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Polvo y basura. Polvo y papeles. Polvo y tierra. Polvo, polvo y más polvo.

Cuando llegamos por primera vez a la "Casa Embrujada" nos quedó claro que si a alguien le pertenecía, era al polvo. A un polvo distinto al polvo que barren todos los días los guayaquileños: éste era un polvo añejo, que se había asentado y encarnado en la casa, como si de una piel se tratase. Sólo el pensar en descamarla parecía una tarea demencial.

Desde el principio, sin embargo, el misterio de esa legendaria edificación nos convenció de que era el lugar preciso para festejar el lanzamiento de este proyecto. Así que llegamos un sábado, en grupo, como siempre, y armados de escobas, recogedores, fundas inmensas de basura, guantes, espátulas y máscaras nos paramos frente a la casa grande para exorcizarla del abandono, como si fuésemos una especie de caza-fantasmas.

Al comienzo la casa opuso resistencia: era como si el piso, las paredes y el techo sudaran polvo. En los balcones, musarañas y alimañas se escondían bajo los varios centímetros de madera y fórmica podrida desde quién sabe cuando. En el ala de la que gkillcity.com se apoderó, reposaban aún folios de procesos judiciales, registros oficiales y hasta un afiche de campaña de León Roldós.

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Sí, así de bizarra era esta casa gigante, desde sus varios sótanos hasta el altillo de madera donde Chema González expuso sus fotos.

Sin más, nos pusimos manos a la obra. Fueron 2 días intensos de limpieza o algo cercano a esa palabra. Así como a los vampiros se los repele con cruces y collares de ajo, para soportar esas largas jornadas, no podían faltar las bielas que compramos en la tienda de la madrina, donde hicimos el segundo descubrimiento más feliz de todo el proceso: el espectacular ceviche que vendía por 5,50$, de pescado, concha, camarón o mixto. Aquella mujer, con una tienda a cuadra y media de la casa, fue nuestra salvación.

 

encebollado

Había tanto que hacer. La gente del Inmundicipio había empezado días antes y nosotros debíamos ponernos al día. La casa, por supuesto sin energía eléctrica, nos permitía trabajar hasta que se oculte el sol. Pero más de una vez decidimos seguir ahí sin ver bien, con la lucecita del celular, con el faro de la calle que apenas alumbraba. La idea era lograr que el lugar quede lo más presentable para montar el espacio de Gkillcity.com.

De vez en vez, nos asomábamos al balcón para tomarnos una cerveza o fumarnos un cigarrillo. La gente que bajaba del puente que conecta Urdesa con el Albán Borja se sorprendía al ver gente en el balcón y disminuía la velocidad, para cerciorarse de que eran seres vivos y no ánimas en pena que se asomaban en la casa de la que circulan tantas historias maravillosas, que no nos animamos a contar la verdadera, por no estar a la altura.

Desde ese mismo balcón descubrimos que unos hombres de inconfundible aspecto sarraceno que vivían en una casa diagonal salían al porche a fumarse un cigarrillo y conversar y, sorprendidos también, ver que en la casa de en frente había un inusitado movimiento. Fue así como nos dimos cuenta y nos volvimos buenos vecinos con la que debe ser la única mezquita en Guayaquil, llamada "Mezquita Jesús".

Después del primer descanso -que incluyó un estratégico ceviche, acompañado de chifles y la respectiva cerveza- volvimos a lo que fuimos: limpiar nuestra ala de la casa y engalanarla para recibir a tanto visitante ilustre.

Cuando notamos que el piso estaba menos sucio, las paredes tenían menos polvo y el suelo ya no estaba repleto de carpetas, papeles y mugre, decidimos que era hora del siguiente paso: pintar.

pintando

Ninguno de nosotros es artista o algo parecido pero con las mismas ganas de la limpiada, comenzamos con el oficio del maestro pintor. Brochas, rodillos, periódico y una enorme caneca de pintura blanca. Mientras pasábamos la primera mano nos lamentamos haber elegido la pintura más barata, parecía leche adulterada de lo transparente. Intentamos ocultar las amarillentas manchas que solo el tiempo, el viento y el polvo pueden lograr. Sorteamos el problema con la lúcida conclusión de Crespo: no es que estaba viejo, sino que era. Así que celebrando la conclusión de Crespo, resolvimos "dejarlo así". Pintamos las paredes hasta que la oscuridad lo impidió.

