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"Oye, tontito, afuera está la presidente de la Asociación de Colegios Laicos que no quiere ver tu porquería en el Museo. Tontito, tontito, tontito". Así increpó el director del Museo Municipal de Guayaquil, Melvin Hoyos, a Andrés Crespo Arosemena, autor de la obra "el Derecho y el Revés" presentada para admisión al Salón de Julio, al término del audiencia pública en el caso contra la #censuraprevia.

audiencia

 Ahora resulta que los mismos que le dieron una paliza inmisericorde a un niño de doce años, vendedor informal de colas (vean el documental Guayaquil Informal) ahora son los vigilantes supremos del bienestar de la niñez y adolescencia de esta ciudad. Eso se llama discurso acomodaticio, que es un eufemismo para hipocresía. En ese acomodar del discurso, inclusive llegaron a decir que el interés general de los niños está por encima de libertad de expresión, como si ambas cosas fueran incompatibles. Ellos no son defensores de niños, ni paladines de la libertad. Son apenas una caricatura, un remedo de funcionarios públicos. Melvin Hoyos no es un director de museo, es Magda Flanders.

 Por otra parte, nuevamente un juez ecuatoriano tuvo en sus manos la posibilidad de sentar un precedente histórico respecto de las libertades civiles en el país y, nuevamente, la clase judicial volvió a defraudar (aunque no a sorprender). Optó por el camino más simplista en los casos polémicos: no hacer nada. Decidió quedarse quieto, decir que ése no era su ámbito de acción y dejó que el acto administrativo del Municipio de Guayaquil permanezca impune. Un Poncio Pilatos del siglo diecisiete (porque no vamos a pensar que con estas administraciones y estos jueces estamos en el siglo veintiuno) al que nunca le quedó claro que esto era ciudadanos versus el Estado, sino que trató el proceso como si de un juicio ejecutivo se tratase donde ambas partes están en igualdad de condiciones.

No importa. Para nosotros todo es ganancia. El cuestionamiento se ha iniciado y no se detendrá. Aunque los Hoyos que se presenten en el camino insistan en el insulto fácil y la descalificación. Cuando se regodeaba en el triunfo que creía obtener, se refirió a los demandantes como una "tracalada de mamarrachos" a los que sugirió ir "a ver pornografía al patio de su casa". Crespo se indignó "¡ya basta de esa mentalidad fascista! ¡Vayan a la iglesia a rezar!"

 Apelaremos y recurriremos, de ser necesario, a la Comisión Americana de Derechos Humanos y a la Corte Interamericana de Derechos Humanos.  Ya basta de tanto atropello, de tanto garroterismo, de tanta intolerancia. Poco a poco deberán devolvernos nuestra ciudad.

 "Tontito", gritó Melvin Hoyos y los ciudadanos -sin agenda ni dobles intenciones- que fueron a velar que la censura previa no prevalezca (y a los que el juez defraudó) lo aplaudieron. Melvin no entendió… hasta que alguien le gritó "¡Qué gran director de cultura tenemos!" Se sonrojó y se fue, soberbio, como llegó.

Melvin Hoyos

Melvin Hoyos -léase la administración municipal- sus burropiés (uno de los cuales le gritó "payaso" a Xavier Flores mientras intervenía) y el Juez Moreno han decidido que Guayaquil siga siendo el pueblecito, sólo que con más adoquines, más palmeras y menos tolerancia. Ya está. La ciudad escaparate que querían está en el apogeo de su existencia.

 Lo cual la acerca también a su ocaso.

Crespo