Un recuento personal

@amoramanzano

Cuando le preguntas a un niño en qué trabajan los policías te dicen: atrapan ladrones, la respuesta es simple, policías versus ladrones, ese es su trabajo, a eso jugamos, eso hacen en TV. Los policías en Ecuador dedicaron su esfuerzo y su organización a algo muy diferente.

El jueves 30 de septiembre del año pasado, a eso de las nueve de la mañana (en realidad las horas exactas de los acontecimientos las tengo un poco confundidas) mi madre me llamó a avisar de la situación. ‘Se han tomado un cuartel los policías’ el tono era preocupado, a pesar de lo que odio ver noticias en TV no me quedó otra, justo una facción de los militares se plegaba a las protestas. El militar entrevistado, que no se tapó la cara explicaba que al ver lo que hacían los policías decidieron salir de manera ‘espontánea’. Tan espontánea que tenían letreros impresos en lona, diseñados y armados en bastidores. Los letreros en lona se demoran por lo menos tres horas en secar, lo cual convertía a aquellos militares no solo en espontáneos sino en clarividentes.

La dificultad del presidente al tratar de caminar entre bombas fue lo más desesperante de la transmisión, la violencia en contra de los civiles presentes sería un prólogo de lo que dentro de poco veríamos en vivo y en nuestra contra. A esta hora el secuestro era supuesto pero todavía no confirmado.

Llamó luego la madre de Carla, nos pidió de favor que recojamos del colegio al hermano menor.

Cuando llegamos a La Condamine el tráfico ya era caótico pero no imposible, a los hijos y a la esposa del presidente los habían sacado poco tiempo antes en un operativo relámpago que daba cuenta de la gravedad del asunto. Un padre de familia, que luego nos enteramos que era capitán de la policía recogía a sus hijos en un trooper que tenía pegado un letrero muy bien dibujado que decía «a la policía se la respeta». Decidimos tragarnos un poco la rabia para poder salir de esas calles abarrotadas y estrechísimas.

Luego de guardar el carro quedaba la pregunta ‘¿Qué hacemos?’ y salimos caminando hacia la Mariana de Jesús. Salimos porque como cuando salimos a tumbar a Lucio… no podíamos no salir.

Como buenos veteranos de algunas manifestaciones llevábamos pañuelos y agua, cuando empezamos a subir hacia el hospital de la policía nos iríamos dando cuenta que no estábamos preparados para lo que se venía, era imposible imaginarlo.

La Av. Mariana de Jesús es muy empinada, la gran pendiente arranca a partir del redondel de la Av. América y termina en la Av. Occidental, empezamos a subir y la gente empezó a sumarse. Junto a nosotros iban personas muy mayores, entre ellos un señor muy viejo de pelo completamente blanco en un traje de tres piezas sosteniendo una bandera del Ecuador, habían niños y dos personas en sillas de ruedas que iban subiendo muy lento debido al esfuerzo, la pequeña multitud se turnaba para ayudarlos a llegar y que no se rezaguen. Un compañero afro muy alto vestido con camiseta de la selección lideraba el pelotón. Al llegar a la clínica de la visión que se encuentra junto al conjunto residencial de La Granja ya empezamos a oler las bombas, rutinariamente íbamos mojando los pañuelos y respirando en ellos parando poco a poco para irnos acostumbrando al escozor. A la altura del Hospital metropolitano estaba el primer piquete, lo primero que me llamó la atención era que tantos policías usaran máscaras improvisadas con camisetas, nunca los había visto tan preocupados de no ser reconocidos.

En ese momento se vino lo espeso, dos gritos de ‘¡Fuego!’ bastaron para que todo se tornara en caos, más de veinte de los enmascarados dispararon bombas directamente a la masa de gente, detrás de ellos más de cincuenta tolete en mano se lanzaron contra nosotros, nadie sabía como reaccionar, sólo quedaba dar la vuelta y correr de bajada, la ley de la gravedad y la pendiente resultaron de gran ventaja para que los amigos que iban en silla de ruedas escaparan rápido. En este momento vimos al primer herido, el amigo afro bajaba corriendo, camiseta de la selección envuelta en el brazo ensangrentado que había sido golpeado por una lacrimógena disparada a quemarropa. Cuando creíamos que podíamos reagruparnos abajo para volver a subir decenas de policías en moto nos esperaban. Todos frenamos en seco cuando vimos que las motos se lanzaron de subida, como hormigas nos metimos dentro de La Granja y sus callejuelas.

Lo siguiente parecía salido de Mad Max II, corríamos por los callejones pensando que nos alejábamos y de regreso venía gente gritando ‘¡Vienen por acá!’. Los policías en moto, de a dos correteaban a la gente por entre los jardines de la urbanización, uno manejando la moto a toda madre, otro sentado tras del piloto tolete en mano rompiendo cuanta cabeza pudiera. Me encontré con el Pocho Álvarez, referente innegable del documental ecuatoriano como siempre cámara en mano, luego me enteré de que media hora más tarde sería golpeado y su cámara robada y destrozada. La policía había logrado dividir a la manifestación en pequeños grupos que como en una película de zombies se limitaban a esconderse en esquinas y esperar que pasen las motos para poder correr una calle a la vez.

