos profesionales. Hice un zombie más temático”, indica este profesional dentro del campo audiovisual.

Uno de los trajes más creativos fue el de Valentina Arecco, de 21 años, quien se disfrazó de zombie descabezado, con ayuda de esponja, colorante rojo y un traje antiguo de su papá. “Unos amigos siempre vienen y este año decidí participar. No sabía de que disfrazarme y hace un par de horas se me ocurrió”, dice mientras sostiene su cabeza, que descansa sobre una charola plateada.

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La comitiva de difuntos andantes partió y en el camino los zombies interactuaron con la gente, negocios del sector, buses y taxis que encontraban a su paso. Las personas que se encontraban en las ventanas de los buses reían. Algunos choferes de líneas de transporte pitaban. Todos –sin falta- miraban con curiosidad.

El Zombie Walk es una iniciativa que se realiza desde el 2001 en diferentes lugares del mundo como México, Argentina y Estados Unidos y que en varios países como Chile ha convocado a miles de personas.

En Ecuador se realiza en Quito y Guayaquil. En la ciudad, la convocatoria se realiza principalmente a través de las redes sociales y de los blogs.