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Una aventura de rescate felino

Pelaje amarillo, pancita abultada y algo así como un pequeño hueso expuesto y sangrante en lugar de cola era lo que mejor la definía. Era la gata que estaba en la calle, que permanecía debajo de los carros y que la gente alimentaba por pena, con las sobras de lo que nadie comía. Era la gata que nadie quería.

Luego de varias llamadas, supe que los refugios de Fundación Amigos de los Animales (FADA) con aproximadamente 200 gatos y de Amigos con Cola, con cerca de 150 felinos, no podrían acogerla. No por falta de voluntad, sino por sobrepoblación: un problema que enfrentan estos centros de rescate desde hace algún tiempo.

"Yo la vi hace unas dos semanas, maullando, quejándose y tiritando, botando mucha sangre del rabito", es lo comentaba Doña Yolandita, la vecina de la casa al frente de la mía, que al igual que mi mamá y otras señoras de la ciudadela, le daban comida y agua de forma ocasional a esa gata flaca sin cola.

Hay dos conjeturas al respecto: la primera, que algún desalmado por cierto incomprensible motivo le cortó el rabo. La segunda, que lo perdió en algún accidente, de alguna manera.

Lo cierto es que le dolía, se podía sentir. Caminaba raro, con las patas entreabiertas, serpenteaba, levantaba el lomo como en una curva que concluía en… otra curva más amplia.

"Hmm… Esa gata está preñada", dijo mi madre. Y no se equivocó… El sábado que parió estaba visiblemente agitada, con los ronroneos alterados y los ojos entrecerrados. Sentí unas gotas tibias de algún líquido caer sobre mis pies. Era algo así como sangre… Había comenzado…

Fueron cinco mininos. Dos negritos y tres amarillos, iguales a ella.

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Pero algo no estaba bien. Con el pasar de los días, ella no se levantaba y su zona abdominal seguía muy hinchada. La veterinaria diagnosticó una enfermedad causada por una obstrucción intestinal… No había más remedio que operarla.

Durante la recuperación de mamá felina, vivimos la increíble experiencia de alimentar a los pequeños gatitos con una jeringuilla, limpiarlos y darles calor con una lámpara. También, durante la recuperación de mamá felina, tuvimos que despedirnos prematuramente de Telmo, el más vivaracho de la camada, que murió de forma inexplicable.

Hoy, casi tres semanas después, la gata tiene nombre, una cicatriz que casi no se nota y un hogar.

"Lina", según varios sitios de Internet, es un nombre de origen germano y ruso que significa fortaleza y audacia. Creo que es un nombre que va muy ligado a su historia y que le rinde tributo a sus ganas de vivir.

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Lina y sus gatitos