Si, cholos, porque a pesar de vivir en el llamado primer mundo y ser el país más caro de este, estas gentes se comportan como lo que en nuestro lindo Ecuador llamamos cholos.

De esos que cuando van a la playa llevan sus colas, sus cervezas en hielera y la comida preparada en ollas, o el material necesario para la parrillada, o la comida lista para calentar, una tarrina (o tupperware) con fruta picada, y toda la parafernalia necesaria para disfrutar de un rato de relajación y esparcimiento (vasos, platos, utensilios, mantas); y se tienden en familia, grupo barrial y/o de amigos a tomar el sol, conversar y celebrar; unos juegan pelota, otros hacen maromas en patineta, algunos bailan, la mayoria beben y fuman, mientras los más pequeños corretean alrededor,  y casi todos con pocas ropas para disfrutar mejor del sol –chicas en bikini, en brassier, sin brassiere, hombres descamisados, y todos descalzos; pero por una diferencia cutural en la apreciación y disfrute de los espacios púbicos, los cholos noruegos lo hacen cualquier día, a cualquier hora y en los parques de sus vecindarios, que dicho sea de paso no tienen ni cercas ni guardias privados ni hora de cierre; y cuentan con la colaboración de la policia que ronda el sector (sin armas) solo para prestar auxilio en caso de ser necesario y no para andar jodiendo a la gente que se divierte  a gusto. Valga la aclaración, los parques en Oslo tienen más áreas verdes que asfalto y adoquin, y las áreas verdes son basicamente árboles y hierba, no jardines bonitos de mírame y no me toques, ni ese césped inútil que no se puede pisar y lo único que hace es restringir más aún las pocas áreas de esparcimiento disponibles en nuestra ciudad.

Al compartir el espacio público surgen temas de interés colectivo que marcan profundas diferencias entre los cholos nórdicos y los nuestros (osea nosotros): el respeto a los demás y el manejo de desechos.

El primer mundo, como estilo de vida, no existe en las leyes ni en la infraestructura de los estados, sino en la mentalidad y voluntad de sus habitantes.

Existe una norma de vestimenta en Oslo: cada cual anda como le da la gana y mientras más cómodo mejor. Así, no hay funcionario público que lo discrimine a uno por como anda vestido (pregúntenle a @ricardoantonk por qué no se puede ingresar en bermudas y/o zapatillas a las oficinas de la CTE), y las mujeres pueden andar como mejor les plazca sin que ronde el temor del acoso policial (alguna ha tratado de asolearse chévere en el malecón? por ejemplo), acoso sexual, la culpa de la semi-desnudez o, al menos, sin tener que soportar los "piropos" de los caminantes, que en nuestra cálida Guayaquil no es sino un eufemismo para ese comportamiento sociopático en el que hombres de toda edad y condición ejercen su derecho (si, derecho, porque asi somos los costeños: galantes y piropeadores) de lanzarle a una mujer cualquier mangajada e insinuación sexual sin que medie ningún tipo de autorización expresa o aceptación de dicha conducta por parte de la receptora. Por supuesto existen también los ingeniosos que hablan bonito y arrancan una sonrisa de la afectada, pero esos son los menos.

Personal noruego relajándose y tomando el sol en el espacio público (Jardín Botánico de Oslo, en medio de la ciudad) y si, pisando el césped que para eso está.

Qué otra cosa podemos esperarnos de una ciudad en la que se promocionan por todos los medios, eventos de "desfile de lenceria" con modelos colombianas, o de "la una vs. la otra" (contienda que solo se gana sacando más culo o moviéndolo más rápido; y siendo ambas personal farandulero o estrellitas de tv en horario para todo público), eventos a los que solo asisten hombres (de bien, claro) con celular/cámara en mano para captar el mejor close-up a la entrepierna, o el mejor ángulo de un culo gordo, fotos que luego rondarán en la internet y se pasarán de cel en cel para los coleccionistas. Muchos de estos neovoyeurs serán los mismos que se alarman y lloriquean y sentencian por un videito de jovencitas bailando (sin importar del colegio del que vengan) como si eso no hubiera existido en sus tiempos, o nunca hubieran ido a Infinity a buscar lo mismo. Es esta sociedad la que a la hora de hacer mea-culpa prefiere juzgar sin piedad a las jovecitas y explayarse en sus sentencias llenas de desprecio en conversaciones familiares, twitter y facebook, por ejemplo.

