@arduinotomasia

Nunca se escribe lo suficiente, y menos aún cuando aquello que se critica continúa. Tal es lo que sucede con el carácter autoritario de Jaime Nebot y de la administración socialcristiana en general. Uno de los últimos casos, que el lujoso doble estándar de varios medios locales redarguyó de comprensible, tuvo lugar el 23 de febrero de este año: Nebot agredió al juez Wilson Luque por el juicio que extrabajadores de Ecapag mantuvieron en contra del Municipio de Guayaquil. En la audiencia, el juez Luque le dijo al burgomaestre: “¡Usted no da órdenes aquí! ¡Usted es del Municipio!”. Nebot, quizás por la (mala)costumbre de que nadie le diga qué hacer en su ciudad, respondió con un papelazo en la cara del juez.

Dos días después, el 25 de febrero, diario El Universo publicó un editorial a modo de carta, que reza: “Señor alcalde: Los guayaquileños nos sentimos orgullosos del proceso de regeneración de la ciudad (…) [que ha tenido que enfrentarse al] odio del actual Gobierno (…) No retrocedamos, no abandonemos esos principios. No pensemos siquiera en ser más selva sino Más Ciudad que nunca”. Tampoco esperé más de ese diario, que se ha caracterizado por una amplia incoherencia entre su discurso de medio libre e independiente y su línea editorial; y que aún así se piensa barómetro de la opinión y de la moralidad pública. Pero eso, a estas alturas, se constituye como la verdad de Perogrullo par excellence.

Partiendo de ese antecedente, no resulta extraña la reacción de Nebot ante el ca

so del “Salón de Julio”. El martes 05 de este mes se dio la audiencia pública de la Acción de Protección y de Medidas Cautelares planteada por Flores, Balda, Crespo, Yturralde y Baquerizo, en contra de la censura previa impuesta por el Municipio en dicho concurso; y el resultado fue que el juez décimo de lo Civil de Guayaquil, Sócrates Moreno, se declaró incompetente para seguirla. Ante esto, Nebot dijo en una entrevista en radio Atalaya: “mejor que hayamos ganado y si hubiéramos perdido, tampoco se exhibía[n las obras con contenido sexualmente explícito]”. Tal es el concepto de legalidad del alcalde: su figura puede llevarse puesta cualquier tipo de resolución de cualquier juez competente. Así, el burgomaestre afirma estar por fuera de la ley; o lo que es lo mismo, que la ley se debe someter a su arbitrio. El significado simbólico fue claro, pero aún así no hizo eco en la mayoría de medios que se dicen defensores a ultranza de la libertad de expresión y de la democracia.

Por eso me parece reprochable (por decir lo menos) la declaración de Nebot ante la sentencia en contra del diario El Universo, en el juicio planteado por el presidente Correa, diciendo que es “un ataque a la libertad de expresión”, y que “está claro que aquí estamos frente a la utilización de la justicia para atropellar y amedrentar y frente a un ataque a la libertad de expresión”. Se eleva el doble estándar y, de volea, le patea la cabeza a la sensatez. Porque, claro está, la idea de libertad de expresión de Nebot consiste en aplaudir lo que es bueno para sus intereses; rechazar y calificar de autoritaria cualquier acción crítica o que simplemente esté en contra de sus posturas; y pegarle un papelazo en la cara al que piense lo contrario. Y, por supuesto, escribirse cartas con diario El Universo, en las que se confiesan afecto muto. Ante esto sólo se me ocurre una pregunta que formula acertadamente Octavio Paz: “Pero, ¿quién es el rey y quién es el bufón?”. Se lo he preguntado vía Twitter a Nebot y a dicho diario, pero aún no responden. Aunque no creo que no lo hagan porque no quieran, acaso porque ellos –seguramente- tampoco están seguros aún.

En este escenario, y si en realidad queremos construir una ciudad atiborrada ya no de adoquines y de palmeras, sino de ciudadanos críticos y reflexivos, no nos queda de otra que seguir el consejo de Nietzsche e «ir haciendo preguntas a base de golpearlos con el martillo, y oír tal vez, como respuesta, a ese conocido sonido a hueco que revela unas entrañas llenas de aire». Mientras tanto, la ciudad seguirá igual; la metrovía continuará su rumbo; los metropolitanos seguirán dándole uso al garrote; y los casos abiertos de censura seguirán ocurriendo. Pero ahora debo tomar el bus para ir a la universidad, y sólo espero que en el playlist del chofer ruede una salsa romántica. Porque al menos hoy, en Guayaquil, es una de las pocas cosas que me pueden alegrar el día.

Arduino Tomasi