El verdadero terror duró mas de dos horas. Por sms mi amiga Fernanda Restrepo me contaba que por el lado más cercano al hospital metropolitano al grupo que pudo pasar le había ido aún peor, tenían que esconderse debajo de los carros ya que los policías habían empezado a apedrear a la gente, fue en este momento cuando reporteros de Associated Press fotografiaron a Fernanda, escondida junto a un auto, mientras un policía la señalaba y la amenazaba. ¿Sabría ese policía a quien señalaba? ¿Sabría que fue la misma policía quien desapareció y asesinó a sus hermanos veinte años antes? Cuando Yahoo news publicó las fotos tampoco la identificaron, el caption sólo decía ‘Mujer sosteniendo cartel durante las manifestaciones’ sin imaginar siquiera la carga simbólica que ese policía señalando a Fernanda pudiera tener.

Una señora nos decía que nos pongamos leche en los ojos pues era lo único que hacía que la quemazón de las bombas se alivie un poco así que lo hicimos, éramos unas diez personas que nos veíamos como estrellas porno durante los dos últimos minutos de la película, lágrimas blancas rodando por la cara. De a poco llegamos casi al hospital de la policía por la parte posterior del Metropolitano, habían rumores de que otra marcha había salido de Carondelet y pronto llegaría, decidimos esperar a los refuerzos. Durante la tensa calma recogí una bomba que minutos antes nos había caído muy cerca, todavía la guardo en mi casa, en uno de sus costados está impreso ‘Do not fire directly at person(s) as serious injury or death may occur‘, pensé que los policías necesitaban urgente un curso de inglés a ver si leen las instrucciones con más cuidado. Me encontré en ese momento con un amigo que tenía una imagen del presidente pegada al pecho, entre risas me dijo ‘para que estas bestias tengan donde apuntar’. A esta hora los policías ya habían herido de gravedad a algunas personas, con disparos de perdigón y de bala directo a la cara. Nosotros, en nuestra ignorancia de esos hechos paralelos, todavía no estábamos tan preocupados.

Cuando llegó la noche decidimos regresar, tratar de comer algo a ver si volvíamos más tarde, comimos algo en el Donut House de la Amazonas que estuvo abierto toda la tarde, ahí vimos por TV el discurso del presidente desde su habitación del hospital, en medio del secuestro, cuando se despidió diciendo que había gente que quería entrar a la fuerza y se despidió de su familia sentimos que algo horrible iba a pasar.

Caminando cerca del centro comercial El Jardín otra manifestación iba subiendo ‘¡Genial!’ dije ‘¡Refuerzos!’… pero no. Era la manifestación de quienes destrozarían las puertas de Ecuador TV, abogado de Lucio y diputada alterna socialcristiana a la cabeza, todos siguen libres, todos siguen impunes.

En el redondel de El Jardín quedaron algunos de este grupo, asumo que cuidando los carros, un señor de bigote sostenía un letrero que decía «Fuera Correa», cuando pasé a su lado tuve el impulso de empujarlo contra el tráfico pero no lo hice, eso me hubiera convertido en uno de ellos, en un criminal. Solo lo insulté, dejando salir un poco la frustración que se había acumulado toda la tarde, no trató de responderme. Al quedar rezagado del grupo invade canales y al sentirse solo el cobarde de bigote fingió demencia y siguió agitando su letrerito, nosotros éramos dos, hombre y mujer, ellos muchos más pero nadie se atrevió a amenazarnos.

De noche vimos por televisión lo peor de todo, vimos a un hombre morir, en vivo, en horario estelar. Un hombre que no debió estar allí, pero que estuvo porque los policías secuestraron y trataron de matar al presidente, que cayó abatido por una bala policial o militar, la procedencia no importa pero que estaba allí porque los policías secuestraron y trataron de matar al presidente, que tuvo que poner su espíritu de cuerpo y su cuerpo porque los policías secuestraron y trataron de matar al presidente faltando a su honra y a su propio espíritu de cuerpo.

Haciendo un recuento rápido tanto el vicepresidente como el presidente del congreso estaban fuera del país. Los diputados de oposición dentro del congreso preparaban la amnistía de los sublevados al mismo tiempo que la guardia policial impedía que los asambleístas de gobierno entren al pleno, si hubieran matado al presidente la continuidad presidencial hubiera quedado en sus manos.

Al día siguiente caminando por la Floresta, mi barrio desde hace años, un piquete completo se cuadraba tras el Swisshotel, caminé a su lado pensando que algunos de ellos tal vez nos corretearon la tarde anterior, o nos dispararon bombas a la cabeza.

En eso es lo que pienso un año después cada vez que veo en la calle o en televisión a un policía ¿Estaría él en el regimiento disparando contra la masa de gente? ¿Sería este uno de los que disparó en contra de los que murieron en la tarde?

Nuestra seguridad está en sus manos, ese tema que le encanta a los noticieros, que le conviene a los paranoicos de ultraderecha y que tanto le reclaman al gobierno, seguridad. Ellos, que golpearon y dispararon a mansalva, que permitieron y participaron de saqueos y que trataron de retroceder al país a tiempos que creíamos extintos son quienes se encargan de velar por esa seguridad. Piénsenlo, ellos, cada uno de ellos son los que nos cuidan.

 

Alfredo Mora Manzano