Es así que mientras por un lado (sector empresarial) se promueven las conductas más machistas y abusivas –eventos, comerciales y concursos de televisión, afiches en tiendas, y vallas publicitarias; por el otro lado se prohibe (con regulaciones) o al menos se coarta (con curuchupadas y moralinas) la libertad de cada cual de andar como le da la gana , porque no faltará quien diga: si andas en minifalda y con escote y alguien te falta al respeto o abusa, es posible que sea tu culpa!

Es decir, el derecho de unos de abusar de otros, está por encima del derecho de cada uno de andar como le da la gana.

Y no crean que es cuestión de mojogaterias, a mi me encanta Guayaquil con sus cholas tersas (de toda mezcla y condición económica-social) paseando en jeans apretados o minifaldas y escote, con sus hippies y turistas extranjeras paseando en frescos y ligeros vestidos de invierno, en fin, de todo lo que da la Pachamama, pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.

Y es que nuestras mujeres se han acostumbrado a convivir con este comportamiento aberrante, porque es común, porque a nadie le importa: cuando vas a la tienda en tu barrio y caminando por el centro de la ciudad; desde edades tiernas hasta cuando el cuerpo aguante y tiente; en el colegio y en la universidad; en fin, viven el acoso como se vive el dia a dia… tolerándolo, dejándolo ser, por miedo, por vergüenza (si, la vergüenza del humillado), porque sabemos que nunca faltará quien diga que fulanita tiene la culpa por andar "así", como "zorra" –típico comentario de mujer contra mujer.

La respuesta justa y necesaria debería ser un certero puñetazo en la nariz y/o en la jeta del agresor, pero como somos civilizados, una señal a un guardia o cuaquier servidor público tipo "robaburro" (que para eso deberían servir) debería bastar para que este proceda a sacar del espacio público al patán de turno, le imponga una multa para que aprenda y no se le permita volver al lugar en un tiempo dado proporcional a la ofensa emitida; sin perjuicio de poder restregarles en sus puercas narices lo que son, como una vez hizo una amiga luego de que un veterano le hiciera un halago soez sobre la belleza de sus tetas (que lo son): "…eres asqueroso y maricón!" (maricón en el sentido peyorativo de cobarde y poco hombre, y nada que ver con afeminado u homosexual), así, a grito pelado de mujer cabreada y delante de todo mundo, para que se enteren de la joyita que tienen de vecino; a lo que el agresor-agredido solo atinaba a responder: "eres una malcriada irrespetuosa", osea, el acosador clamando respeto, sólo en Guayaquil!

Otro rasgo importante de la sociedad noruega es su consumismo, consumen harto,  y casi todos sus alimentos vienen empacados por unidad, lo que multiplicado por el factor anterior resulta en grandes cantidades de basura generada en los espacios públicos. Eso si, a diferencia de nosostros, a la hora de botar sus desechos, los cholos noruegos la tienen clara: el papel aquí, el vidrio allá, latas y demás acullá, sin contar el ejército de recicladores dedicados a recoger todo lo posible para su posterior venta (latas y botellas tiene marcado el precio del envase en los centros de reciclaje, asi que no hay por donde perderse), lo que fomenta el autoempleo por encima de la mendicidad.

Imaginense el día después de una fiesta en su casa, de un bingo del colegio de sus hijos, de una fiesta en la U: cuántas botellas de cerveza descartables debe recojer y desalojar? cuántas latas? Ahora imaginen que la cervecería nacional en la etiqueta de sus productos pone algo como: CHUTAGUANTA! Este envase tiene un valor de $0,10 pilas! A ninguno nos vendría mal un retorno de $0,60 por sixpack (para facilidad de cálculo). Cuánto crees que podrías hacer? Al menos sacaríamos lo suficiente para los ceviches y el juguito con que nos quitamos el chuchaqui en el mercado de sauces ix (al menos yo).

Eso es todo por ahora, los ejemplos de malos comportamientos nos sobrán (cada cual tiene su cúmulo de malas experiencias) y deberíamos estar dispuestos a reclamar y exigir un cambio de actiud en vez de quedarnos sentados y autocensurarnos para no ser víctimas de un mal vecino, o de la gente cochina que convierte cualquier lugar en su chiquero, mientras tanto, qué tal si salimos a tomarnos nuestros espacios, a pisar la hierba y subirnos a las estatuas (que para eso están), y nos volvemos los dueños de nuestros parques, nuestra vía pública y nuestra ciudad?