@zurdaopinion

¿Y la libertad de estas expresiones?

Nunca vi a Guayaquil tan libertaria y expresiva como en los últimos días. En mis cortos pero jachudos 26 años, me cuesta rememorar instantes en que se haya discutido de manera tan ferviente y desbocada el derecho inalienable de la libertad de expresión. El caldo hierve en todos lados, a cada hora en los medios tradicionales, las redes sociales, las esquinas, las reuniones familiares, los peloteos, en fin, está de moda y eso para mí entender, es buena señal.



Digo buena señal porque la coyuntura mediática actual se presenta como la ocasión perfecta para discutir acerca de otras expresiones a las cuales, tras el mutis general, han sido entregadas al olvido. Pocos las conocen, contados las pronuncian y casi nadie las discute. Arjoneando un poco acá, viven encerradas en el baúl de lo que nunca fue.

Es por tal razón y como quien aprovecha de la buena vibra democrática que se respira en el ambiente, se me ocurre nombrar cuatro de las libres expresiones que deberían ser el contenido a gritar por el cual defendemos la libertad de opinar. ¿Será que las traemos a la memoria por un momento? Hagámosle…

La libre expresión del TRABAJO INFORMAL. Reducido en la ciudad al nivel moral de delito (y a un pelo de la criminalización por ley), en Guayaquil solo puede trabajar quien tiene el visto bueno, santo y seña del Municipio. Somos observadores y cómplices del maltrato diario, tanto físico, psicológico y espiritual de decenas de trabajadores informales quienes por el único pecado de querer ganarse un pan prestando sus servicios a la economía de la ciudad (porque en las calles es donde se mueve el dólar) son atacados, golpeados, satanizados y negados de expresarse. Al punto tal que su conocido vía crucis por vender un caramelo, ya a casi nadie le importa y en muchas espacios (de alta o baja sociedad, ojo), son despreciados de manera lamentable.

La libre expresión de CIRCULACIÓN. Hace más de 5 años, nos vendieron la idea de que un vehículo retrato del fracasado Articulado solucionaría el problema de la circulación por las calles porteñas. Hoy, estamos más atascados que antes, con menos buses para el pueblo y un servicio de Metrovía que incomoda, apreta y no alcanza. Paso de ser una «alternativa» de transporte a la ÙNICA en varios sectores, limitando las opciones a quienes no tienen la capacidad de tener un vehículo propio. Muchos perdieron su trabajo, otros, me incluyo, recibimos las molestias todo mientras el caos vehicular aumenta inmisericordemente a pasos agigantados en modo Capital. (Y ya se viene en la Av. Las Américas, hay Dios…)

La libre expresión del AMOR. La visión cosmopolita que se le otorga a una ciudad de crecimiento urbanístico continuo, queda socavado por un beso prohibido. Aún ahora sigue siendo una odisea las expresiones románticas, desde las más simples, en los espacios públicos de la urbe. A palos se sigue corriendo a los furtivos amantes que buscan calentar el motor en alguna banca del Malecón 2000, asunto que se vuelve peor, y no tan solo desde la administración local sino desde la sociedad conservadora, cuando el tema incluye a parejas homosexuales. Ciudadanos que por sus preferencias y gustos sexuales están imposibilitados siquiera de cogerse de la mano, ante la mirada acusadora e inquisidora de esta Guayaquil que se jacta «libérrima» al extremo.

La libre expresión de la PARTICIPACIÓN. Si, esa que es casi como un mito en la legendaria administración socialcristiana. Algo que hasta suena raro, impropio, por estos lares. Temas como las Asambleas Populares, veedurías, Presupuestos Participativos y otros instrumentos vigentes en la Constitución, están reducidos al extremo. Son contados los nichos donde de alguna forma se busca realizar en contrapeso necesario que desde la ciudadanía necesita el poder Municipal. Esto si se presenta grave, ya que no se palpa la intención por parte del Alcalde de abrir a la sociedad organizada la posibilidad de debatir el manejo de los fondos porteños, pese a que funcionan como el principal instrumento de choque cuando de pelear por centavos con el Gobierno central se trata.

Estos temas son tan solo una parte de la infinidad de tareas pendientes que en cuanto a expresiones libres tenemos los guayaquileños. Y es que libertad de expresión no es solo decir lo que quiera, cuando quiera y como quiera, sino hacer, actuar, trabajar, amar y participar de la manera más libre posible, haciendo uso de mis derechos y responsabilizándome de mis actos. Eso es expresarse, tener el control real de todo lo que pasa a mi alrededor y me afecta.

Que la cacareada libertad de expresión, esa que le entregamos en bandeja de plata a la prensa para sus intereses económicos, sea realmente una herramienta para preguntarle al Poder el porqué de tantas barreras al desarrollo de cada individuo, de las decisiones que implican a todos pero que no se discuten con nadie y la ventana que demuestre la inconformidad con el sistema de creencias caduco y que no funciona. Si es así, vale la pena todo este revolú, sino, seguimos de muñecos en un juego de poderes que no tiene nada que ver con libertades reales.

Quiero seguir creyendo que es una buena señal..

Ángel Largo Méndez