El equipo de Gkillcity.com no perdonó el feriado e interrumpimos nuestra preparación durante dos días. Al tercero regresamos a la casa y descubrimos nos habían cambiado de cuarto: la museografía decía que nuestra locación era indebida. A pesar de alguna reticencia inicial, nos dimos cuenta que el nuevo espacio era mejor. Mejor aunque tan sucio como el que encontramos el primer día.

Empezar de cero, de nuevo. Con las mismas ganas sí, pero el reloj corría y parecía que no acabaríamos nunca.

Al otro día la responsabilidad insufló hasta al más irresponsable; decidimos que empezaríamos a trabajar desde más temprano y hasta más tarde, incluso hasta que se oculte el sol, en la oscuridad, e inclusive recortamos la cantidad de cervezas, a la que sólo accederíamos como premio cuando todo estuviese listo. Lo hicimos. Las paredes blancas estaban listas pero faltaba pintar a Nicaxio, el último lagatero y mascota oficial de Gkillcity.com y retocar todo lo que fuese necesario: cogerle las fallas, como dijimos los obrero calificados en que nos habíamos convertido: la cenefa, idea de Ingrid, la ciudad, capricho de Flores. Todo se hizo.

Mientras enchulábamos la sala, otro grupo de Gkillcity.com se enfocaba en ver cómo conseguiríamos el trago. Mails, llamadas, visitas a conocidos, referidos, clientes, amigos, parientes… Logramos que Cervecería Nacional nos apoye, pero de todas formas tocó sacar del bolsillo (como en todos los demás gastos) y se tomó la decisión. Biela, por supuesto.

Teníamos la bebida lista, pero el lugar a medio acabar.

Sabíamos que venderíamos las camisetas, que usaríamos maniquíes, que les pondríamos las caretas del inge y del abo. Creíamos que lo teníamos todo resuelto.

Pero no. Como todo, siempre hay algo que surge. Las mujeres del equipo protestamos por la necesidad de un baño. Intaco, la Gillete/el Deja/el Tissue de los baños portátiles, no tenía unidades disponibles. Se consiguió otro y se solucionó lo que se estaba convirtiendo en problema.

Era viernes y el día que parecía que no llegaría estaba apenas a 24 horas.

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Amaneció el sábado muy temprano para nosotros: muchos no habían dormido, como un niño antes de un viaje de curso, esperando que sea la hora de ir a la casa, ya convertida en el Muy Ilustre Inmundicipio, a corroborar que no hay sacrificio que sea demasiado grande, cuando se hace por el privilegio de ser uno mismo.

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El equipo llegó temprano al Inmundicipio, que lucía ya como una verdadera galería y nos asuntamos con lo que faltaba: Mientras algunos retocaban las ventanas de la ciudad que Flores quiso pintar como cenefa, otros colocaban las fotografías y textos intentado que no quede chueco, algunos seguían limpiando…los minutos seguían corriendo.

Un poco después de las once de la mañana, hora fijada para la apertura de la muestra, llegó la prensa y luego un par de familias y nos bombardearon de preguntas que intentábamos contestar de la mejor manera, al mismo tiempo en que intentábamos resolver asuntos trascendentales y apuros de última hora que pasan en todo evento: que no llegaba el baño, que la empresa donde según alguien "siempre compró el hielo" había cerrado, que la electricidad aún no estaba terminada de instalar, que el plug de la caja de sonido no era el indicado y la música no funcionaba.

Todo se resolvió en un determinado momento. Llegó el hielo y se enfrío la cerveza en menos de lo que uno podía decir "qué rica una biela hasta ahora", Yitux consiguió el plug, el reproductor de dvd y la gente comenzó a llegar en cantidades increíbles.

De pronto, la casa se inundó de la luz que desborda la gente que cree que esta puede ser una mejor ciudad. Los vecinos sintieron el poder de la buena onda que emanaba de la casa, que desfogaba al estero, como una cañería feliz, y se dieron una vuelta.

Mientras tanto, la gente en twitter comenzó a twitter sobre cómo la estaba pasando. Gente que estaba en casa aún se animó y fue.

El polvo, la mugre y el olvido habían sido expulsados para siempre de esa casa mítica y habían sido reemplazadas por el arte, el ejercicio ciudadano, las risas y las conversaciones sobre lo que habíamos logrado.

La gente se entusiasmó e inclusive el optimismo se desbordó: han creado un espacio, nos dijeron.

Tal vez, eso sólo el tiempo lo dirá.

Por lo pronto, lo único que podemos decir es que, en resumidas cuentas, exorcisamos aquella casa donde nada había y, por ende, donde todo se hizo hasta convertirla, junto con los demás exponentes, en el Inmundicipio feliz que es ahora.